Pimpinela brinda con las madres paraguayas

Más de treinta años de carrera condensados en treinta canciones durante dos horas de show. Los hermanos Pimpinela reconquistaron a su público y saludaron a las madres paraguayas.

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Entre cientos de canciones compartidas en escenarios, estudios de grabación y giras internacionales, Pimpinela se volvió a reunir en la noche del jueves con su público local. Un concierto emotivo, si se considera que el dúo sigue celebrando sus treinta años de vigencia con su gira Íntimo y secreto; y que, además, aprovechó la fecha para rendir tributo a las madres.

Elegantes y seductores, los hermanos Lucía (53) y Joaquín Galán (59) subieron al escenario del Centro de Convenciones de la Conmebol con la versatilidad, teatralidad y carisma que acostumbran al público que los vio crecer –ya desde la década de los ’80– como uno de los proyectos musicales más importantes la escena pop latinoamericana.

Con Estamos todos locos empezó el recital que hizo un variado repaso por la extensa trayectoria de los intérpretes. Con cuerpo de baile incluido y audiovisuales proyectados, los hermanos entregaron éxitos como Esto no es amor, ¿Yo qué soy?, Mañana, Vivir sin ti no puedo y Hay que estar en mi lugar.

El mayor de los Galán aprovechó para pedir “perdón por la demora” del regreso, mientras utilizaban elementos del escenario para los distintos pasajes musicales. Por ejemplo, sentados en una mesa mientras hacían Me hace falta una flor.

Las exitosas peleas seguían, sin dar respiro, provocando más y más aplausos. Era tiempo para temas como Es mentira, Solo hay un ganador –inspirado en un episodio difícil de la vida de Lucía, según presentó–, Olvídame y pega la vuelta –acompañados por un piano–, Tú me prometiste volver y ¿Por qué no puedo ser feliz?.

Entre tantos conflictos amorosos, el vínculo real de los Galán era motivo de tributo con Hermanos, antes que sigan los desencuentros al ritmo de Ese estúpido que llama, A esa y Valiente, aplaudidos con entusiasmo por las más de mil personas que llegaron hasta la Conmebol.

Los recuerdos volvían con Por ese hombre, con imágenes y voz de Dyango proyectados en pantalla. “El amor es dramático y sobre todo, los celos”, decía Joaquín, antes de contar la historia que inspiró La dueña de la noche: un episodio de celos enfermizos protagonizado por una mujer del barrio porteño de Villa Urquiza.

El repertorio seguía con La orilla blanca –de Alberto Testa y Eros Sciorilli–, Corazón gitano, Buena onda, Aquí estoy yo –dedicado a los hijos–, Lo mejor que la vida me dio –compuesto e interpretado con sus hijos... también desde la pantalla–. Después de eso, otro clásico: El amor no se puede olvidar.

El tributo a las madres llegaba con Querida amiga, tema que habían grabado con Diego Armando Maradona –quien también, por supuesto, apareció en la pantalla–. El brindis llegaba con La familia, con una amplia mesa puesta para el banquete, con los bailarines y asistentes interpretando a la “familia”.

Pero si la entrega ya era mucha, los Pimpinela todavía se guardaban sorpresas. Para el último tramo del show, los argentinos presentaban Amores que matan, una inesperada versión remixada –y con arreglos de ¡reguetón!– de Olvídame y pega la vuelta, Una estúpida más –con el público prácticamente extasiado– y la entusiasta Cuánto te quiero.

Con otro fragmento de Hermanos, los Pimpinela se despedían luego de dos horas de clásicos, con las madres vibrando y celebrando un Día de la Madre entre amores, desamores y el amor a la familia que tanto propagan sus ídolos peleadores.

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