Metallica en Paraguay: el día que vino y se fue

Ante cerca de 40.000 personas, el grupo californiano, pilar del thrash metal, dio su primer concierto en Paraguay con un listado de canciones elegido por el mismo público.

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Hay noches que se guardan, algunas que simplemente transcurren… y otras que nunca se olvidan. La historia que va es de las últimas; de esas que nunca se borrarán de la memoria visual y musical. Una historia que, de alguna manera, se inició varios años atrás.

Desde aquellas semanas que transcurrieron inmediatamente después de esos recordados recitales de Guns 'N Roses y Aerosmith en Asunción, en octubre de 2011, un nombre se convirtió en uno de los más reclamados -si no el más- entre el público que ahora se animaba a pedir artistas de talla mundial: Metallica.

En el período entre aquel entonces y el actual, los conciertos en el país de artistas de popularidad universal pasaron de ser una impresionante excepción a convertirse en casi una regla. Desde Paul McCartney hasta Iron Maiden, pasando por The Cure, Lady Gaga, Black Eyed Peas, The Killers, KISS... la lista es larga. Pero faltaba un nombre, aquel que no dejaba de ser reclamado.

En la noche del pasado lunes, sin embargo, esa deuda se saldó. Y de la mejor manera posible. Metallica, tras más de 30 años de música e influencia mundial, actuaba por primera vez en Paraguay.

Para cuando del escenario comenzó a salir música por primera vez, el campo, la platea y las preferencias del Jockey Club de Asunción –escenario por defecto de los conciertos más grandes– ya se hallaban llenos de fanáticos, algunos de los cuales habían estado allí desde la madrugada.

Detrás del escenario se pudo ver a James Hetfield saludar a cada uno de los músicos de la creativa y ya mundialmente popular Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura. Lejos de los flashes y con pocos testigos, el vocalista se preocupó porque los músicos paraguayos se encontraran bien… y subió hasta un rincón del escenario para verlos en su performance.

Inauguraba entonces la velada la agrupación de los jóvenes paraguayos que con sus instrumentos hechos de materiales recuperados de un vertedero de Asunción -pero que poco o nada tienen que envidiar a instrumentos hechos de forma tradicional- han recorrido el mundo ganándose una impresionante reputación, y han formado parte de la gira Metallica by Request desde su inicio, hace más de una semana en Colombia.

La orquesta dirigida por Favio Chávez, reforzada aquí por los integrantes que no pudieron sumarse a las presentaciones de la gira fuera del país, presentó un repertorio igual al que regaló al público en Bogotá, Quito y Lima días atrás,

El repertorio incluyó piezas como Carmina Burana, de Carl Orff, la Quinta Sinfonía de Beethoven, Quutamo, de Apocalyptica y la canción inédita, Concierto Reciclado para contrabajo y orquesta, del contrabajista y docente de la agrupación, Tadeo Rotela.

La presentación culminó con una triunfante versión instrumental de la canción de Metallica, Nothing else matters; el público se encargó de hacer las veces de vocalista.

Entonces le llegó el turno a De La Tierra, el “supergrupo” conformado por Andrés Giménez (ex A.N.I.M.A.L.), Andreas Kisser (Sepultura), Sr. Flavio (Los Fabulosos Cadillacs) y Álex González (Maná). Con un sonido crudo, duro y vertiginoso, una batería acelerada al máximo y bajo que sacudía el estómago, el grupo dio un repaso de canciones como Somos uno, Maldita historia, San Asesino y Detonar, Chamán de Manaus y Cosmonauta quechua.

“Este es el cuarto concierto de De La Tierra en la Tierra”, dijo el vocalista Giménez. “Y la verdad es que este es el mejor”, añadió, destacando la fuerza del público. “Acá hay poder de verdad”, sentenció.

Finalmente, luego de una espera más bien larga, alrededor de las 21:30 del lunes 24 de marzo de 2014, el primer concierto de Metallica en Paraguay comenzaba con una introducción en video en las pantallas gigantes del escenario en las que se destacaba la principal novedad de la gira: el hecho de que el público votara por qué canciones se incluirían en cada show, con los integrantes de la banda leyendo con ironía algunas recomendaciones de sus fans.

A esto siguió un vídeo con imágenes del “western” clásico El Bueno, el Malo y el Feo, con la canción de Ennio Morricone, The Ecstasy of Gold como introducción de Battery, ya con James Hetfield, Kirk Hammett, Robert Trujillo y Lars Ulrich en escena para la algarabía del público que hacía llover sus bebidas. Con su frenético rápido a más no poder, es innegable que fue una buena decisión usar esa canción como punto de inicio.

El entusiasmo del público hacía notar que no se trataba de una noche más. Y esa energía se trasladaba hasta los ojos de los músicos, quienes arribaron al país recién pasadas las 17:00, para movilizarse directamente hasta el Jockey.

Siguió Master of puppets, ese himno por excelencia de Metallica que los cerca de 40.000 fanáticos allí reunidos entonaron como tal, para luego ser recompensados con la siempre bienvenida Welcome Home (Sanitarium) que hasta entonces solo había sido escuchada en el Jockey Club cuando fue versionada por Limp Bizkit; pero nada se compara al original, con esos solos de Kirk Hammett que no dejan de ser impresionantes a pesar del hecho de que el fan promedio probablemente lo escuchó una infinidad de veces antes.

“¡Es tan bueno finalmente ver a la familia de Metallica en Paraguay!”, celebró Hetfield como preludio de Ride the lightning, el tema que da título al segundo disco del grupo, que el año pasado cumplió 30 años de carrera. Los miembros de la banda pueden estar tres décadas más viejos, pero la música no envejece; la batería sigue sonando como una ametralladora, el bajo sigue sacudiendo y la guitarra sigue gimiendo. Y el público, allí, sediento de metal.

Luego de The Unforgiven llegó el turno del tema nuevo que Metallica presentó en sociedad por primera vez en Colombia hace más de una semana, el acelerado y clásico en sonido Lords of Summer, al que siguió una pausa para revisar cómo iba la votación en tiempo real por SMS del que sería el último tema de la noche: una lucha entre Orion y The day that never comes muy cerrada, con una ventaja muy ligera para el primero.

Al vertiginoso Fuel siguió la declaración de que “algo pesado está en camino”, tras lo cual Hetfield invitó a un joven fan al escenario a presentar la siguiente canción, que resultó ser el popular Sad but true. Entre cambios de guitarra, los músicos descubrían la pasión de un público que no escatimaba en pasión.

Nuevos solos de guitarra deslumbraron en Fade to black y ...And Justice for All, tras los cuales un preludio de ametralladoras anunció One, que el público coreó con entusiasmo, reviviendo esa historia del soldado al que un explosivo deja sin extremidades o sentidos, atrapado dentro de su propio cuerpo.

Mientras, Robert Trujillo aprovechaba cada momento para interactuar con sus fans, ya sea con los ubicados a ambos costados del escenario como con los primeros de la fila.

El público se puso a saltar vigorizado por For whom the bells toll y sacudió la cabeza con el thrash de Blackened, desatándose varios “mosh” que se destacaban en la vista de los músicos. Un solo acústico de Hammett luego dio lugar a Nothing else matters, que casi cuatro decenas de miles de personas corearon como una sola.

Pero la gran explosión de la noche fue con Enter Sandman; no hubo pirotecnia en el escenario, pero tampoco se echó en falta. Las pantallas gigantes mostraban un panorama impresionante, capturado por las cámaras que miraban hacia el público y que, en ocasiones, enfocaban a todos los músicos con pantallas divididas, en simultáneo.

Con Orion aún arriba en la votación, Hetfield instó al público a que siga votando antes de dejar que una fanática presente el siguiente tema, el último antes del elegido por el público. Para Creeping death, el líder de la agrupación convocó a los fans ubicados a ambos costados del escenario para acompañarlo vocalmente en los coros. El cantante felicitaría al público por el buen acompañamiento vocal.

Finalmente, los últimos resultados de la votación se revelaron, mostrando que no sería Orion, aquel instrumental que Hetfield y Ulrich habían escrito con el fallecido Cliff Burton, sino el más reciente The day that never comes, la emotiva canción del disco de 2008, Death Magnetic.

Al término de ese tema, la banda amagó retirarse, aunque pronto Hetfield anunció que acababan de darle una guitarra “fresca” y pidió permiso para tocar una canción más. “Prométannos que si les queda algo de energía, que la dejen toda ahora”, pidió, y desató la locura por última vez con el “riff” característico de Seek and destroy. Para la introducción, dos fanáticos colaboraron en batería, cada uno con un palillo, a pedido del mismo Ulrich.

No será la canción más emblemática y universalmente popular de la trayectoria de la banda, pero probablemente no es incorrecto decir que es una de las que mejor y más completamente representa una especie de resumen de lo que es Metallica, conteniendo esa energía maniática que hizo que hace 31 años los cuatro de California destacaran de la infinidad de bandas de metal de ese entonces. Un final digno para un concierto que a los ojos de muchos fans quedará como un capítulo histórico.

“¡Los veremos muy pronto!”, declaraba Ulrich minutos después al despedirse el grupo.

La interacción seguía, constante. Entre pelotas oficiales que se desplazaban, púas que los músicos repartían y saludos con las manos, la legendaria agrupación se despedía de una noche que supo coronar una larga espera. A minutos de terminar el concierto, los músicos bajaron del escenario y se dispusieron a trasladarse en camionetas, rumbo al aeropuerto. Sin dejar más rastros que haber cumplido con un imponente recital. Un final feliz, a fin de cuentas. Final de una historia que cerca de 40.000 personas sabrán guardar para contarla… y, por qué no, volver a soñar.

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