¿Por qué horneamos galletitas y bizcochos a 180 °C?

Varios alimentos se hornean idealmente a una temperatura estándar de 180° C pero, ¿por qué? Esto depende de algunos factores que explicamos a continuación.

Hornear bizcochos.
Hornear bizcochos.Shutterstock

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Muchas recetas indican “precalentar el horno y hornear a 180 ºC”. Pero ¿por qué siempre a esa temperatura? ¿Todos los hornos pueden alcanzar los 180 °C? La reacción de Maillard es un proceso químico mediante el cual las moléculas de las proteínas y los azúcares de los alimentos reaccionan entre sí, gracias al calor. Así, por ejemplo, se dora la carne y caramelizan los jugos o se crea la corteza crujiente y tostada de carnes, panes o masas.

180 ºC son una buena medida estándar establecida como una convención general para indicar una temperatura moderada.
180 ºC son una buena medida estándar establecida como una convención general para indicar una temperatura moderada.

Esta reacción solo se consigue a partir de cierta temperatura, y los 180 ºC son una buena medida estándar establecida como una convención general para indicar una temperatura moderada, que podría ser media-alta, si además usamos ventilador o si el horno es eléctrico, frente al de gas, que tiene menos potencia.

A esa temperatura es más fácil hornear bizcochos, galletas o verduras sin tanto riesgo de carbonizarlos. El especificar 180 °C es una manera de simplificar el asunto, pues, en realidad, nuestro horno nunca está realmente a 180 °C.

Los hornos domésticos corrientes no alcanzan esa precisión –aunque los modelos de última generación están haciendo grandes avances para lograrlo–; es una mera cuestión de funcionamiento.

A la temperatura de 180° C es más fácil hornear bizcochos, galletitas o verduras sin tanto riesgo de carbonizarlos.
A la temperatura de 180° C es más fácil hornear bizcochos, galletitas o verduras sin tanto riesgo de carbonizarlos.

Por regla general, un horno funciona mediante un termostato interno que se calienta dentro de un rango más o menos variable, según la temperatura que hemos marcado. Si creemos que estamos horneando a 180 ºC, en realidad, la cifra fluctuará entre los 175 y 190 °C, aproximadamente.

Al menos es la temperatura del termostato, porque el espacio del horno también será algo diferente. Hay que tener en cuenta los puntos más calientes, o el abrir y cerrar la puerta, que afectan también a la temperatura. Por eso conviene girar lo que estemos horneando a mitad de tiempo para intentar lograr un resultado más homogéneo. Además, hay hornos con el termostato mal calibrado y otros que, simplemente, son más precarios.

Cada horno es un mundo y no debemos guiarnos ciegamente por la temperatura indicada. Si queremos controlar con más precisión el proceso, una buena inversión es un termómetro para medir la temperatura interna de los alimentos y no tanto del horno. Solo así sabremos realmente los grados a los que se está cocinando.

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