Por su trabajo en un departamento de ventas para una empresa de tecnología, Seipler debía dejar su casa en Florida para viajar por todo Estados Unidos y dormir cuatro noches a la semana en hoteles. En uno de ellos, situado en Minneapolis, tuvo un día de 2008 su particular epifanía, que le ha llevado a distribuir unos 70 millones de pastillas de jabón recicladas por todo el mundo.
Seipler, nacido en Fort Lauderdale (Florida) hace 46 años, se planteó qué pasaba con los jabones de cortesía de los hoteles que muchas veces se usan solo una vez y preguntó en recepción.
Al enterarse de que iban a la basura tuvo la idea de usarlos en beneficio de los cerca de 9.000 niños que mueren al año en el mundo por enfermedades prevenibles con un buen lavado de manos, como la neumonía, el cólera o una simple pero mortal diarrea.
En una entrevista con Efe se muestra orgulloso de que la empresa que fundó y dirige, Clean the World (Limpia el mundo), contribuya a la tarea de reducir la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años a causa de enfermedades relacionadas con la falta de higiene.
Según dice, de 2009 a 2020 el índice ha disminuido un 65 %.
"Eso es millones de niños. Son millones de niños", subraya el responsable de una organización que presume de formar parte del Grupo Mundial WASH (Lavar) de las Naciones Unidas.
Otra idea de garaje
No solo las grandes ideas detrás de gigantes como Apple, Amazon o Microsoft comenzaron en un garaje. La idea de Seipler de reciclar jabones usados y donarlos a los más necesitados dio sus primeros pasos en uno bien pequeño.
Con guantes y peladores de patatas él y un grupo de allegados rasparon y reciclaron un primer cargamento de jabones usados que recogieron en hoteles cercanos. Así nació Clean the World (Limpia el mundo), que ha donado ya cerca de 70 millones de pastillas de jabón recicladas y está presente en 127 países. Además, ha evitado, solo en Norteamérica, que más de mil toneladas de residuos hoteleros acaben en los basureros.
Para lograrlo han firmado acuerdos con más 8.100 hoteles, incluidas grandes cadenas como Marriott, Hyatt, Hilton o Walt Disney Resorts, que en total representan 1,4 millones de habitaciones a nivel global.
La llegada a Haití
Los primeros jabones se entregaron a organizaciones benéficas de Florida y llegaron a Haití poco antes del terremoto de 2010, que mató a unas 300.000 personas. Lo que Seipler vio allí lo abrumó.
Llevaban un cargamento de 2.000 jabones y acudieron más de 10.000 personas a una iglesia local. Una de ellas, una madre con su bebé en brazos le dijo que había perdido a dos hijos ya por enfermedades que bien podrían haberse evitado con esa sencilla combinación de grasa, solución cáustica y agua.
"Desde entonces hemos enviado alrededor de tres millones de pastillas de jabón a esa misma área, a esa iglesia, a esas madres, para asegurarnos de que tengan sus necesidades de jabón e higiene satisfechas", explica.
Pero son muchas más las zonas a las que han llegado estas pastillas con un dibujo de un niño junto a pompas de jabón y dentro del tradicional símbolo circular del reciclaje: Centroamérica, Ecuador, República Dominicana, la frontera de México y Estados Unidos, Somalia o Siria, entre otros muchos.
Y pronto también enviarán kits de higiene con jabón, champú, pasta de dientes y quizás desinfectante para manos o calcetines a Polonia y Rumanía, a donde llegan cientos de miles de refugiados ucranianos que huyen de su país por la invasión rusa.
Agradecimiento eterno
Seipler habla con ternura de las madres a las que entregan cada año seis millones de pastillas de jabón, mujeres víctimas de una "pobreza abyecta" que agradecen que con esos productos desperdiciados en los países avanzados quizás no tendrán que seguir enterrando a sus hijos.
"El momento de mayor orgullo es cuando me dijeron: 'Oramos para que no solo nos traigas más, sino para que puedas llevar jabón a otras madres del mundo que están sufriendo igual que nosotras'", recuerda.
Pero ese sueño de poder ayudar a madres de todo el mundo peligró seriamente cuando más necesaria era su iniciativa: la pandemia obligó a cerrar miles de hoteles y se interrumpió el flujo de jabones.
La ONG de este emprendedor que con 7 años abrió un puesto callejero de limonada y palomitas de maíz ha donado desde 2017 más de 32.000 duchas móviles para que personas sin hogar puedan asearse en enclaves de la ciudad donde se les ofrecen además servicios como asesoramiento sobre salud mental.
Y ya trabaja en proyectos de reciclaje de las enormes cantidades de plástico en la industria hotelera y le preocupa la creciente inseguridad en el acceso al agua limpia.