El trabajo, liderado por el investigador del CREAF Oriol Lapiedra y que publica la revista PNAS, ha descubierto un vínculo “íntimo e indisoluble entre ecología y evolución” ya que no sólo los cambios ecológicos llevan a la evolución, sino que los cambios evolutivos también provocan cambios en los ecosistemas.
Para descubrirlo, un equipo de investigación internacional ha recreado un experimento en 16 islas artificiales con 220 lagartos anolis (Anolis sangrei), una especie típica de las Bahamas, en el que han comprobado que, sólo en ocho meses, el tamaño de las patas de estos reptiles arborícolas es capaz de modificar la vegetación, los insectos y las interacciones entre los miembros de todo el ecosistema insular.
El experimento ha demostrado cómo, en las islas con lagartos anolis que tienen patas cortas, éstos se encaraman mejor a los árboles, cazan más arañas y otros insectos herbívoros y esto provoca que el arbusto de los manglares (Conocarpus erectus) crezca más rápido.
Además, estudios previos han demostrado que si llegan lagartos con patas largas a estas pequeñas islas, sus descendientes evolucionan rápidamente a tener patas más cortas
Para hacer el estudio los investigadores capturaron y midieron 488 lagartos anolis pardos, que son depredadores de arañas y otros insectos.
De todos los especímenes, se quedaron con los de patas más cortas y los de patas más largas.
Después, trasladaron a estos reptiles en 16 pequeñas islas caribeñas que habían perdido todos los lagartos por culpa del huracán Dorian y en la mitad de ellas liberaron durante 8 meses los 110 lagartos con las patas más cortas, y en el otra mitad, los 110 ejemplares con las patas más largas.
Los resultados fueron que en las islas con lagartos de patas cortas las arañas han disminuido un 41%, mientras que la vegetación más común ha crecido un 102% en estas mismas islas.
En las islas con lagartos de patas largas, en cambio, no han observado un efecto significativo sobre el crecimiento de la vegetación.