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Ridley Scott, inagotable a sus 83 años, suela en el cine un nuevo coloso cinematográfico de dos horas y media de duración, apenas un par de meses después de su último coloso cinematográfico de dos horas y media de duración.
Luego de la excelente El último duelo, un crudo y desafiante drama sobre toxicidad masculina y opresión femenina ambientado en la Francia medieval, Scott devuelve su atención a la era moderna y vuelve a retratar una historia de exceso, opulencia y avaricia en el Siglo XX, como ya hiciera hace 14 años con Gángster americano.
En este caso la historia es la de la familia detrás del imperio de modas Gucci, una familia a la que Patrizia Reggiani (Lady Gaga) entra al conocer, enamorarse y casarse con uno de los herededos de la familia, Maurizio Gucci (Adam Driver).
Si bien Maurizio parece no tener mucho interés por heredar el imperio Gucci, Patrizia pone en marcha una serie de tratos, trampas y traiciones para asegurar el trono de la empresa para su esposo y para sí misma, a expensas del resto de la familia.
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Si bien el punto de comparación más directo con La casa Gucci dentro de la filmografía de Scott es Gángster americano, aquél era un drama criminal bastante común y corriente más allá de estar exquisitamente dirigido y supremamente bien actuado.
Gucci, mientras tanto, se siente más similar en espíritu a las películas sobre mafiosos de Martin Scorsese, al ser un largo drama sobre personas inescrupulosas operando en escenarios de dudosa legalidad, retratando el atractivo y la opulencia de sus vidas y el inevitable derrumbe de sus mundos bajo el peso de su propia codicia.
En especial la película recuerda mucho a Casino, de la que presta incluso el recurso de empezar en el final antes de volver en el tiempo. Y obviamente tiene también en común las fantásticas actuaciones y un espectacular “soundtrack” de clásicos musicales.
Pero en vez de ser simplemente un “cover” del estilo Scorsese, Gucci se siente como una versión de telenovela que por momentos llega a la parodia.
Scott retrata la caída de la Casa Gucci como una tragicomedia, destacando la seducción de la riqueza y el estatus social de pertenecer a tal dinastía mientras se ríe de los jugadores y del juego mezquino y traicionero que están jugando, mientras Patrizia, Maurizio y los demás Gucci se tambalean entre el éxito, las traiciones y la ruina.
La fascinación que Scorsese suele demostrar por sus protagonistas aquí no está presente, Scott la reemplaza con lástima un leve sentido de burla. Les da a sus actores caricaturescos acentos italianos y deja que experimentados “sobreactuadores” como Al Pacino – que interpreta Aldo Gucci, uno de los dueños de la marca – y un Jared Leto enterrado bajo maquillaje y totalmente desenfrenado, hagan las veces de bufones y se devoren sus respectivas partes de la película.
Los acentos y el hecho de que dejó a Leto hacer todo lo que hace es prueba clara de que Scott no tiene intención de tomarse demasiado en serio la película, que no podría ser más distinta a su última película ambientada en Italia, Todo el dinero del mundo, que tenía un tono sombrío y trágico y en la que los italianos hablaban en italiano.
Lo de Jared Leto en especial es impresionante, el espectáculo de verlo hacer la caricatura italiana más exagerada posible. Una secuencia en la que tiene una discusión con Patrizia se siente como una discusión entre una Cruella de Vil con acento italiano y Super Mario.
Lady Gaga, que ya demostró sus talentos actorales en Nace una estrella – una película que francamente no estaba a la altura de su talento – domina por completo la película con mano de hierro y una intensidad que gradualmente pasa de entrañable a intimidante y, eventualmente, aterradora.
Driver, por su parte, interpreta a Maurizio como la única persona relativamente “normal” del elenco para darles contraste a las grandes y rocambolescas personalidades que lo rodean, y su historia de un hombre sin la ambición de su familia pero sin la fuerza de voluntad necesaria para liberarse de los tentáculos del nombre Gucci es el único aspecto en que la película es solo puramente triste, sin risas entrecortadas.
Aunque la película en general puede ser algo dispersa, perdiéndose de vez en cuando en escenas del tipo que probablemente deberían haber sido cortadas o resumidas, y el tono ligeramente “camp” podría tomar desapercibidos a quienes esperen un thriller más convencional, La casa Gucci es una fascinante telenovela en formato de superproducción hollywoodense.
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LA CASA GUCCI (House of Gucci)
Dirigida por Ridley Scott
Escrita por Becky Johnston y Roberto Bentivegna (basada en un libro de Sara Gay Forden)
Producida por Ridley Scott, Giannina Falcio, Mark Huffam y Kevin J. Walsh
Edición por Claire Simpson
Dirección de fotografía por Dariusz Wolski
Banda sonora compuesta por Harry Gregson-Williams
Elenco: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jared Leto, Jeremy Irons, Salma Hayek, Jack Huston, Reeve Carney, Camille Cottin, Vincent Riotta