El alimento más antiguo del mundo (y también el más simbólico)
Mucho antes de que existiera la agricultura organizada, nuestros antepasados ya preparaban una especie de pan rudimentario con granos silvestres molidos y agua, cocido sobre piedras calientes.
Eso fue hace más de 14.000 años. Con el tiempo, el cultivo de cereales como el trigo y la invención de técnicas de fermentación dieron origen al pan tal como lo conocemos: un alimento que no solo nutre el cuerpo, sino también el alma.
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Egipto, Grecia, Roma: el pan como sustento y ofrenda
En el antiguo Egipto, el pan era considerado un regalo divino y símbolo de vida. Lo preparaban con levadura natural, lo ofrecían a los dioses y lo usaban como forma de pago: los obreros que construyeron las pirámides recibían raciones de pan y cerveza.
En la Grecia clásica y en Roma, el pan no solo era esencial en la mesa, sino que también tenía valor religioso y político. En Roma, por ejemplo, el Estado repartía pan a los ciudadanos como una forma de asegurar estabilidad social. Allí nacía el famoso “pan y circo”.
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Un símbolo que atraviesa religiones
En el cristianismo: durante la Última Cena, Jesús partió el pan con sus discípulos, dando origen a la Eucaristía. Desde entonces, el pan representa su cuerpo, el sacrificio y la comunión entre los fieles.
En el judaísmo: el matzá, un pan sin levadura, es protagonista en la Pascua judía. Simboliza la libertad del pueblo hebreo al huir de Egipto y evoca la simplicidad y la pureza.

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En el islam: el pan es considerado un regalo sagrado. No debe desperdiciarse ni tocar el suelo.

En muchas culturas musulmanas, recogerlo y besarlo si cae es una muestra de respeto. Es sustento, bendición y símbolo de humildad.
El pan como identidad cultural
Cada región del mundo desarrolló su propio lenguaje a base de harina y agua: el naan en India, el lavash en Armenia, la focaccia italiana, el pan de maíz americano, la baguette francesa, el pan de queso latinoamericano. Cada uno cuenta una historia, habla del clima, la geografía, la religión y los sabores de su gente.

Incluso en plena era de fermentos caseros y panes artesanales de masa madre, el pan sigue siendo uno de los alimentos más compartidos, más fotografiados y más celebrados del mundo.
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Más que alimento: un ritual compartido
Romper el pan con alguien no es solo un acto de comer: es un gesto de confianza. Reunirse alrededor de una mesa para compartirlo sigue siendo, en muchas culturas, el momento más sagrado del día.
En bodas, funerales, celebraciones o rituales religiosos, el pan sigue siendo protagonista.
El pan no es solo la base de nuestra alimentación: es la memoria de los pueblos, el lenguaje del hogar y el símbolo silencioso de la unión entre personas. En un mundo que cambia rápido, su presencia constante nos recuerda que hay cosas que nunca dejan de tener valor.