La guardia costera había anunciado el rescate de al menos 382 rohinyás “hambrientos” en las aguas territoriales de ese país.
En respuesta a un alerta, la patrulla de la guardia costera lanzó una búsqueda de tres días y localizó el navío por la noche en la costa sureste del país, dijo el portavoz, el teniente Shah Zia Rahman.
"Hemos rescatado al menos a 382 rohinyás de un gran barco pesquero superpoblado y los hemos llevado a una playa cerca (de la ciudad costera de) Teknaf. Se estaban muriendo de hambre", dijo Rahman a AFP, y agregó que más de 30 habían muerto a bordo.
Pero dos supervivientes informaron a la AFP que los fallecidos eran al menos 60, tras sufrir condiciones indescriptibles a bordo del pequeño buque.
“Había más de 500 personas bordo, todos apretados. Al menos se murieron 60. Entonamos plegarias funerarias y lanzamos los cuerpos al mar”, explicó a la AFP un hombre que se identificó como Anwarul Islam.
"No teníamos casi alimentos, ni agua potable, ni medicamentos", añadió. "El capitán intentó violar a una de nuestras mujeres y estalló una pelea. Lo matamos y tiramos su cuerpo al mar", explicó.
Otro superviviente, Anwar Alam, explicó: “entramos tres veces (en aguas de) Malasia, pero no nos dejaron pasar. Muchos murieron de calor. Había demasiada gente a bordo, sobre todo mujeres y niños”.
La agencia marítima malasia declinó hacer cualquier comentario.
Malasia ha implementado una estricto control costero debido a la pandemia de coronavirus, señaló el periódico local bangladesí Dhaka Tribune.
Los rohinyás provienen aparentemente de campos de refugiados en la costa sureste de Bangladés.
Rahman dijo que las autoridades investigarían la posibilidad de que los refugiados también pudieran haber venido de la región original de los rohinyás, el estado de Rajín, en Birmania, donde constituyen una minoría musulmana perseguida.
Imágenes publicadas en Facebook por un periodista local mostraban principalmente mujeres y niños, demacrados, en una playa.
Casi un millón de rohinyás viven en miserables campamentos cerca de la frontera de Bangladés con Birmania, de donde muchos de ellos han huido escapando de una brutal represión militar que comenzó en 2017.