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"Si los padres se alegran por el segundo hijo y transmiten esa alegría, entonces también se alegrará el primer hijo", dice la educadora Heidemarie Arnhold, que recomienda involucrar al primer hijo desde el principio en el proceso, siempre de acuerdo a su edad.
"Cuando ya se vea la panza de la mamá, el hijo mayor puede acariciarla", recomienda. "Cuando aún no está, se puede decir: Pronto tendré una panza enorme, dentro habrá un niño que ahora aún es muy pequeño".
Los padres pueden convertir todo en ritual. Por la noche, pueden decir: "Ahora vamos a cantarle al bebé", propone Judith Peltner, jefa del servicio asistencial del Centro para Padres e Hijos del Policlínico de Núremberg, en Alemania. El bebé que está por nacer lo escucha en el vientre de la madre. Y cuando nace, la hermana o el hermano mayor le puede cantar cuando esté intranquilo.
Al mismo tiempo, los padres deberían contrarrestar falsas expectativas. Muchas veces, los hijos mayores se imagen que enseguida van a poder jugar con el bebé. "Se les puede explicar que un bebé necesita mucha ayuda, que no puede jugar con el auto o la muñeca", dice Peltner.
Las personas que vengan a conocer al recién nacido, deberían prestar atención también al hermano mayor, recomienda la psicóloga Inés Brock.
La diferencia de edad más difícil son los tres años, constata Judith Peltner. "Entonces el hijo mayor está en la edad rebelde". Aprendió a contar con toda la atención de los padres. "Justo está determinando sus límites y entonces aparece un rival", agrega.
En esos casos es necesaria sobre todo la ayuda de los papás, subraya Brock. "Ellos pueden prestarle más atención al mayor cuando las madres están ocupadas con el pequeño".
Sólo se genera una competencia, según Heidemarie Arnhold, si los padres la incentivan. Lo que no se puede hacer es decir: "Tu siempre gritaste mucho y él no grita para nada". Es preferible que los padres eviten las comparaciones. En cambio, sí es bueno revisar con el mayor sus fotos de cuando era bebé.
Cuando un niño quiere ayudar, hay que permitírselo. Muchas clínicas o maternidades ofrecen cursos para hermanos. Allí, los niños de entre tres y seis años aprenden con un muñeco a cambiar los pañales, a alzar al bebé o a darle el biberón. "Sería exagerado decir que así podemos evitar los celos", comenta Peltner. "Lo que queremos es fortalecer el orgullo del hermano", explica.
Los padres no deberían preocuparse si el mayor se acerca al pequeño, recomienda Peltner. Es natural que los hermanos mayores a veces sean torpes. "Les tocan la cabeza y les tiran de la mano, pero los bebés muchas veces ni se inmutan. Hay una conexión entre los hermanos".
Así lo confirma Heidemarie Arnhold: "El contacto entre hermanos es muy positivo. Los niños reaccionan ante niños. Eso lo vemos ya desde que son bebés".
Cuando nace el pequeño, el mayor muchas veces también quiere volver a ser bebé. Es una reacción normal, señala Inés Brock. "Para los niños de tres, cuatro, cinco años es fascinante observar cómo el bebé grita y hace caca y todos se alegran por ello".
Así que el mayor también quiere probar y pide el biberón o el pecho de la mamá o incluso vuelve a mojar la cama. "Intentan imitar el comportamiento del bebé para ver si mamá reacciona igual", dice.
Pero no hay que preocuparse, señala Brock. Lo mejor es elogiar al mayor por todas las cosas que ya sabe hacer.
Cuando el mayor le hace daño al pequeño con intención, por ejemplo pellizcándolo o arañándolo, los padres deben mantener la calma, recomienda Peltner. Lo mejor es dejarle en claro: "A tí tampoco te gusta que te duela".
Para Brock, los celos son comprensibles: "Si pensamos que de repente debemos compartir a las personas que más queremos con otro ser lógicamente se desencadenen sentimientos fuertes". Cuanta más calma mantengan los padres, más fácil será. "Sólo hay que preocuparse y buscar asesoramiento si esta fase se prolonga demasiado", agrega