Gabriela Wiener: Fiestear entre cholas sirve para curar la herida colonial

BOGOTÁ. El último libro de la peruana Gabriela Wiener, “Huaco Retrato”, que este sábado presenta en la Feria del Libro de Bogotá (FilBO), es un “llamado a la desobediencia” y un viaje a las raíces de los pueblos colonizados, de las familias latinoamericanas y de reparación conjunta para “abrazar lo bastardo” y la diversidad.

La escritora peruana Gabriela Wiener durante una entrevista con Efe en Bogotá (Colombia). El último libro de la peruana Gabriela Wiener, "Huaco Retrato", que este sábado presenta en la Feria del Libro de Bogotá (FilBO), es un "llamado a la desobediencia" y un viaje a las raíces de los pueblos colonizados, de las familias latinoamericanas y de reparación conjunta para "abrazar lo bastardo" y la diversidad.
La escritora peruana Gabriela Wiener durante una entrevista con Efe en Bogotá (Colombia). El último libro de la peruana Gabriela Wiener, "Huaco Retrato", que este sábado presenta en la Feria del Libro de Bogotá (FilBO), es un "llamado a la desobediencia" y un viaje a las raíces de los pueblos colonizados, de las familias latinoamericanas y de reparación conjunta para "abrazar lo bastardo" y la diversidad.Carlos Ortega

“El libro es decir que la colonialidad todavía nos atraviesa, que no podemos hablar de una condición postcolonial, porque la condición ahora mismo es, en todo caso, anticolonial. Estamos en un momento de resistencia a lo colonial”, explica Wiener (Lima, 1975), en una entrevista con Efe desde Bogotá.

"Huaco Retrato" (Random House, 2021) es su búsqueda personal y el relato sobre su tatarabuelo, Charles Wiener, un "explorador" austríaco que estuvo cerca de encontrar las ruinas de Machu Picchu y expolió más de 4.000 piezas precolombinas y se las llevó a París en 1877. También dejó embarazada a una mujer en Perú, María, la tatarabuela de Gabriela.

El punto de partida es la protagonista en el Musée du quay Branly, en París, frente a una de las piezas que se llevó Wiener, un huaco retrato, esas esculturas precolombinas que representan el rostro indígena.

"Mirarse ahí, en esa cara, era mirarse en el espejo de los siglos, era mirarse en un espejo donde no se quería ver porque de alguna manera ella es parte de huaco y parte también del huaquero", resume Wiener.

A ella en el colegio, como a tantas niñas con rasgos indígenas o cholos, la insultaban llamándole "cara de huaco", pero a la vez su apellido, conservado por tres generaciones, le decía lo contrario.

Son esas contradicciones, con las que conviven muchas personas, las que atraviesan su relato. Contradicciones que trata "no de manera fácil y feliz sino también con bastante dolor, con bastante herida" en un "proceso que se inicia de reivindicación y de sanación".

Es volver a mirar al huaco de frente, junto a todas esas niñas a las que las han insultado por su piel marrón, y "ya no sentir vergüenza, sino sentir orgullo y hermandad", alude la escritora.

"Tengo a un montón de cholas como yo, con cuerpos no delgados, estéticamente aceptados y valorados, encontrándonos, deseándonos, fiesteando... son otras formas de curar lo que llamamos muchas una herida colonial, una herida de racismo muy bestia que hemos vivido desde que somos niñas cholas", subraya.

Desde la experiencia cruda

La literatura de Wiener ha estado muy vinculada a algo de lo que se ríe y critica en su libro, la autoficción; a un desnudamiento personal, a narrar su vivencia poliamorosa, su vida desde la disidencia y "desde la experiencia más cruda y desvergonzada".

En su obra se mezcla la Gabriela periodista -la que pertenece al prestigioso club de grandes cronistas-, la escritora y la activista, sin resentimientos, como lo afirma durante la entrevista en la que exhibe una camiseta por la regularización de migrantes en España.

Lo ha hecho en libros, en sus columnas en medios del todo el mundo y también en "performance" y obras de teatro como "Qué locura enamorarme yo de ti", que traerá este año a Colombia.

"No me molesta que la gente encuentre que mi literatura pueda ser política o que mi vida pueda ser disidente o que mis luchas tengan que ver con la anticolonial y con el antirracismo porque es real", asegura quien sabe que hay quien se asoma a su obra con una mirada morbosa o "chismográfica" y que hay quien le critica por hablar de sí misma.

Al respecto apunta: "Al final solamente te ponen lupa cuando eres una escritora, cuando eres una disidencia, cuando escribes de tu cuerpo; es ahí donde ponen pegas. Siempre es como: 'Él está haciendo literatura, tú estás haciendo ombliguismo'".

Wiener forma parte de ese "boom de escritoras latinoamericanas" del que tanto se habla desde hace unos años, pero que hace una década tildaban de literatura menor. Pero ellas siguieron escribiendo, siguieron en sus derroteros. "Escribimos, existimos", subraya.

Algunas de esas escritoras, como las colombianas Pilar Quintana y Laura Restrepo, la uruguaya Fernanda Trías o la argentina Camila Sosa, estarán junto a ella estos días en la Feria del Libro de Bogotá, pero Wiener aprovecha para recomendar a una "poeta casi perdida, una poeta absolutamente disidente y obviamente suicida": su compatriota Emilia Cornejo.

"Soy la muchacha mala de la historia, la que fornicó con tres hombres y le sacó cuernos a su marido. (...) Soy la mujer que lo castró con infinitos gestos de ternura y gemidos falsos en la cama. Soy la muchacha mala de la historia", decía Cornejo en uno de sus poemas.

Y así, dice Wiener, se sienten aún: como las muchachas malas de la historia.

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