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La animación tradicional para cine ha desaparecido por completo en Hollywood, donde hace un par de décadas Disney y DreamWorks, su única competencia real allá por finales de los ’90 – con el perdón de los ocasionales esfuerzos de Warner o Fox –, aún se batían en duelo por los corazones de los niños y las billeteras de sus padres con filmes en “2D” mientras las semillas sembradas por Pixar con Toy Story en 1995 comenzaban a germinar y la animación por computadora se disponía a apoderarse por completo de la imaginación del público y los presupuestos de los estudios.
Disney ha estrenado un gran total de dos películas animadas “tradicionales” en cines desde 2005 – La Princesa y el Sapo en 2009 y Winnie the Pooh en 2011 – y DreamWorks ni siquiera ha amagado a lo mismo desde que estrenó Sinbad en 2003.
Y si bien la animación por computadora ha traído su buena cantidad de obras maestras, hay cierta magia y expresividad muy distintas – no mejores, no peores, distintas – en esas producciones dibujadas a mano para transportar al espectador a otro mundo en vez de imitar el nuestro.
Klaus, una producción española creada por veteranos ex Disney y estrenada por Netflix, se siente como un embajador cinematrográfico de una línea de tiempo alternativa en que la animación a la antigua no murió asfixiada por las computadoras, sino que evolucionó a la par que Pixar o DreamWorks, combinando sensibilidades clásicas con herramientas tecnológicas modernas para crear una maravilla visual.
La película sigue a Jesper (Jason Schwartzman), el hijo de una dinastía dedicada al servicio postal. Jesper vive una existencia con todos los lujos hasta que su padre, frustrado por la falta de ambición de su hijo, lo enrola en una academia de carteros, pero incluso eso no sirve para hacer que el joven cambie, por lo que su padre decide nombrarlo cartero de todas formas y enviarlo a la remota isla de Smeerensburg con un ultimátum: si no logra procesar al menos 6.000 cartas en un año, será desheredado.
Para desgracia de Jasper, al llegar a Smeerensburg descubre que para los habitantes de esa isla nórdica, enfrascados en un conflicto familiar de décadas, enviarse cartas no es una prioridad tanto como lanzarse botellas, ladrillos y hachas entre sí.
Atrapado en lo que parece una versión escandinava del Siglo XVII de algún poblado post-apocalíptico a lo Mad Max, Jesper se resigna a volver y vivir desheredado hasta que conoce a Klaus (J.K. Simmons), un hombre solitario con un talento para crear juguetes, y eso le da al una idea: convencer a los niños de que si envían una carta a Klaus, recibirán juguetes.
El director Sergio Pablos trabajó en como animador y diseñador de personajes en varias películas de Disney y el ADN de aquellas películas de finales de los ’90 y principios de la década del 2000 se perciben claramente en los personajes enormemente expresivos y la accion fluida y caricaturesca, haciendo gala de una fluidez y una elasticidad que las aspiraciones de fotorrealismo de las películas animadas por computadora muchas veces no permite.
Pero no es solo una emulación del estilo clásico del Disney noventoso, es una evolución.
Los gélidos entornos de Smeerensburg y sus alrededores tienen la textura de estar pintados a mano pero el trabajo de iluminación digital y la dinámica forma en que Pablos mueve su cámara imaginaria por esos entornos le dan a toda la película una sensación de profundidad y tridimensionalidad que por lo general los venerables éxitos de Disney hace una veintena de años no tenían. Los personajes y los fondos se sienten como parte de un todo en vez de personajes animados sobre lienzos pintados estáticos.
Y más allá de sus virtudes visuales, la película es un encantador relato navideño de de forma ingeniosa y cómica inventa un origen para la tradición de la Navidad y los regalos.
El arco argumental de Jesper, el embaucador que accidentalmente acaba haciendo el bien y volviéndose mejor persona, es clásico de este tipo de películas – Jesper encajaría perfectamente con otros “héroes” animados de hace años como Cuzco de Las locuras del emperador, Dimitri de Anastasia o Tulio, Miguel y Chel de El camino hacia El Dorado –, pero el sencillo y vital mensaje “una buena acción inspira más buenas acciones” de la película resuena con suficiente fuerza para anular cualquier queja de falta de originalidad.
Klaus es más bien un personaje secundario, pero uno cuyo brillante diseño y la siempre bienvenida voz de J.K. Simmons le dan gran calidez, y el personaje de Alva (Rashida Jones), una profesora convertida en vendedora de pescado que quiere escapar de Smeerensburg, sirve como un interesante reflejo de Jesper, aunque es un personaje demasiado interesante para el poco tiempo en pantalla que le dan.
Más allá de eso y de ciertos momentos con canciones modernas que desentonan con la película, que quizá se hubiera beneficiado de números musicales más a lo Disney – francamente creo que ya no necesitamos volver a escuchar How You Like Me Now? de The Heavy en ninguna otra película o tráiler, jamás – resulta difícil encontrar motivos para quejarse de una película que llega con tiempo para convertirse en un nuevo clásico navideño.
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KLAUS
Dirigida por Sergio Pablos
Escrita por Sergio Pablos, Zach Lewis y Jim Mahoney
Producida por Sergio Pablos, Gustavo Ferrada, Mercedes Gamero, Jinko Gotoh, Mikel Lejarza, Marisa Roman y Matthew Teevan
Edición por Pablo García Revert
Banda sonora compuesta por Alfonso G. Aguilar
Elenco: Jason Schwartzman, J.K. Simmons, Rashida Jones, Joan Cusack, Will Sasso, Norm Macdonald, Neda Margrethe Labba, Kendall Joy Hall