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Boris Worbel estuvo en coma. Cuando despertó, el equipo de cirujanos le había extirpado un tumor, un pulmón, pleura y parte del diafragma y el pericardio. Pasó la operación, estuvo en coma y luego, a sus 39 años, comenzó una nueva vida.
Hace tres años detectaron que tenía un crecimiento de la pleura anómalo. La tomografía computada hizo un diagnóstico y con la biopsia tuvo la confirmación: era un mesotelioma, un tumor maligno que puede darse en la pleura, el peritoneo o el pericardio. Muchos afectados mueren en el lapso de un año. Y en la mayoría de los casos la causa de esta enfermedad es bastante clara: el asbesto.
Las fibras inhaladas de asbesto quedan en los pulmones y el cuerpo no las puede ni eliminar ni deshacer. Irritan los tejidos y generan cicatrices llamadas asbestosis.
En el caso de Boris, se estima que en algún momento de los 90 estuvo en contacto con esta sustancia aunque no está en ninguno de los grupos de riesgo. Probablemente haya estado en contacto con el asbesto en sus tareas de obrero, al retirar ventanas sin máscara ni traje de protección. Antes el asbesto se usaba mucho como aislamiento en las ventanas.
Puede pasar mucho tiempo desde que uno inhaló asbesto hasta que la enfermedad se manifiesta, porque las fibras tal vez están en el pulmón sin disparar problemas hasta 40 años después.
De todos modos, si alguien tiene la sospecha de haber estado en contacto con asbesto, debería revisarse con regularidad, porque los especialistas pueden detectar la asbestosis o posibles enfermedades derivadas mediante radiografías, tomografías computadas, análisis de sangre y de pulmón.
En Alemania, un país que prohibió el uso de asbesto en 1993, se registraron unos 10.000 enfermedades nuevas probablemente derivadas de esta sustancia desde 2015, y la estadística se mantiene bastante constante.
Por supuesto, como uno pocas veces sabe a qué se está exponiendo, ante cualquier duda, y más si está en un área de demolición, utilice protección.