Los diseñadores Domenico Dolce y Stefano Gabbana se conocieron en Milán a principios de los años 1980, antes de lanzar un estudio de consultoría de diseño y luego su propia marca en 1985.
Sin embargo, la identidad de la marca no proviene de la elegante capital de la moda, ciudad natal de Gabbana, sino de la herencia siciliana de Dolce, que la distingue de sus rivales en el sector del lujo.
En una sala del “Palazzo Reale”, un vestido multicolor -adornado con pompones- es exhibido junto a los objetos de la tradición artesanal siciliana que lo inspiró, como cerámicas de mayólica y azulejos cuidadosamente pintados.
Otras salas rinden homenaje a las tradiciones italianas, desde los mosaicos de las iglesias hasta la ópera.
El arte de la vidriería veneciana está presente con vestidos y tocados cubiertos de cristales o destellos plateados, en una habitación tapizada de espejos finamente elaborados y magníficas lámparas de araña colgando del techo.
La exposición “es una carta de amor abierta a la cultura italiana”, fuente de inspiración para la marca, subrayan los organizadores en un comunicado.
“Recorre el extraordinario proceso creativo de sus fundadores: desde el corazón, donde nacen las ideas, hasta las manos, que les dan forma”, detallan.
El saber hacer artesanal se exhibe en tiempo real en un taller temporal, donde sastres, modistas y artesanos trabajarán cada día en un espacio que recrea los verdaderos laboratorios de la casa de moda.
Después de Milán, la exposición realizará una gira internacional.