“No más Hiroshima, no más Nagasaki y no más guerra” es el mensaje que han repetido siete supervivientes durante su participación por vídeoconferencia en un foro organizado por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), Premio Nobel de la Paz en 2017.
“Los países que tienen armas nucleares nos amenazan y la paz parece lejana. Pido un mundo sin este armamento, tenemos que garantizar la paz en todos los rincones del mundo”, declaró Toshiko Tanaka, que tenía sólo 6 años cuando, el 6 de agosto de 1945, la bomba de uranio lanzada sobre Hiroshima explotó a dos kilómetros de su casa.
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La conferencia de la ICAN reúne a políticos, expertos y miembros de la sociedad civil para abordar la prohibición de las armas atómicas, y sirve de prólogo a la primera conferencia del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPNW, por su siglas en inglés), que se celebrará este martes en Viena.
Los siete “hibakusha” coincidieron en su petición, ya que ese tratado no ha sido suscrito ni por EE.UU., Francia, China, Reino Unido y Rusia, con derecho a veto en Naciones Unidas; ni por Israel, India Pakistán, y Corea del Norte, también con arsenales nucleares; ni por los miembros de la OTAN o, ni siquiera, Japón.
La mayoría de los 60 países que lo han ratificado son de América Latina, Asia y África.
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Sumiteru Taniguchi, superviviente de Nagasaki y destacado activista a favor del TPNW, falleció de cáncer gastrointestinal en 2017.
Su mensaje póstumo, sin embargo, acompañó al resto de los activistas.
"Tenemos que deshacernos de estas armas sin demora, de lo contrario, aunque lleguemos a un acuerdo, nada cambiará", indicó.
Así lo defendió también Chieko Iwanaga, de 86 años, que con nueve años estuvo expuesta a la radiación a unos 10 kilómetros de la zona cero de Nagasaki, atacada tres días después que Hiroshima.
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"Las armas nucleares matan la capacidad que tenemos los humanos de amarnos. Eso es lo que hacen las guerras, eso es lo que está sucediendo en Ucrania en este momento y es inaceptable", subrayó en una conexión en directo desde el Parque de la Paz de Nagasaki.
Cada vez quedan menos supervivientes reconocidos de los bombardeos atómicos, en parte por las reticencias de las autoridades japonesas para aceptar que las enfermedades que padecen están relacionadas con las bombas atómicas.
Su testimonio “se está ahogando lentamente”, lamentó Iwanaga, quien afirmó que sí sigue “en las voces de las personas que han fallecido”.