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Tiene 74 años... y -hay que decirlo-, se nota. Pero, el rastro de los años registrado a primera vista pasa a segundo -y hasta último- plano cuando pisa el escenario como un héroe de la canción.
Razones no le faltan. Historia, trayectoria, grandes canciones y una voz inquebrantable. Aunque frecuentemente deba consultar sus letras a través de un teleprompter, Roberto Carlos Braga maneja como pocos la faena del escenario. Envuelto de melodías agudas e interacciones constantes, el artista demuestra a cada minuto su bien ganada fama de "rey de la música latina".
Antes del brasileño, hizo lo suyo la agrupación vocal paraguaya Euterpians. Con versiones de variadas canciones como Canto al Paraguay, Glory of Love, Paraguaya linda, Rude y Get Lucky, los seis cantantes fusionaron música paraguaya con pop, rock, electrónica -y hasta toques de humor-, con un despliegue minimalista pero eficaz.
Minutos antes de las 22:00 subía al escenario Roberto Carlos, después de un exquisito preludio, a cargo de su orquesta. Melodías de temas como Un millón de amigos, Amigo y Jesucristo anticipaban un concierto repleto de éxitos.
Vestido de impecable blanco, el artista salió al escenario con Emociones. "Estando frente a ti / nuevas emociones siento", cantaba, mientras sus decenas de miles de seguidores gritaban su emoción.
"¡Buenas noches! Qué gusto, qué placer verlos. Hace mucho que no los encontraba", saludaba el brasileño. "No necesitan decirme que hace mucho tiempo, porque ya lo sé", bromeaba el artista, quien había venido por última vez en octubre de 2010.
Los aplausos seguían con Qué será de ti -desatando gritos desde sus primeros acordes-, la popularísima Cama y mesa -con la que demostraba talento vocal y sofisticación orquestal-, Detalles -con guitarra en manos- y Desahogo, último tema que le sirvió para acotar que "nosotros, los hombres, sabemos que la cosa no es realmente cuando queremos, sino cuando ellas quieren".
Con luces que parecían estrellas a sus espaldas, los sentimientos seguían con Lady Laura, una emotiva canción que escribió para su madre, Laura Moreira Braga.
El ritmo seguía con Mujer pequeña, canción que -con sus arreglos de viento y su solo de guitarra- invitaban al baile.
"Yo siempre he hecho canciones de amor", dijo de pronto el cantante. "Pero, un día, me di cuenta de que quería decir algo más... ¡ya hablé de todo! O casi todo. Faltaba hablar de sexo". Así presentaba Roberto Carlos Te propongo y, después -bajo la misma temática-, Cóncavo y convexo.
Después de eufóricos aplausos de su público, la adrenalina subía aún más con otro éxito histórico de su repertorio: El gato que está triste y azul. La noche seguía al ritmo de música popular brasileña, para dar lugar a un lanzamiento: Ese tipo soy yo, tema que titula su más reciente material.
Las nostalgias volvían de pronto con otro clásico: La distancia, interpretada en su mitad en castellano, otra mitad en portugués.
Evocando a Gardel, el brasileño entonó una acaramelada versión de El día que me quieras, que dio lugar a una seguidilla de éxitos: Si el amor se va, Amigo y Jesucristo. Las fanáticas de las primeras filas se sintieron afortunadas, cuando Roberto Carlos se tomó un buen tiempo para arrojarles rosas (algo que acostumbra hacer en todos sus recitales).
Ya cada vez más cerca de la medianoche, el repertorio siguió con una última partida de éxitos: Amada amante -con desperfectos técnicos evidenciados-, Un millón de amigos y el bolero Solamente una vez.
Aplausos, lágrimas, abrazos y hasta besos. Todo eso, en simultáneo, se veía a dos horas de un show que no dio tiempo para el respiro, aunque sí para hurgar en el tiempo... y en los recovecos del amor.