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"El organismo intenta regular la vigilia a través del comportamiento", explica el neurólogo Ulrich Hegerl.
Eso significa que si una persona está cansada, por ejemplo por la falta de sueño, el organismo se esfuerza más de lo habitual por mantenerlo despierto. Las personas se vuelven hiperactivas y buscan estímulos externos de todo tipo.
"Por eso después de una mala noche muchas veces no tenemos tanto sueño como podríamos presuponer", señala.
Los padres conocen bien este efecto en sus hijos agotados. Y es que muchas veces poco antes de dormirse, vuelven a excitarse y luego es muy difícil hacerlos dormir. "También en esos casos es el organismo el que juega en contra del sueño", dice Hegerl.
Y así como el cuerpo se esfuerza por luchar contra la falta de sueño, también existe el efecto contrario: "Tras un sueño largo, el organismo evita estímulos y actividades externas adicionales", explica Hegerl. Eso puede percibirse como si uno no estuviera tan despierto.
Este mecanismo autorregulador tiene un papel importante sobre todo en las personas maníaco-depresivas. "Un sueño largo puede encauzar el ánimo rumbo a la depresión y la falta de sueño supone un tratamiento probado contra la depresión", sostiene este neurólogo.
De hecho, dormir demasiado poco puede desatar manías y llevar, por ejemplo, a la hiperactividad.