El hijo menor del rey Carlos III y su primera esposa confiesa haberse sentido “culpable” por esa incapacidad de llorar, que atribuye a su restrictiva educación, en una entrevista con la cadena británica ITV, previa a la publicación el martes de su libro de memorias, titulado en español “En la sombra”.
Según extractos de esta entrevista, Carlos ni siquiera le abrazó cuando le comunicó la muerte de su madre sentado en su cama en el castillo escocés de Balmoral.
Enrique revela también que el hermano de Diana, el conde Carlos Spencer, se opuso inicialmente, calificándolo de “barbaridad”, a que Guillermo y Enrique, entonces de 15 y 12 años, caminaran detrás del ataúd de su madre durante la procesión pública por su entierro, un acto que afectó profundamente a los menores.
El príncipe de 38 años dice que él y seguramente también su hermano -el actual heredero al trono- se sintieron culpables al ver y estrechar la mano a miles de ciudadanos que lloraban, cuando ellos no eran capaces de demostrar emoción.
“Había 50.000 ramos de flores para nuestra madre y ahí estábamos, estrechándole la mano a la gente, sonriendo…”, rememora Enrique, que agrega que luego entendieron por qué tenían las manos “mojadas”, era “de secarse las lágrimas”.
“Todo el mundo pensaba y sentía que conocía a nuestra madre, y las dos personas más cercanas a ella, las dos personas que ella más amaba, no pudieron mostrar ninguna emoción en aquel momento”, declara al periodista Tom Bradby en “Enrique: La entrevista”.
El príncipe, que actualmente vive en Estados Unidos, explica asimismo que recreó el viaje en coche que llevó a la muerte de su madre el 31 de agosto de 1997 en un túnel en París, con la esperanza de poner fin “a una década de dolor implacable”.
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