Moro, de 47 años, fue juez de la megaoperación anticorrupción “Lava Jato” , que desde 2014 llevó a la cárcel a decenas de empresarios y políticos, entre ellos el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva -en libertad desde noviembre de 2019 después de estar encarcelado un año y siete meses-. A finales de 2018 el famoso juez renunció a 22 años de magistratura al aceptar ser ministro de Bolsonaro, quien lograba atraer así la bandera del combate a la corrupción.
Sin embargo, el periplo de Moro en el Ejecutivo estuvo lleno de percances. En junio de 2019, unas filtraciones publicadas por la web de investigación The Intercept, del estadounidense Glenn Greenwald, pusieron en tela juicio su imparcialidad. Los mensajes capturados del aplicativo Telegram insinuaron que el entonces juez podría haber extralimitado sus competencias al orientar la investigación contra el expresidente Lula.
Ya el 24 de abril de 2020 convocó una explosiva conferencia de prensa para presentar su dimisión alegando una supuesta “injerencia” de Bolsonaro en la Policía Federal en asuntos relativos a investigaciones que pueden llegar a afectar a alguno de sus hijos. “Mi salida del Gobierno fue exactamente para llamar la atención sobre este tema, relacionado en el caso específico con la Policía Federal, pero hubo noticias de interferencia de otros organismos administrativos”, subrayó. Moro, el miembro más popular del Gobierno durante los 15 meses que ejerció como ministro, desencadenó con sus acusaciones una investigación dirigida por el Tribunal Supremo Federal, que dilucida si Bolsonaro se inmiscuyó.
En caso de que se comprueben las acusaciones, el mandatario puede ser sometido a un juicio e incluso ser cesado del cargo. En la entrevista por videoconferencia desde su domicilio de Curitiba (sur de Brasil), Moro acusa al presidente de “negacionismo” ante la COVID-19, que ha matado en el país a casi 70.000 personas e infectado a 1,7 millones; lamenta la “polarización política nociva” ; y evita hablar de una posible candidatura presidencial para 2022.
P. El presidente Bolsonaro ha resultado infectado con coronavirus. ¿Cómo recibió esa noticia?
R. Le deseo una plena recuperación y espero que no sufra los peores síntomas o peores consecuencias. Cuando estaba en el Gobierno, fui un crítico y siempre dije que se necesitaba tener una política federal enfocada en el combate a la pandemia. No obstante, con todo el respeto al presidente, hubo una omisión por culpa del negacionismo del presidente y eso fue muy negativo para el país.
P. ¿Su salida del Ejecutivo también estuvo relacionada con la gestión de la COVID-19?
R. El principal problema fue la injerencia en la Policía Federal, pero esa parte de la pandemia también generaba cierta incomodidad.Internamente, siempre me posicioné para que tuviésemos una política nacional, siguiendo lo que la ciencia nos dice sobre la enfermedad.Apoyé a Luiz Henrique Mandetta (ministro de Salud cesado) y eso fue uno de los focos de tensión con el presidente.
P. ¿Su salida ayudó o perjudicó al Gobierno?
R. No fue mi intención perjudicar al Gobierno. Lamenté mi salida, pero no podía permanecer dentro del Ejecutivo en aquel contexto. Me marché e hice públicos los hechos que motivaron mi salida. Solo quería proteger a la Policía Federal (Moro alegó que Bolsonaro le presionó para sustituir al superintendente de la Policía Federal en Río de Janeiro, que dirigía algunas investigaciones incómodas para el clan Bolsonaro) .
P. La situación política es tensa en Brasil. Ha habido un grupúsculo que se dice defensor del presidente hostigando al Tribunal Supremo, por ejemplo. ¿Cree que el país está próximo a una ruptura institucional?
R. No hay una ruptura en curso y el propio presidente ha contribuido con un discurso más moderado (...) Lo que hay que reprobar es esa evocación para generar inestabilidad, lo que ha venido sucediendo por culpa de declaraciones ambiguas desde Planalto (palacio presidencial) .
P. ¿Hay realmente milicias armadas defendiendo al Gobierno?
R. En Brasil lo que hay es un polarización política nociva, tanto de la extrema derecha, como de la extrema izquierda, y las redes sociales se han usado para diseminar esas amenazas, noticias falsas, ese discurso de odio. Y eso no es bueno para la democracia.
P. ¿Sería posible una nueva “Lava Jato” durante el Gobierno Bolsonaro (en 2014, cuando se inició la operación, la presidenta era la izquierdista Dilma Rousseff) ?
R. La agenda anticorrupción es una política de Estado. Hoy, sinceramente tengo dudas hasta qué punto está garantizada la autonomía de órganos de control. Mi salida del Gobierno fue exactamente para llamar la atención sobre este tema, relacionado en el caso específico con la Policía Federal, pero hubo noticias de interferencia de otros organismos administrativos.
P. De alguna manera, la “Lava Jato” fue responsable por la caída del izquierdista Partido de los Trabajadores. ¿Se sienten responsables por la ascensión al poder del presidente Bolsonaro?
R. De ninguna manera. Lo que la “Lava Jato” hizo fue descubrir una trama de corrupción y varios partidos resultaron afectados, como el PMBD (centro) de Eduardo Cunha (antiguo presidente del Congreso condenado por corrupción). La “Lava Jato” no tenía bandera partidaria, todo se hizo con base en pruebas.
P. Además de los militares, los hijos del presidente (el diputado Eduardo, el concejal Carlos y el senador Flávio) tienen supuestamente peso en las decisiones del mandatario. ¿Cómo se traduce esa influencia?
R. No tenía tanto contacto con sus hijos. Los conozco, incluso pasé momentos de ocio con ellos, pero no tenía tanto contacto. Como en cualquier Gobierno existen grupos, voces diferentes, voces que no siempre coinciden con el presidente.
P. ¿Existe ese denominado “Gabinete del odio”, supuestamente dedicado a diseminar noticias falsas en internet y cuyo liderazgo es atribuido a Carlos Bolsonaro desde el palacio de Planalto?
R. Hay una investigación del Supremo sobre ese tema (el miércoles Facebook anunció que desactivaba una serie de cuentas y páginas vinculadas a asesores de los Bolsonaro) . Lo que se puede decir es que hay una red, un grupo en las redes sociales que disemina amenazas en masa, noticias falsas, normalmente en favor del Gobierno. Si esa red está asociada a Planalto, es un asunto bajo investigación. Incluso cuando dejé el Gobierno, en los días siguientes, recibí mucha información de noticias falsas que no solo corrían en Twitter, Facebook, sino también en WhatsApp, que eran cosas absurdamente falsas, inventando hechos de carácter criminal, por lo que esto no es democracia y esto ya es indicativo de manipulación del debate público.
P. ¿Cree que el caso de Fabrício Queiroz, el exasesor de Flávio Bolsonaro investigado por corrupción, puede acabar afectando el mandato del presidente?
R. Considerando mi pasado como juez y ministro de Justicia, el mejor remedio para todos esos hechos es el combate a la corrupción y cuanto más rápido (vaya el proceso) , mejor. Si no, van quedando tentativas de barrer debajo de la alfombra.
P. ¿Ha habido partidos que se le han aproximado para las elecciones presidenciales de 2022?
R. Creo que nuestro acento tiene que estar en la pandemia, la economía, la retomada de la agenda anticorrupción y otras agendas de reforma.
P. ¿Cómo ve el futuro de Brasil? ¿Hay alguna figura que pueda contraponerse a Bolsonaro?
R. Brasil es una democracia consolidada. Es importante hablar con medios internacionales precisamente porque el país tiene una imagen muy mala. Es una de las principales economías del mundo. Tenemos nuestros problemas, pero íbamos avanzando. La propia “Lava Jato” fue muy elogiada internacionalmente. Hay que retomar la visión de un gran Brasil, no como algo imperial, sino como un país acogedor, tolerante, que avanza con reformas.