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Hablar del Paraguay de otras épocas, sin entrar al ámbito político, genera un placer para los románticos memoriosos. Tal es el caso de nuestro encuentro con Etele Piacentini, quien ha vivido en Asunción desde pequeña. Su madre era brasileña, ama de casa, y su padre, italiano, comerciante.
“Mi padre vino de Padua a Sudamérica en 1938 aproximadamente, era un viajante como tantos otros que huían de la guerra. A los 26 años conoció a mi mamá, de 14 años, y se casó con ella. Una tía es la que me contaba todo eso, ellos jamás hablaban de su historia.
Imaginate, un hombre con una adolescente, un alboroto fue, policía, cura del pueblo, todo el mundo intervino cuando se supo. Se casaron en Brasil, donde yo nací. Eramos 4 hermanos, yo soy la mayor”, relata. Al tiempo emigraron a Paraguay en busca de mejores oportunidades laborales.
Con una madre extremadamente joven y obediente a su esposo, Etele fue creciendo, “tuve una niñez muy feliz a pesar de que mi padre era muy estricto. Me casé casi a los 30 años, antes de eso trabajé y viajé, salía bastante, amaba la vida social”
Etele fue de las mujeres que de a poco conquistaron la libertad que no tenían sus madres. “Sabía hacer todas las cosas del hogar, sí o sí tenía que aprenderlas, no había elección, mi padre decía ‘tiene que saber hacer de todo para atender y ayudar a su marido, si es pobre o rico, igual’. Yo, para mis adentros, decía ‘jamás voy a mantener a ningún badulaque’ (risas)”
Habilidosa, única hija mujer, Etele se formó con su madre, aprendió bordado de frivolité, a pintar cuadros, a cocinar. Obviamente, como descendiente de italianos, cursó sus estudios secundarios en el Dante Alighieri, “además de mi portugués natal, hablo italiano, pero ya no tanto, porque no tengo con quién hablar”.
A pesar del férreo control de su padre, Etele logró iniciar su propio camino, “al terminar el colegio, me las ingenié para trabajar, mi padre no quería saber nada, me mezquinaba demasiado y decía que tenía que prepararme para casarme. Hoy, para las chicas ya no es un problema, pero antes la autoridad paterna era incuestionable.
Finalmente, aceptó a regañadientes, lo convencí diciéndole que iba a trabajar para ayudar en los gastos de la casa. Yo lo único que quería era hacer tortas”.
Conociendo personalmente a su maestra
“Aprendí a cocinar viendo a Josefina Velilla (Chichita) en la tele, tenía su programa en Canal 9, un día, de caradura me fui a su casa; vivía acá sobre Mcal Estigarribia. Simplemente le dije que me encantaba cocinar, tenía 20 años.
Ella me recibió de inmediato. También les daba clases de cocina a las empleadas de la casa, todas muy buenas”. Además de alumna, Etele fue como una hija para Chichita. “Estuve muchos años con ella, me enseñó de cero”.
En la pedagogía de Josefina, se aprendía a cocinar, cocinando, así que distribuía los pedidos de torta que le llegaban a las que pudieran hacerlos, y como esto incluía comprar una misma los ingredientes, pocas podían correr con los gastos.
“Yo tomaba muchísimos pedidos, fue una gran época laboral, y claro, había competencia, estaba Dora de Robledo, Paquita Jara, Clara Benza de Garófalo y otras, pero todas tenían su gente. Hoy que pienso en aquellas tortas que hacíamos, digo ¡qué feas eran, tan cargadas! Era la moda.
En aquel tiempo ya había tecnología para la cocina, batidoras importadas de Brasil, yo tenía una batidora que compré de Chichita, jamás se me descompuso, solo yo la lavaba, no dejaba a nadie tocarla”.
Etele nos muestra antiguas fotografías de sus tortas mientras va narrando: “Esta es del compromiso de la hija de Mersán, la que se casó con el Dr. Guanes. Esta otra es una torta infantil con forma de elefante, estuvo en exposición, se vendía a 14.500 G. Esta que ves aquí es un aeropuerto de Encarnación, era para el sobrino del Pte. Stroessner. Mirá, la Torre Eiffel que hicimos con arquitectos”
De repente, una foto de algún acontecimiento social destaca a Etele, muy elegante, entre otras jóvenes, “estas chicas tenían ropa más cara que la mía, pero no la sabían lucir. También estudié costura, enseñé en el Instituto de la Primera Dama.
Recuerdo que me hacía mis ropas; antes no había tiendas para comprar, por eso la costura era una profesión muy en boga. Yo compraba revista Burda y me aprendía los moldes”
-¿Cuánto ganabas por aquella época aproximadamente?
Josefina me pagaba un módico sueldo, yo no pretendía más, solo que ella me enseñara. Aprendí mucho y gané mucho haciendo tortas, pero así también gastaba todo. Trabajé hasta que me cansé.
Tenía una súper cocina Volcán de 4 hornallas. Con el tiempo fui regalando muchas cosas. Recuerdo que mamá me ayudaba a hacer las tortas, pero yo era tan argel, todo tenía que salir perfecto.
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-¿Con Chichita también cocinaban platos para eventos?
Sí, muchísimo, yo le ayudaba, ella hacía para fiestas grandiosas. Sabía y buscaba aprender más cada día; siendo de familia bien se iba al mercado 4, no le importaba lo que dijeran, ahí aprendía con las señoras. Me pasó mucha info gratis. Fue una verdadera maestra.
-Como buena repostera, exigente y perfeccionista, habrá pasado por algún apuro, alguna torta estrellada.
Nunca se me cayó ninguna torta. Una vez lo que me pasó fue que a una de las tortas (eran varios pisos) en vez de azúcar, le puse sal. Ya no tenía tiempo de hacer otra, así que tuve que salir corriendo a comprar una.
-¿Cuándo decidió retirarse?
Trabajé a full durante 10 años, dejé cuando vinieron los chicos, no podía cumplir con la casa, mi marido y los hijos; mi esposo era un hombre bueno y trabajador, pero tan estricto como mi padre.
-¿Quién hizo su torta de bodas?
Yo, para mil personas. Mi matrimonio duró 43 años.
-Se casó a una buena edad
En aquella época ya era un poco mayorcita, pero es que me encantaba tener amigos, y tenía muchos pretendientes (risas), me apasionaba mi trabajo y me encantaba salir a bailar, ¡hasta ahora!
Cuando joven salíamos en grupo, el baile era en la casa de alguien o en el club Olimpia, todo coordinado de boca en boca: a tal hora te busco, en tal lugar nos encontramos; nos divertíamos a lo grande, bailábamos polcas, tangos, cha cha cha, lo que sea. Pero solo hasta determinada hora teníamos permiso, y nadie desafiaba esa regla de los padres.
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Tiempo de reflexión y relax
Con sus 8 décadas, viuda hace 10 años, Etele o Lelé para sus allegados, luce alegre y jovial. “Diría que tengo un carácter muy abierto, nunca me enojo con nadie. Mis hijos dicen que soy ‘cargosa’, porque cuando quiero algo insisto hasta conseguirlo”. Cuenta que no toma ningún tipo de medicamentos, “a esta edad ya creo que no hacen nada, solo es un consuelo”, concluye.
Cuida su salud, pero no se niega unas buenas pastas. Su lucidez es admirable, “trato de mantenerme activa; mañana, por ejemplo, me voy al campo con mis hijos”
-¿Cree que antes la gente comía mejor que hoy?
Cada quién comía a su manera y lo que podía, si te invitaban no podías rechazar aunque no te gustara. Se comían bastantes legumbres. Aunque decimos que no se puede vivir sin proteínas, mirá cuántos pobres se pasan el día con cocido y galleta, así viven, trabajan y estudian. En Cuba vi cómo la gente se rebuscaba en la basura, y ahora acá también, algunos roban por necesidad… pobrecitos. El acceso al alimento te dice cómo está un país.
-¿Es su postura política?
Simplemente compadezco al prójimo, creo en Dios. Suelo ofrecer a algunos ancianos pobres que pasan por la calle algo de comida. Me hablan en guaraní y entiendo todo, papá nos hizo enseñar porque podíamos necesitar.
-¿Teme por un Paraguay donde crezca el hambre?
Es preocupante lo que empezamos a ver. Tengo la tranquilidad, como madre, de que mis hijos no van a morir de hambre, aprendieron el ahorro de su papá y a no derrochar nada.
-¿Qué valores recibió y volvió a legar?
El respeto, la honestidad, la confianza.
-¿Ha viajado mucho, conoció Italia?
Sí, por supuesto, viajé por muchos países cercanos con Josefina Velilla de Aquino. A Europa fui con mi marido. Tengo muchos parientes allá, hace un par de años me invitaron, todo pago; iba a ir, pero vino la pandemia.
Ya no quiero ir. Si me voy y me muero, me van a enterrar en el panteón de la nona. No quiero estar lejos de mis hijos.
-Está en una etapa de relax en Paraguay
Sí, a mí me encanta vivir en Paraguay. Tengo un buen pasar y todavía ando bien de juicio. Ya no quiero estudiar más nada, ni pintar, ahí tengo un cuadro hace años y no termino. Me gusta pasear, también toco la guitarra. No me gusta la soledad.
-Si volviera el tiempo atrás, ¿qué cambiaría?
Tengo unos 4 hermosos hijos (todos varones) y 7 nietos. Trabajé bien y viví bien. No cambiaría nada, ni siquiera el compromiso matrimonial, porque al marido, si no hay maltrato, hay que seguirlo. ¿Qué más además de la familia? La amistad, tengo muchísimas amigas y nos vemos con frecuencia. Así es mi vida.
Receta de Arroz con Leche, por Etele Piacentini (secreto revelado)
(para 10 personas)
-Arroz común (no parvorizado) 250 gramos
-Leche 3 litros.
-Canela en ramita 100 gramos.
-Cascara de 1 limón, verde grande o lima.
-Coco rallado200 g.
-Clavo de olor.
-Leche condensada 2 latas.
-Canela en polvo (para finalizar).
-2 huevos.
Preparación : Hervir 3 litros de leche con el arroz incluido y los 300 gramos de azúcar.
Incluir cascaras de limón, canela en ramitas y clavo de olor.
Revolver a fuego lento, contantemente hasta que esté espeso y blando el arroz.
A los minutos de empezar, incluir dos latas de leche condensada.
Aparte batir a punto nieve dos claras (8 minutos) y luego incorporar las yemas a las claras batidas.
Luego, cuando el arroz está blando y la leche espesa, incluir la nieve de yema y clara y seguir revolviendo hasta unificar color.
Incluir coco rallado.
Verter en un pírex y espolvorear con canela en polvo.
Dejar reposar una hora y luego a la heladera o al natural.