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(Horarios de “Duna” en cines de Paraguay)
En lo estético, la nueva versión de Duna del director franco-canadiense Denis Villeneuve no podría ser más distinta de las dos encarnaciones anteriores en el cine del influyente clásico literario de Frank Herbert.
Tanto la película que estrenó David Lynch en 1984 como la adaptación nunca concretada que el chileno Alejandro Jodorowsky planeaba en los años ‘70 hablaban un lenguaje visual psicodélico, colorido, opulento y surreal que en sus propias formas se sentía adecuado para una historia ambientada en un futuro tan lejano y que gira en torno a misticismo espacial y drogas alucinógenas.
Villeneuve, sin embargo, juega con lo que ha demostrado saber hacer mejor en su destacada carrera reciente: majestuosidad y enormidad en escala, pero en colores apagados, contrastando una estética realista que evoca imágenes de guerra en el Medio Oriente, con los diseños alienígenas de naves espaciales que parecen edificios de arquitectura brutalista, ciudades que parecen cordilleras artificiales talladas directamente de piedras desérticas y un desierto que la cámara retrata como un océano de arena, con todo y depredadores gigantes.
La primera parte de la Duna de Villeneuve es un espectáculo que clama por la pantalla más grande posible, y aunque sea solo una primera mitad de la historia, su historia de conflicto colonial, profecías mesiánicas y tensión política interplanetaria es tan atrapante como un agujero negro en el cosmos.
Ambientada unos diez mil años en el futuro, la historia gira en torno a Arrakis, un planeta desértico que es el único en el universo conocido donde se puede encontrar especia, una sustancia alucinógena clave para facilitar el viaje espacial, lo que la convierte en el recurso más valioso del universo.
Tras décadas bajo control de la siniestra casa Harkonnen, el emperador del Universo decide otorgar control de Arrakis a la casa Atreides, liderada por el duque Leto (Óscar Isaac), para que se encarguen de administrar la producción de especia y apaciguar a los habitantes nativos del planeta, los Fremen. Atado por su honor a pesar de presentir que la decisión imperial acarrea consigo una grave amenaza, Leto acepta.
Una vez en Arrakis, el hijo del duque, Paul (Timothée Chalamet), un joven que ha tenido visiones de un vínculo aún no claro con los Fremen, se da cuenta de que en el desierto está su destino.
El guion confeccionado por Villeneuve, Eric Roth y Jon Spaihts hace un admirable trabajo a la hora de condensar y canalizar en algo accesible la densa prosa de Herbert, cargada de conceptos místicos y nombres propios de personas, organizaciones, profecías, poderes, fauna y tradiciones en los que el espectador fácilmente podría perderse si la película no estuviera relatada de una forma tan hábil.
La película lleva de la mano con delicadeza al espectador en un tour por el paisaje político del universo de Duna, su gran cantidad de personajes y facciones relevantes - básicamente la historia es una maraña de alianzas y traiciones entre los Harkonnen, el Imperio, los Fremen y los Atreides, con las “brujas” Bene Gesserit como una quinta parte influenciando los eventos –, la tecnología como los escudos de combate o los trajes de supervivencia en el desierto; y los detalles de cómo funciona la vida en Arrakis.
La narración es concisa y elegante, asegurándose de que el espectador entienda bien los aspectos más tangibles del universo antes de adentrarse en los aspectos más metafísicos de las habilidades de Paul y su papel central en una profecía mística.
Al principio uno – en particular alguien sin conocimiento previo de Duna a través de los libros o la película de Lynch – puede sentirse algo mareado por el aluvión de nombres extraños y conceptos de ciencia ficción dura y fantasía en el núcleo de la historia, pero la película está lejos de ser impenetrable incluso para aquellos que aún no hayan tenido contacto con el universo creado por Herbert.
Duna es, después de todo, en esencia una historia sobre los males del colonialismo, y dado que la mayor parte de nuestro mundo en alguna época fue colonia o colonizador, no es difícil entender o empatizar; y el viaje emocional de Paul desde la tragedia de los eventos del filme hasta el horror de visiones que pintan un futuro de “guerra santa”, de apocalíptico conflicto en su nombre, igualmente se nutre de la Historia de la Humanidad tan marcada por guerras por recursos, religiones o ambas cosas a la vez.
La breve visión que Paul tiene de esa guerra venidera es uno de los momentos más impactantes de la película, no porque sea particularmente espectacular en lo visual sino porque el miedo que Paul siente al verse a sí mismo como un caudillo de la destrucción es palpable.
Eso sí, como espectáculo la calidad de Duna es indiscutible. Como pocos cineastas trabajando en superproducciones de Hollywood, Villeneuve es increíblemente efectivo a la hora de establecer escala, en hacer sentir verdaderamente enormes los escenarios y la acción de sus películas, y Duna no es la excepción.
El desierto de Arrakis se siente inabarcable, las explosiones de las bombas lanzadas por gigantescas naves Harkonnen parecen verdaderamente cataclísmicas y en una de las secuencias más impresionantes de toda la película, un desesperado intento de rescate termina en la primera aparición de los icónicos gusanos de arena de Arrakis, cuyas fauces se tragan una cosechadora de especia averiada y un área de desierto a su alrededor del tamaño de un pueblo pequeño.
Las películas recientes de Denis Villeneuve se sienten como versiones “alternativas” de los típicos blockbusters: Sicario es una versión extremadamente oscura y cáustica de un thriller de acción y narcotráfico, La llegada es un filme sobre contactos extraterrestres que se centra en la comunicación y la introspección, Blade Runner 2049 – al igual que el Blade Runner original – es “cyberpunk” en que la acción toma un segundo plano ante reflexiones existenciales.
Duna sigue esa tendencia, una “ópera espacial” menos interesada en tener al público entretenido todo el tiempo que en envolverlo en una experiencia sensorial y emocional única.
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<b>DUNA (</b><i><b>Dune</b></i><b>)</b>
Dirigida por Denis Villeneuve
Escrita por Denis Villeneuve, Jon Spaihts y Eric Roth (basada en una novela de Frank Herbert)
Producida por Denis Villeneuve, Mary Parent, Cale Boyter y Joe Caracciolo Jr.
Edición por Joe Walker
Dirección de fotografía por Greig Fraser
Banda sonora compuesta por Hans Zimmer
Elenco: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Óscar Isaac, Jason Momoa, Stellan Skarsgard, Zendaya, Josh Brolin, Sharon Duncan-Brewster, Javier Bardem, Dave Bautista, Stephen McKinley Henderson, Chen Chang, David Dastmalchian, Charlotte Rampling, Babs Olusanmokun