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Los niños que sufren de bullying y en caso de llevar mucho tiempo siendo acosados, pueden generar miedo, culpa y hasta sentir que son merecedores del maltrato, puntualiza la sicóloga clínica Sonia Báez.
Ante esto, sostiene Báez, el primer paso es ser empáticos y no juzgar, ni hacer que los niños o niñas sientan culpa.
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Si hay sospechas, conversar, lo ideal es “iniciar con una pregunta neutral, como por ejemplo ¿qué tal ha sido su día en la escuela?” o que actividades agradables realizó, y qué cosas desagradable ocurrieron en el día. Esto puede servir de mucha ayuda; para lograr este nivel de acercamiento es de suma importancia crear espacios de comunicación en el hogar.
Cómo puedo identificar si mi hijo está siendo acosado
- Las características más comunes y evidentes tiene que ver con conductas en las que el niño o niña llora y muestra dolor físico o psíquico, rechazo por ir a la escuela, finge dolencias para evitar determinadas situaciones y el entornos donde está siendo acosado o intimidado.
- También se lo puede ver triste o de humor inestable y poco comunicativo o se pueden observar conductas más agresivas, ataques de ira o rabia o bien ira o rabia contenida.
- Asimismo se manifiesta a nivel somático, como dolores de cabeza, dolores de estómago, pérdida de apetito, insomnio, enuresis y descontrol de esfínteres, vómitos, tartamudeo, malestar generalizado.
- A largo plazo esto puede llevar a problemas emocionales graves: angustia, nerviosismo y en los casos más graves, trastornos de ansiedad, depresión o de sueño. Hay estudios que concluyen que los niños que sufren acoso pueden experimentar inflamación crónica sistémica que persiste hasta la edad adulta.
- Como el bullying está presente en cualquier lugar, no es exclusivo de algún sector de la sociedad o respecto al sexo, pero son los niños con mayor frecuencia las víctimas.
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Todo lleva tiempo y tolerancia
Según Báez, este acompañamiento para enfrentar el bullying puede llevar tiempo. “Así que también es importante la tolerancia de los padres del acosado. A veces, demostrar ira hacia el agresor solo genera más problemas y retrasa la resolución de los conflictos”.
Sobre el punto, la profesional es enfática y dice que “es importante saber que el agresor es un niño que probablemente tenga una historia de violencia en el contexto familiar y que haya normalizado las conductas violentas, donde ese niño ha desarrollado conductas de agresividad por su historia familiar y por los antecedentes”.
“Recordemos que reaccionar con violencia solo trae más violencia, así que es importante esto de tener paciencia. Lo más importante es demostrar a tu hijo o hija que estás ahí, que no tiene que cambiar nada de su aspecto, ya que el acosador se centra en la apariencia de los niños para maltratar”.
Cómo podemos frenarlo
“La única vía más eficaz (para frenar el bullying) es un trabajo simultáneo, a nivel individual, familiar y sociocultural”, puntualiza Báez.
Esto implica educar para la tolerancia a las diferencias, para el respeto y la convivencia, proporcionando una educación emocional que permita el desarrollo de estrategias de comunicación para la posible víctima, de modo que pueda defenderse, y no tema pedir ayuda.
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En cuanto al agresor enseñarles estrategias de autorregulación y respeto hacia los demás y su entorno.
“Respecto a nivel escolar, la labor de los docentes es de suma importancia ofrecer a las instituciones educativas la formación necesaria para que logren identificar en los grupos esta dinámica del bullying, de esta manera ellas influyen de manera determinante en la prevención y en conjunto con profesionales de la salud que trabajen en esta área encontrar la resolución de conflictos escolares”, refiere.
¿Cómo empieza el bullying?
El bullying tiene su origen en varios factores; entre ellos los que tiene que ver con características individuales. Por ejemplo, niños y niñas que disfrutarían dominando a otros y que incluso algunas de estas serían de carácter genético.
Báez atribuye el punto de partida del bullying a que “otros chicos estarían más predispuestos por la historia familiar, en la que a menudo los adultos criticamos a lo diferente, incluso de manera sutil, con pequeño gestos y actitudes encubiertas. Es decir, padres que hacen pasar por alto el educar por el respeto a lo diferente. Otra causa también tiene que ver con dinámicas familiares agresivas, antecedentes de violencia en la familiar lo cual con el tiempo han dado el carácter que los niños, niñas y adolescentes han desarrollado”.
Finalmente, Báez destaca que es importante aclarar la incidencia del bullying en edades tempranas, “puede aparecer desde los 3 años pero oscila en mayores porcentajes entre niños de 11 a 12 años de edad, según las estadísticas. Aunque es difícil identificar en niños más pequeños ya que este grupo de niños de 3 a 4 años aún no han desarrollado muy bien el significado de empatía, por eso a veces es mucho más difícil de reconocer”.