A Pablo Perdomo la cicatriz de una puñalada que recibió siendo cuidacoches le recuerda lo “brava” que es la calle. Tiene 48 años y un pasado de pintor y vidriero con vida familiar, pero hoy integra la creciente población sin techo de la capital uruguaya.
“Nunca pensé estar así”, dice mientras espera que abra el refugio estatal donde duerme.
Uruguay, país de 3,5 millones de habitantes, destaca en Latinoamérica por su alto ingreso per cápita, bajo nivel de desigualdad y pobreza, y una ausencia casi total de pobreza extrema, según el Banco Mundial.
Pero en Montevideo, que concentra casi la mitad de la población del país, 2.800 personas viven en la calle, 24% más que en 2021 y 55% más que en 2019, de acuerdo con el último relevamiento del Ministerio de Desarrollo Social (Mides).
Fernanda Auersperg, directora de Protección Social del Mides, sostiene que es un problema multicausal, que atribuye en gran parte a la situación carcelaria de Uruguay, donde cuatro de cada mil personas están presas y 26 recobran la libertad cada día. Hacer frente a esa puerta giratoria es “uno de los grandes desafíos”, afirma.
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De las cerca de 1.400 personas que pernoctan a la intemperie en Montevideo, 53% estuvieron privadas de libertad, la mitad de éstos hasta tres veces.
“Nunca estuve preso, pero la mayoría de los muchachos acá en la vuelta sí”, dice Alejandro, un cuidacoches de 38 años que prefiere no dar su apellido. Lleva seis años deambulando día y noche por la Ciudad Vieja.
Emanuel Rodríguez, de 21 años, tampoco estuvo encarcelado, pero cuenta que en el refugio del Mides donde duerme hay gente con tobillera de vigilancia y expresidiarios.
“La mayoría de los que buscan un refugio quieren estar un poco mejor, se siguen drogando pero ya saben que a tal hora tienen que venir para poder dormir calentito y comer. Los otros por una pitada prefieren pasar la noche afuera y cagarse de frío”, añade.
Rodríguez lleva tatuado en el cuello el nombre de su hija, “Naomi” , su motivación para dejar la pasta base y “salir adelante”.
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“Flagelo”
Para Auersperg, el aumento del consumo de droga es “otro de los grandes desafíos” .
De acuerdo con el Mides, la gran mayoría de los que duermen en la calle en Montevideo son hombres, uruguayos, de 39 años de edad promedio, de los cuales más de 90% se droga y 72% lo hace en forma diaria. Lo que más consumen es pasta base (77%) y alcohol (53%) .
“No me aguanto mis emociones tóxicas” , reconoce Alejandro, que fuma unas cinco o seis lágrimas diarias de pasta base, a 100 pesos (USD 2,5) cada una. “Todos los días quiero dejar y no puedo”.
No pide plata para comprar droga. “Agarro una escoba, barro una vereda (acera), limpio algún vidrio, ofrezco para tirar basura” , dice. Con eso gana unos 800 pesos diarios (USD 20).
Jorge Silva, un exestibador portuario de 59 años, sin techo desde hace cuatro, admite su alcoholismo: “Uno está en la calle porque a veces elige, también. Podría tomar un poco menos de vino y pagarme una pieza. No hay que mentirse”.
Para sobrevivir, vende en las ferias cosas que le dona la gente y recibe 1.600 pesos (unos USD 42) por mes del Mides. “Me dan de comer los vecinos, gracias a Dios” , apunta, y enciende un cigarrillo.
Como 43% de los censados, Pablo Perdomo terminó en la calle hace dos años por ruptura de vínculos familiares. Afirma que no tiene adicciones, pero que fue “muy cocainómano”.
Autogestión
De los encuestados por el Mides, un 40% recibió tratamiento por adicciones y un 20% estuvo internado por patologías psiquiátricas.
A sus 46 años, Willy Vallejo lleva mucho tiempo lidiando con su esquizofrenia paranoide.
Durmió en una plaza y pasó 11 años en refugios, pero ahora vive en un hogar para personas con trastornos mentales que estaban en situación de calle, una novedosa experiencia de autogestión respaldada y financiada por el Mides.
“Le pedía a Dios o al Universo no despertarme al otro día cuando estaba en un refugio. Por favor, no quiero vivir más así. Quiero vivir bien, como estoy viviendo ahora”, relata, entusiasmado con el proyecto de la casa comunitaria que comparte con otras nueve personas.
Auersperg aplaude iniciativas así.
“En la problemática de situación de calle confluyen distintas realidades” , enfatiza, por eso se deben “dar respuestas mucho más a medida, mucho más diversificadas”.