Cobijada en la Brussels Expo bajo el título “El Principito entre los hombres”, la visita sigue un itinerario en cuatro capítulos a través de los cuales los espectadores descubren una novela alegórica, poética y filosófica que, disfrazada bajo la apariencia de cuento, se ha convertido en una de las obras más vendidas y traducidas de todos los tiempos.
La exposición, inaugurada este viernes y abierta hasta el 30 de junio, es una oda al polifacético autor, el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, que también fue reportero, pionero de la aviación y miembro de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, con una ruta acompañada por la voz de Marie, su madre, que narra su periplo biográfico a través de la audioguía.
"La idea es sumergir a los visitantes en universos que son diferentes, pero complementarios: el del autor y el del personaje. Nuestra intención, de hecho, es mostrar que Antoine y el Principito son, quizás y sin duda, la misma persona", explica a EFE la coordinadora de la exposición, Louise Schoemans, jefa de proyectos en Tempora.
El recorrido transporta al transeúnte por un viaje iniciático que comienza por una sala sumida en una atmósfera de oscuridad, únicamente iluminada por esculturas de luz que flotan en la noche para evocar a los personajes de "El Principito".
Las estatuas, creadas por el artista francés Arnaud Nazare-Aga, están concebidas para actuar como un imán para niños y curiosos que, cuando visitan un museo, no pueden resistir su irrefrenable tentación de tocar las obras.
"Era un objetivo que tenía: crear una exhibición en la que se pudiera palpar. No poder tocar fue la frustración de mi infancia, porque crecí visitando museos casi todas las semanas. Mis padres son amantes del arte y me criaron en una cultura de exposiciones. Tal vez por esta frustración me hice escultor", confiesa Nazare-Aga, en declaraciones a EFE.
El artista, que aceptó el proyecto tras descubrir que su abuelo, piloto en la guerra, fue un gran amigo de Saint-Exupery, diseñó las esculturas buscando que fueran accesibles a los deseos de todos los públicos, incluidos los de las personas con discapacidad visual.
"Quería crear un proyecto para introducir la novela a las personas ciegas. Los invidentes la conocen por el audiolibro o por el braille. Pero, ¿y los dibujos? No tienen acceso a esta parte de la obra. Sin embargo, para la mayoría de las personas los dibujos de la novela son tan importantes como el texto", continúa Nazare-Aga.
El trayecto conduce a los visitantes hacia una habitación de realidad aumentada donde pueden jugar al escondite con el Principito rodeados de proyecciones de imágenes, efectos audiovisuales y decorados imponentes que imitan el mundo onírico del protagonista del cuento.
"Es un espectáculo inmersivo en 360 grados que, en realidad, reproduce un gigantesco libro decorado sobre el que se reflejan figuras mágicas y hechizantes que narran la vida de Antoine de Saint-Exupéry, pero en paralelo con la historia del personaje", añade Schoemans.
La exposición es un regalo para el Principito por su 75 cumpleaños, pero también rinde homenaje al 120 aniversario del nacimiento de su autor, por lo que dedica toda una sección a la vida de Saint-Exupéry, con dibujos originales, escritos y objetos personales.
"Tenemos una pieza de los restos de su avión, con el que perdió la vida, o incluso su brazalete que fue pescado en el Mar Mediterráneo. Está lleno de cosas que se enseñan a los espectadores para que puedan formar parte de la vida y obra del escritor", describe la jefa de proyectos.
Como broche final, el recorrido ofrece un taller interactivo donde, a través de pequeños juegos y un espacio de realidad virtual, el Principito invita a los visitantes a posicionarse sobre una serie de temas que cautivaron a Saint-Exupéry y que siguen siendo de actualidad.
Así, con una reflexión sobre la espiritualidad, la amistad y el sentido de la responsabilidad, el viaje multisensorial del transeúnte culmina con la misma invitación a retornar a la infancia que tendió el aviador al escribir “El Principito”, porque, como decía su autor, todas las personas mayores fueron niños alguna vez, aunque pocas de ellas lo recuerden.