Un vínculo fundamental en el desarrollo
El círculo de amigos en la infancia es, tras la familia, uno de los pilares fundamentales del desarrollo social, según coinciden expertos en psicología.
Sin embargo, no todos los niños y adolescentes experimentan la pertenencia a un grupo consolidado; algunos establecen lazos más individuales y dispersos, e incluso pueden tener dificultades para integrarse en colectivos.
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Consecuencias y aprendizajes sociales
De acuerdo a Belén de Pano, codirectora del despacho Sensateca Psicología y especialista en autoestima y habilidades sociales, aproximadamente el 50% de sus pacientes busca ayuda relacionada con problemas sociales.

“Tener un grupo de amigos en la infancia es nuestro segundo foco de desarrollo. Es el aprendizaje más primario que tenemos”, explica De Pano. La profesional observa que la carencia de estas relaciones tempranas puede originar inseguridades y dificultades para relacionarse en la adultez, generando retos tan básicos como presentarse ante otros o pedir la palabra, informa El País, de España.
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Un análisis internacional sobre el aislamiento social infantil y adolescente, publicado en 2024 en la revista Frontiers in Developmental Psychology, refuerza esta visión: quienes crecen socialmente aislados o enfrentan grandes dificultades para integrarse tienen mayores probabilidades de padecer ansiedad, depresión y problemas en la formación de relaciones satisfactorias durante la edad adulta.
Diversidad de experiencias infantiles
Sin embargo, no todas las trayectorias sociales infantiles desembocan en dificultades. Algunas personas relatan haber tenido muchos amigos, aunque nunca conformaron un grupo cerrado.
Tania, de 26 años, cuenta: “Siempre he tenido muchos amigos, aunque muy dispersos. Nunca he tenido un grupo que haya perdurado, pero tampoco he experimentado soledad”.

Su experiencia evidencia que la satisfacción social puede no depender de la existencia de un grupo fijo, sino del tipo de relaciones mantenidas a lo largo del tiempo.
Cambios, pérdidas y creación de nuevos lazos
El tránsito vital puede llevar a la pérdida de amistades de la infancia. Carlos, ya jubilado, recuerda con nostalgia a su grupo del barrio y cómo un cambio de residencia en la adolescencia transformó su círculo social.
Hoy, sus amistades adultas superan en número a las de épocas anteriores, y mantiene lazos estrechos incluso con quienes conoció pasados los 55 años. “El sentimiento es como si fuera de toda la vida”, afirma sobre uno de sus mejores amigos actuales.
Dificultades sociales persistentes
Existen casos en los que las dificultades sociales persisten pese a los esfuerzos.
Según la psicóloga De Pano, uno de sus pacientes lleva más de 15 años intentando formar amistades sin éxito, situación que no solo depende de las habilidades individuales, sino también del grado de apertura de los grupos.
“Es algo bidireccional”, subraya, destacando que un grupo hermético puede dificultar la integración incluso de personas habilidosas socialmente.
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Fomentar la autoestima y habilidades sociales
El fortalecimiento de la autoestima es clave para superar la carencia de un grupo de amigos durante la infancia y adolescencia, afirma De Pano. “Trabajamos para que no se definan por con quién están, sino por quiénes son. No eres más por tener 15 amigos, ni menos por tener tres”.
El trabajo terapéutico se centra en habilidades sociales y en superar, de forma progresiva, los miedos a abrirse a los demás, desde acciones cotidianas como saludar a un camarero hasta participar en eventos sociales más grandes.
Tener un grupo de amigos en la infancia puede ser un componente decisivo para el desarrollo social y emocional. No obstante, la falta de este grupo no define de forma absoluta la capacidad de vincularse en la adultez.
El contexto, los aprendizajes personales y el trabajo sobre la autoestima y las habilidades sociales son factores determinantes en la construcción de relaciones satisfactorias, independientemente del punto de partida.