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En un TikTok un hombre se quejaba de tener que ponerse traje para un casamiento, “es incómodo”. Su compañera de trabajo explota y le dice algo como “pero ustedes no se maquillan, no se ponen a dieta para que les entre un vestido, no se tiñen el pelo ni se hacen peinados, no se hacen tratamientos ni cirugías, no usan tacos…. ¡por lo menos, pónganse un traje!”. Otra comentarista mencionaba, “vamos, que antiguamente los hombres eran más coquetos que las mujeres”.
Desde los tatuajes y las musculosas hasta la pulcritud del traje tradicional, desde el jeans y la campera hasta la tenida deportiva, todo forma parte de la historia de la imagen masculina, qué les gusta, qué quieren proyectar, cómo se quieren sentir. Dar una primera impresión en el trabajo, en una cita o en un compromiso distendido requiere ir vestidos de acuerdo a nuestro gusto y personalidad.
La coach y asesora de moda Raquel Sosa, dice: “Los tiempos han cambiado y con él el concepto de la imagen masculina. Hoy entendemos que la imagen vende, la imagen suma o resta. Tener en cuenta el arreglo personal ya no es solo cosa de mujeres”.
El arreglo masculino forma parte de la Historia. En la época de reyes y nobles, los hombres prestaban especial atención a sus polvos faciales, pelucas, perfumes, trajes y joyas, puesto que su imagen estaba vinculada directamente a la estirpe y el poder. A partir de la mitad del siglo XVII y parte del XVIII, Francia fue cuna de la moda e influyó en toda la aristocracia europea, esto ocurrió hasta la Revolución Francesa, cuando junto a la nobleza cayó aquella moda refinada.
“Hoy vemos aquel tiempo de pomposidad como un estilo más bien femenino: afeites, pelucas, trajes ‘a la francesa’. A medida que pasaron las épocas y los conceptos, los hombres fueron tomaron otro rumbo en cuanto a imagen personal y, durante mucho tiempo, se dejó entrever que cuanto menos arreglado, más masculino se era”, apunta Raquel.
En nuestra época la buena presencia se ha vuelto un requisito importante para conseguir trabajo como para relacionarnos a nivel de pareja o socialmente. En la cultura latinoamericana encontramos desde siempre hombres acostumbrados a la conquista y la coquetería. ¿Quién de niño no recuerda a su papá u otro caballero oliendo a aftershave o colonia?
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-¿Qué diferencia ve entre los hombres mayores y lo más jóvenes?
Los hombres de generaciones anteriores se arreglaban mucho o no. Los jóvenes de hoy ya tienen más integrada la idea del arreglo en su día a día, ya sea porque lo aprendieron en la casa o por la influencia de la propaganda comercial.
En mi casa somos varias mujeres y el que más se cuida es mi hijo varón, él es así desde que era un niño, se baña dos veces por día, se cuida la piel, siempre usa ropa y zapatos impecables, además cuida su alimentación y se ejercita disciplinadamente. A mí me encanta que sea así, a veces con sus hermanas le hacemos bromas sobre ese tema.
-¿Cuál es el límite entre el arreglo necesario y la exageración?
Siempre digo que el equilibrio es lo más importante, nada en exceso es bueno y también aplica en nuestro arreglo personal. Es correcto que un hombre se cuide y se vea arreglado y limpio, pero uno exageradamente arreglado podría causar una no muy buena impresión, hasta podría intimidar con su presencia.
El vanidoso tiene como motivación la admiración y valoración de todos, se obsesiona con los detalles, exagera con la higiene. El hombre equilibrado se cuida lo normal y es seguro de sí mismo.
-Hay nuevos hábitos en los muchachos jóvenes (heterosexuales), por ejemplo, depilarse no solo la zona íntima además el vello del pecho, las axilas, las piernas que antes permanecían naturales.
Sí, es algo que se está implementando mucho últimamente y creo que tiene que ver con una cuestión de higiene.
-Arreglarse también es signo de vida, de estar activos, ¿al varón le preocupa envejecer tanto como a la mujer?
Definitivamente. Creo que es una etapa crítica para ellos cuando sienten que empiezan a envejecer, hay muchos que se vuelven unos adolescentes, como si quisieran aferrarse a la juventud y lo reflejan en su actitud como en su vestimenta y peinado. Los que se separan pueden pasar por etapas de gran deseo de rejuvenecimiento, mucho más si su nueva pareja es mucho más joven que ellos.
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-Qué impresión sería la recomendable dar en cada ocasión: un casamiento, en la oficina, en la calle?
Es muy importante conocer los códigos de vestimenta para estar siempre acordes. En un casamiento la tenida debe ser formal, trajes de dos piezas, en caso de que la fiesta sea en un salón. Si es al aire libre, una estancia o la playa se usa algo más relajado.
La misma cosa en la oficina, si es un ambiente corporativo, vestimenta formal con saco y corbata, y relajado si es una empresa más informal, creativa, de marketing, etc.
En la calle se maneja el estilo personal, básicamente usar lo que lo hace sentir cómodo.
-Hay hombres que no se miran casi nunca al espejo -porque lo consideran femenino, superficial, porque les resulta cómodo o afirman que se conocen.
La imagen cuenta, vende y es un asunto que hay que tomarlo en serio, ya no se trata de algo superficial, sino que tiene que ver con el desarrollo personal y profesional. Los que se ocupen de su imagen y marca personal tendrán notable ventaja sobre los que no lo hacen.
Para varones, asesoramiento puntual
“Tuve un cliente que me contrató para trabajar en su imagen porque no estaba obteniendo la respuesta que quería, tenía pocos clientes a pesar de que era un excelente profesional.
Como trabajaba de manera independiente, no se preocupaba por su estilo de vestir y reflejaba una apariencia descuidada.
Los humanos somos seres visuales y, lastimosamente, con mucha frecuencia prejuzgamos lo que vemos. Hice con él un trabajo muy efectivo teniendo en cuenta su estilo personal y el objetivo que necesitábamos lograr.
Después de su cambio de imagen logró muchas ventas, me consta.
-¿Es igual trabajar cuestiones de imagen en mujeres y varones?
Aunque hoy en día me los hombres preguntan y me piden mucho, asesoré a muy pocos. Este joven profesional era muy capaz en lo suyo, pero su manera de vestir era muy informal y eso le restaba credibilidad; su estilo de vestir lo hacía ver muy nene. Lo que hice fue hablar con él, tuvimos una reunión presencial donde capté su debilidad, es decir, lo que teníamos que trabajar. Después hicimos todo online.
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En asesoría, no transformás a alguien en una persona que no es. Su caso presentaba a una persona natural y casual que debía ir un poco más hacia lo formal y clásico. El siguió usando jeans, pero no con una remerita de adolescente, sí con una camisa formal o con un básico y un saco.
Yo no le saco a nadie de su estilo, solo ajusto retoques para beneficiar su vida social y profesional.
Trabajar con varones en moda es más fácil que con mujeres. Las mujeres –por varios factores- tenemos más dificultad para cambiar nuestro estilo. Los hombres son menos complicados y más obedientes.
Cuando asesoro a hombres les doy lo que necesitan puntual y claramente. Creo que así, sin involucrar mi asesoramiento en su vida interior (algo que sí hago con mis clientas), la relación ha funcionado muy bien para ambos y el objetivo se cumplió al 100%.