Las historias poco conocidas de mujeres de “armas tomar” en América

MADRID. Desde la monja alférez, “el primer travestido en América”, a una almirante de los mares del sur, muchas mujeres de “armas tomar” vivieron historias dignas de película durante la época colonial española, como relata en una entrevista con Efe el historiador Miguel Romero.

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Su último libro, “Caballeros de conquista… Y mujeres de armas tomar. Génesis de la aventura americana”, de la editorial Edaf, pone en valor el protagonismo que también tuvieron ellas desde la llegada de Cristóbal Colón a América.

Pero que “por desgracia” no es tan conocido como el de los hombres, porque los cronistas eran ellos y el papel de la mujer era considerado secundario, explica el autor en la sede de Edaf en Madrid.

Heroínas con historias de película

Miguel Romero (Boniches, España, 1952) se sentía “un poco herido” en su orgullo como profesor de historia de América durante muchos años al ver que estas “heroínas” de aquella época, sobre todo desde el siglo XVI, apenas son conocidas, y decidió escribir este ensayo con una función didáctica.

Apenas la de Catalina de Erauso ha llegado a nuestros días, la conocida como monja alférez, una mujer que pasó de novicia a soldado, vestida como hombre, de ahí que se considere el “primer travestido en América”.

El autor recuerda que de esta mujer sí recogieron su historia los cronistas, que la describieron como “asesina confesa de al menos diez hombres, pendenciera, ludópata, virgen, lesbiana y trasmutada en hombre” a esta pícara que conoció la cárcel, tuvo la soga al cuello pero salvó la vida y acabó siendo recibida por el rey Felipe IV y el papa Urbano VIII.

Pero otras pasaron más desapercibidas, como la de Isabel Barreto, primera almirante de la flota imperial española, que tuvo que dirigirla en los mares del sur “en un sitio tan tremendo como las islas Salomón” entonces.

Ante marineros de todo tipo, incluidos expresidiarios, "tuvo que afrontar esa capacidad de mando durante bastante tiempo en aguas desconocidas” al morir su esposo Álvaro de Mendaña, en un viaje increíble en el que fue pionera en cruzar el Pacífico por el hemisferio sur.

O Mencía Calderón, primera mujer en ser nombrada adelantada del Río de La Plata, de la que el libro narra la odisea que vivió con un grupo de doncellas “ante tempestades, ataques piratas, peste, prisión en territorio portugués y hostigamientos de indígenas”.

Romero destaca otras historias como la de María Luisa Xicoténcatl, una princesa txalcalteca que se casó con Pedro de Alvarado, capitán de Hernán Cortés, y cuya hija Leonor es considerada como el inicio del mestizaje étnico y cultural en América.

Beatriz Bermúdez de Velasco, "la Bermuda", como soldado tuvo la valentía de lograr que volvieran a la lucha las tropas de Cortés en un momento en que huían en la toma de Tenochtitlán.

Otras como Inés Muñoz de Rivera participaron en la fundación de ciudades, en su caso de Lima, o María Estrada, en el de Puebla (México).

Aldonza de Villalobos fue gobernadora de isla Margarita y Beatriz de la Cueva y Benavides, “la sin ventura”, de Guatemala, mientras que Francisca Enríquez, “la chinchona”, fue virreina del Perú, además de “descubridora” de la quinina, un remedio contra muchos males y que conoció de los indígenas.

De los derechos de esos pueblos originarios fue defensora María Álvarez de Toledo, primera virreina consorte de las Indias, casada con Diego de Colón, primogénito de Cristóbal Colón.

Inés Suárez, pareja de Pedro de Valdivia, una soldado que inspiró el libro “Inés del alma mía” de Isabel Allende.

El papel que merece la mujer

“Es necesario darle el papel que merecieron estas mujeres”, asevera el autor, pues en aquella época llevaron la cultura mientras los hombres hacían la guerra y "todas fueron importantes, todas sufrieron mucho para definir su identidad, para poder ocupar su puesto social”.

Miguel Romero anima a ver la historia de ese periodo de otra manera, no como generalmente se ha enseñado, pues “el papel de España en América es indiscutible”, con sus luces y sombras, para comprenderla desde la mentalidad de aquel momento y no con la de nuestros días.

“Me siento no orgulloso, pero sí satisfecho”, como español, de ese legado, concluye Romero, cronista oficial de la ciudad española de Cuenca, autor más de cuarenta libros, profesor en distintas universidades y miembro de academias de historia en España y América, con destacados premios a lo largo de su trayectoria.

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