Titulada “¡Surreal! La imaginación de nuevas realidades”, esta exposición, abierta hasta el próximo 16 de octubre, reflexiona sobre una relación insólita, asimétrica y tensa, por un lado; duradera, sin duda fructífera y hoy histórica, por el otro.
Las obras de más de 50 exponentes y precursores del surrealismo, entre ellos Salvador Dalí, Max Ernst, Pablo Picasso, Man Ray, Hans Bellmer, Giorgio de Chirico, Yves Tanguy o Meret Oppenheim, pertenecientes a la colección privada Klewan, se presentan aquí como frutos de la fuerte influencia del psicoanálisis.
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Pieza clave e hilo conductor de la reflexión histórica es, sobre todo, la larga correspondencia entre Freud y Breton. Las cartas, algunas originales, se muestran en una vitrina junto a revistas y publicaciones del movimiento surrealista.
Añorada Berggasse 19
Precisamente el lugar de la muestra, el Museo Sigmund Freud en la famosa dirección de Berggasse 19, cuna de la ciencia del inconsciente, es donde se inició esa interacción entre arte y psicoanálisis que se prolongó casi dos décadas.
Comenzó aquí, en 1921, con el único encuentro entre un Breton de 25 años, y su admirado “gran sabio vienés”, de 65. Y terminó en 1938, cuando Salvador Dalí, tras un infructuoso intento en Viena, es recibido por el ya octogenario Freud en su casa en Londres, donde se había refugiado de la persecución nazi, un año antes de morir.
El domicilio vienés donde el célebre pensador vivió y trabajó 47 años se convirtió en “un lugar de añoranza” para Breton y Dalí, ya que Freud “situó aquí el sueño en el centro de su investigación”, destaca la directora del museo, Monika Pessler.
Entusiasmo y escepticismo
“A pesar de que recibo tantas pruebas del interés que usted y sus amigos tienen por mis investigaciones, yo mismo no soy capaz de aclararme qué es y qué quiere el surrealismo”, le escribió a Breton en diciembre de 1932 el autor de “La interpretación de los sueños”.
Aludía así no solo a las múltiples manifestaciones de una entusiasta admiración de los surrealistas, sino también a las innumerables referencias al psicoanálisis con las que éstos fundamentaron los pilares del joven movimiento artístico.
“Breton y su círculo inicial de figuras literarias, que se formó en París a principios de los años veinte, se apoyan en Freud”, a quien atribuyen haber destapado una capa profunda del ser humano, y abrazan, sobre todo, sus teorías sobre el sueño y el inconsciente, recuerda la comisaria de la muestra, Daniela Finzi.
Sin embargo, a Freud no le dicen nada las nuevas creaciones, ni las literarias ni las plásticas, y confiesa que su gusto son los grandes clásicos. Ello no impide que mantengan un interesante intercambio epistolar y que Breton le siga enviando obras dedicadas.
Freud, aunque siempre muy respetuoso, deja claro en sus misivas que no entiende la interpretación que hacen los artistas de sus postulados, razón por la que rechaza la petición de Breton de contribuir a un libro sobre los sueños en 1937.
Breton reaccionó citando ese rechazo en su volumen, y un año más tarde escribiría “¡Viva Freud, el gran sabio vienés!” en su “Dictionnaire abrégé du Surréalisme”.
Utopía Vs pragmatismo
“Para Freud, el sueño es el punto de partida, mientras que para los surrealistas es el fin. Lo tienen y dicen: ya está”, destaca a Efe Pessler al comentar las divergencias entre el acercamiento científico al inconsciente, y el artístico.
“Los surrealistas querían una utopía, una fusión de la realidad con el inconsciente, liberarse de la razón”, señala.
Pero como médico, Freud fue “muy pragmático”. Con su trabajo analítico buscaba dar más espacio al uso de la razón y reducir el sufrimiento de sus pacientes en la realidad que les tocaba vivir.
¿Y qué diría al ver las imágenes oníricas que cuelgan ahora en las paredes de su antaño salón y comedor?
Pessler responde convencida de que hoy daría su visto bueno a la exposición, pues las piezas son de gran relevancia histórica y Freud “siempre se mostró muy interesado en la historia”.
Además, añade, su encuentro con Dalí no lo dejó frío: en una carta al escritor Stefan Zweig se manifestó impresionado por el temperamento apasionado del artista catalán y dijo que le hubiera interesado “investigar analíticamente la génesis” de su obra.