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Hay películas que en el momento a momento se sienten peores que Flash, filmes similarmente rotos a un nivel estructural, productos de una falta de visión clara o de decisión sobre una dirección creativa que resultan en filmes interminables e incoherentes como el Escuadrón Suicida de David Ayer o Los 4 Fantásticos de Josh Trank. Pero en conjunto Flash representa la culminación de un subgénero cinematográfico hundido en la tentación de la nostalgia fácil, sin más recurso que tomar prestada la creatividad de películas del pasado para suplir la propia que no tiene.
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Barry Allen (Ezra Miller), el ultraveloz héroe de la Liga de la Justicia, decide usar sus poderes para cambiar el pasado y prevenir el trágico día en que su madre fue asesinada y su padre fue erróneamente culpado del crimen, pero por accidente acaba varado en una línea temporal alternativa donde debe hacer equipo con otra versión de sí mismo para salvar ese mundo y hallar la forma de volver al suyo.
No debería resultar difícil de creer que una película que fue anunciada hace casi diez años - originalmente para 2018 – y que cambió múltiples veces de directores y guionistas antes de acabar en su encarnación actual dirigida por el argentino Andy Muschietti – director de la muy buena It y su insípida secuela – sea un absoluto desastre, a pesar de lo que seguramente fueron grandes esfuerzos de la guionista Christina Hodson, quien firmó la muy entretenida Aves de presa, de guiar un proyecto envenenado por la autofagia que ha infectado al cine de superhéroes - y en particular a DC – en los últimos años.
Flash es irritante desde el principio, pero al menos comienza como una película con una idea más o menos (principalmente menos, pero algo es algo) clara del tono al que apunta, una película ligera con elementos cómicos no muy distinta a las dos películas de los 4 Fantásticos de Tim Story, e incluso ostenta un difuso pero tangible bosquejo de una idea temática central: la paradoja de querer cambiar acontecimientos del pasado que forjan nuestro presente.
Pero en el momento en que Barry es lanzado de un puñetazo a la línea temporal alterna, el tren de la película se descarrila y se pasa las siguientes dos interminables horas volcando sobre sí mismo en una cacofonía infernal de malos efectos especiales y vacíos intentos de apelar a la nostalgia por películas infinitamente mejores.
La película introduce a Michael Keaton como el Hombre Murciélago de la línea temporal a la que Barry se auto exilió por accidente, sin más propósito aparente que intentar empaparse con un poco de la credibilidad – y la iconografía, y la música - de los clásicos filmes del Hombre Murciélago de Tim Burton, y satisfacer la fantasía que algunos fans habrán tenido de ver un mal modelo digital de ese Batman volar por los aires y dar palizas a soldados anónimos mientras un Keaton claramente aburrido recita líneas memorables de las películas antiguas totalmente fuera de su contexto y sin más motivación que hacer que el público recuerde que, efectivamente, son líneas de las películas anteriores.
Incluso el argumento de la película en su segunda mitad es un refrito, un recalentado de la historia de El Hombre de Acero de Zack Snyder: el general Zod (Michael Shannon, comprensiblemente catatónico) llega a la Tierra pero en este planeta no hay un Kal-El sino otra kriptoniana, Kara Zor-El (Sasha Calle), con quien los dos Barry y Batman deben hacer frente a los invasores.
Lo dicho, Flash es el producto de un ambiente creativo paradójicamente desprovisto de creatividad, un monstruo de Frankenstein que intenta darse forma cosiendo a su cuerpo la música de Danny Elfman, la iconografía del Batman de Burton y del Superman de Snyder, los rostros fantasmagóricos de íconos muertos del cine traídos a la vida con nigromancia computarizada – una tendencia bastante vergonzosa que comenzó con el Peter Cushing digital de Rogue One y por alguna razón hasta ahora no ha sido parada – e incluso versiones anecdóticas nunca realizadas de películas cuya producción fallida se ha convertido en leyenda de Hollywood.
Y muchos, muchos más intentos estériles y embarazosos de apelar a la nostalgia, al punto que para el final la película tiene más parecido con la terrible segunda entrega de Space Jam de hace un par de años que con cualquier otra cosa.
Y más allá de la absoluta bancarrota creativa del filme, visualmente es terrible, un ejemplo de cinematografía estéril, plana, sin peso ni tangibilidad en sus efectos visuales, que hace que otros filmes recientes también muy malos en lo visual – como la tercera Ant-Man – parezcan películas de Stanley Kubrick en comparación.
La batalla final en particular es un nuevo punto bajo para un género cada vez más conforme con establecer su acción en páramos planos digitales con algún protector de pantalla de Windows en el fondo.
Desde un punto de vista algo retorcido y quizá producto de ingenuidad, Flash puede inspirar algo de optimismo sobre el futuro del subgénero de cine dominante en Hollywood, al menos desde Warner y DC Comics: la víbora ha terminado de devorarse no solo la cola sino todo el cuerpo. Ya no hay víbora qué devorar. La gente a cargo no tiene otra alternativa que hacer una nueva.
Calificación: 1/5
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FLASH
Título original: The Flash
Dirigida por Andy Muschietti
Escrita por Christina Hodson
Producida por Michael Disco y Bárbara Muschietti
Edición por Jason Ballantine y Paul Machliss
Dirección de fotografía por Henry Braham
Banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch
Elenco: Ezra Miller, Michael Keaton, Sasha Calle, Maribel Verdú, Ron Livingston, Michael Shannon, Kiersey Clemons, Ben Affleck, Antje Traue, Jeremy Irons