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¿Sabías que tenemos más bacterias en nuestro cuerpo que células humanas? Dentro de nuestro sistema digestivo hay un complejo equilibrio entre millones de bacterias y cada ser humano es único en cuanto a la flora bacteriana que aloja. Cómo hacer para ayudar a que tus bacterias amigas se reproduzcan.
Todos vivimos inmersos en un mundo de bacterias, se encuentran por todos lados y nosotros no somos la excepción. Desde pocas horas después del nacimiento somos colonizados por bacterias que vivirán en nuestro cuerpo durante toda la vida; estas bacterias colonizan toda la piel, tracto digestivo, vías respiratorias altas, oídos y algunos otros tejidos.
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Cada ser humano es único en cuanto a la flora bacteriana que aloja. ¡Se calcula que existen unos cien millones de millones de bacterias viviendo sobre o dentro del cuerpo humano!
Estas bacterias están allí por un motivo específico, ya que algunas fabrican nutrientes para el cuerpo, por ejemplo las bacterias coliformes del intestino producen vitamina K y otras bacterias aportan otros nutrientes.
Bacterias buenas y malas
Las bacterias de la flora intestinal normal también mantienen a raya a otros microorganismos nocivos; de no ser así, seríamos invadidos por microbios que causarían daño a nuestro cuerpo: la flora forma parte de lo que comúnmente llamamos “defensas” del organismo.
Por eso, el uso de antibióticos de amplio espectro que barren con parte de la flora normal puede producir la aparición de infecciones por bacterias nocivas que normalmente crecen de forma limitada, o bien bacterias externas que llegan a un ambiente en el cual pueden colonizar sin restricciones.
También se sabe que la flora normal estimula el desarrollo del sistema inmune del cuerpo y que puede ayudar a protegernos de otras infecciones. Recientemente se la ha asociado como un factor protector que previene el desarrollo de alergias.
Sin embargo, sabemos que algunas de estas bacterias con las que convivimos diariamente pueden representar un riesgo para nuestra salud, principalmente en las siguientes situaciones:
a) cuando crecen de forma anormalmente alta.
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b) cuando existen bacterias en un sitio anormal al que les corresponde.
c) cuando existen bacterias en un sitio normalmente estéril.
Bacterias aliadas en la salud
Uno de los aspectos claves para una buena nutrición no es solo ingerir una buena cantidad de nutrientes, sino también ser capaz de procesarlos, y gran parte de ese procesamiento no lo podemos hacer sin las bacterias.
Las bacterias juegan un papel básico en la absorción y procesamiento de los hidratos de carbono. Las distintas colonias bacterianas variarán en función del tipo de hidratos que tomemos. Por ejemplo, la inulina, presente en el ajo o el puerro, tiene un efecto prebiótico, favoreciendo el crecimiento de colonias de bacterias beneficiosas.
Se ha comprobado que las personas con problemas de obesidad tienen una proporción más alta de bacterias del tipo firmicutes y menos del tipo bacteroidetes. No son solo las calorías, sino que también influye la forma en la que nuestras bacterias amigas procesan los nutrientes.
Reproduciendo la flora
De algún modo, todas las culturas ancestrales han reconocido la importancia de las bacterias en una buena nutrición. En todas ellas tenemos productos fermentados: el kéfir, el tofu, la salsa de soja, la cuajada, los quesos, otros. Aparentemente, desde bien pronto nos dimos cuenta de que tomando ciertos alimentos que incorporan bacterias como parte de la fermentación, no solo se hacían más sabrosos o les daban más nutrientes, sino que, además, estas mismas bacterias ingeridas nos ayudaban a equilibrar y mejorar nuestro propio ecosistema bacteriano.
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¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar a nuestras bacterias amigas? Dependerá mucho de cada uno. Hay personas con un buen ecosistema bacteriano que no necesitarán nada. Si por ejemplo tus digestiones son pesadas, generan muchos gases o molestias, puede ser una señal clara de que algo anda descompensado en tu flora bacteriana. Y es ahí donde entran en juego los alimentos probióticos (aquellos que contienen bacterias vivas) y prebióticos (aquellos que promueven la proliferación de bacterias) tan de moda estos días.
La maravilla del yogur
El yogur es un alimento probiótico porque se le atribuyen beneficios para la salud, especialmente para el sistema intestinal e inmunológico, es antimutágeno (sustancia que reduce la tasa de mutaciones espontáneas o que neutraliza o revierte la acción de un mutágeno) y anticancerígeno. Se ha demostrado que disminuye el nivel de colesterol malo, aporta calcio, compensa la carencia que tienen los ancianos de ácidos grasos contribuyendo a una digestión mejor, posee efectos beneficiosos sobre la flora intestinal y combate las diarreas. Además, ofrece proteínas fácilmente asimilables y resulta muy recomendable para personas que padecen intolerancia a la lactosa. Por si fuera poco, en su versión descremada aporta escasas calorías.
Los responsables de tanta maravilla son un elevado número de bacterias. El Lactobacillus bulgaricus, el L. acidofilus y el Streptococcus thermophilus en los yogures comunes, los más populares, y en los LC1; el L. casei –resistente a los jugos estomacales–, el L. reuteri –capaz de producir reutina, una sustancia similar a los antibióticos y eficaz frente a hongos y bacterias– y el bifido bacterium bifidum, que aparece en los populares BIO. La presencia de estas lactobacterias debe ser de unos 10 millones por gramo. Consejos:
- Conservar el yogur entre 1 y 4 grados.
- Verificar la fecha de vencimiento.
- Alternar unas y otras cepas de bacterias, cambiando cada tiempo de yogur para que nuestro organismo no se habitúe.
El problema de los antibióticos
Es una mala costumbre el uso indiscriminado de antibióticos de amplio espectro (como ampicilina, eritromicina, terramicina, oxacilina, penicilina, etcétera), cuando hay fiebre, dolor o inflamación en la faringe provocados por enfriamiento, baja de defensas o fatiga física y nerviosa, condición que puede ser la etapa inicial de un resfrío, gripe o catarro común provocado por virus, en el cual no se recomienda el uso de antibióticos.
Lo peor de un antibiótico tomado sin control es que estamos eliminando millones de bacterias beneficiosas. Al hacerlo, estamos afectando nuestra capacidad de absorber nutrientes y también nuestra propia capacidad de recuperación. Para evitar que las bacterias perjudiciales se hagan resistentes, siempre hay que tomar antibióticos en su justa medida y bajo criterio médico.
Fuente: consumer.es