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Ella tenía 32 años cuando recibió el primer diagnóstico de cáncer de mama. Madre de dos niñas, estaba casada y se dedicaba al rubro de las flores. Su vida cambió por completo, pero venció a la enfermedad. En plena pandemia del Covid 19, 28 años después de aquella alta definitiva, el cáncer volvió. Esta es la historia de vida de Edith Estigarribia.
Hacía solo un año y medio que dejó de amamantar a su hija menor cuando comenzó a sentir un nódulo en el pecho, por lo que fue a consultar.
“En aquella época (1993) había pocos pacientes, no como ahora. Me atendió un médico que solo con la palpación me dio el diagnóstico, no había los estudios que hay ahora, así que me dijo que tenía que volver en un año”, recuerda.
Un año y medio después volvió a la consulta y luego de algunos estudios médicos y una biopsia fue diagnosticada “oficialmente” con cáncer de mama.
“De inmediato me hicieron la mastectomía, no tenía otra opción, al menos en esa época. Me suministraron quimioterapia oral por 15 años”, especifica.
Comenta que la mama derecha fue completamente desmembrada, fue una cirugía grande, ya que abarcaba hasta la axila.
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La menopausia y el covid
Los médicos suspendieron la quimioterapia ante los primeros síntomas de la menopausia y dieron el alta definitiva.
Llegó la pandemia por Covid 19 por lo que en el 2020 Edith no pudo realizarse el control anual (sólo las urgencias estaban habilitadas).
Una vez que los servicios comenzaron a funcionar pudo realizarse el control, en la primera semana del 2021. “No tenía síntomas”.
Se aferró más a la vida
El nuevo diagnóstico señalaba que el cáncer, en la mama izquierda, ya había hecho metástasis en el hígado y parte del hueso.
El tratamiento de quimioterapia comenzó en mayo del 2022 y sigue hasta hoy. “Las primeras 10 sesiones fueron quimioterapia y a partir de ahí es mantenimiento, ya no me operaron porque se debía combatir en dos órganos más”, agrega.
“El cáncer es una palabra que asusta”
“El cáncer es una palabra que asusta, es un monstruo, es miedo. Recibir el diagnóstico es como tener solo dos caminos: avanzar o dejarse vencer”, reflexiona.
Considera que vencer el cáncer es la batalla más dura que una persona puede tener y que necesita de, por lo menos, el uno por ciento de querer sobrevivir.
“Creo que el 99 por ciento de lo que se necesita para sobrevivir está en la fe en Dios y tener claro por quién luchar contra este monstruo”, manifestó.
Reconstrucción mamaria
Pasaron 20 años de aquel primer diagnóstico cuando ella decidió realizarse la reconstrucción mamaria.
Fue una decisión difícil porque la cirugía para extirpar el cáncer fue muy grande y ella no quería volver a pasar por una situación similar.
Resalta que la reconstrucción no es solo una cuestión estética, si no, de volver a equilibrar la postura y el peso de la espalda para evitar problemas en la columna. “No tener un pecho es lo de menos después de pasar un cáncer, pero una siempre quiere verse bien”, dice.
“Somos una carga económica para el Gobierno”
Para la primera etapa ella y su familia lograron solventar los costos de medicamentos, siempre con ayuda de amigos y personas allegadas.
“En aquella época los pacientes en el Instituto del Cáncer éramos pocos, pero hoy es diferente. Convivís con la enfermedad, te despertás de madrugada con algún dolor y al levantarte tenés que ir a pelear por medicamentos, estudios o una atención”, explica.
Reclamó que los gobernantes de turno no se preocupen ni ocupen de los pacientes con cáncer y señala que son vistos como una carga económica, un gasto innecesario “porque todos vamos a morir”.
Costoso tratamiento
La sesión de mantenimiento que se realiza Edith tiene un costo de G. 22 millones cada 15 días y cada seis meses debe aplicarse un medicamento cuyo valor es de G. 30 millones.
“Todo esto me proveen ahora, tengo dos recursos de amparo que presenté porque hubo meses que no llegaba para cubrir los costos de la medicación”, indicó.
Comentó que vende lo que puede para solventar los costos del tratamiento y no dejó de trabajar a pesar de lo invasivo del tratamiento “por querer vivir más”.
“Soy bendecida”
“Soy bendecida, no solo dos veces, sino siempre, porque trabajo en mi casa, soy florista y tejedora de ñandutí, me levanto todos los días para trabajar en medio de mi tratamiento”, indicó.
Insta a pacientes con su mismo diagnóstico a no perder la fe ni la esperanza, porque es lo que les ayudará a luchar y salir adelante con el acompañamiento de los seres queridos.
“El cáncer no es para las princesas, es para las guerreras. Es una guerra de la que uno se tiene que levantar con la frente en alto todos los días, a pesar de todo y hasta con lágrimas. Tenemos que sacudirnos y seguir para adelante, no podemos perder tiempo, aunque nadie vive para siempre, por eso tenemos que vivir como si fuera el último día”, enfatizó.
Edith está segura que tiene una misión sobre la faz de la tierra y da gracias a Dios por seguir con vida.