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Sus edades van desde los 12 a los 50 años y ya mueven brazos y piernas acaloradamente al ritmo de dosis picantes del funk-rock.
Los primeros en entrar en escena, saludados desde una alfombra roja a los gritos, fueron el baterista Chad Smith, enfundado en un mono de mecánico, y Flea, con su cabello rubio platinado. Ningún espacio durante el recital fue concedido a la rabia teñida de metal, muy típica de los primeros cuatro álbum. En una hora cuarenta de show, los Red Hot Chili Peppers eligieron recorrer solo 25 de los 33 años de carrera, durantelos cuales el grado “picante” en su “Escala de Scoville” se mantuvo a niveles apreciables.
Es cierto que en el período de más de tres décadas las dosisde “sangre” y “magia” de esta mezcla musical exitosa -ganaron 6 Grammy y vendieron más de 60 millones de discos- se redimensionaron fisiológicamente. Pero durante la noche del concierto los miles de espectadores presentes dieron prueba de que siguen embriagándose de las generosas pruebas de “azúcar” y “sexo”. Ambos no pierden tiempo y atacan con una introducción jam funk que allana el camino al guitarrista de 37 años, Josh Klinghoffer, heredero del cetro de seis cuerdas de John Frusciante, relanzado por el grupo en 2009. Por último llega él, el enjuto Anthony Kiedis, e inmediatamente comienza a cantar Can’t Stop mientras por otra parte “llueve” una instalación variopinta de luces de neón. Se abre, así, la primera de las tres fechas italianas para la venta de tickets del Getaway World Tour de los “peperoncini” californianos, que regresaron a Italia tras cinco años paradifundir su undécimo álbum, The Gatewey, que subió su niveltras el opaco I’m With You (2011).
Hoy y el martes, los Red Hot irán a ponerle picante al Pala Alpitour de Turín.
Fortalecido por la llegada de Danger Mouse como productor, y con veinte años de alternancia con algunos laureles caer bajo el ala de Rick Rubin, la banda en el escenario otra vez da rienda suelta a la energía viral que nadie en el público puede nidesea, sustraerse ni escapar de ella.
Son prueba de ello el hard rock de Dani Californi, hit inaugural del show en el Stadium Arcadium (2006), y la aclamada Sae Tissue, en la que Kiedis canta sobre un tapiz de voces que confluyen desde las gradas.
Es verdad, el tiempo de los “socks on cocks” (calcetines engallos) y de otras excéntricas bromas universitarias ya son lejanos pero, si bien inevitablemente arrugados por el paso del tiempo -Klinghoffer excluído- y de los infaltables excesos, los Red Hot todavía tienen el don para encender al público como lo hacían en su mejores épocas. Lo demuestra Flea, una especie de cañón enloquecido que salta y se contonea en Right on Time y Suck My Kiss y regala proezas con sus inconfundible palmadas en el bajo. También Kiedis, que se queda con el torso desnudo en pleno show, todavía se gana a los 54 años, los gritos de aprobación del público femenino de todas las edades. Entre ritmos hard-funk, marcados por los palitos de Smith, y distorsiones de la guitarra, los cuatro rasgan tanto temas nuevos (Dark Necessities; Sick Love y Go Robot) comoalgunas perlas del tipo Give It Away; Blood Sugar Sex Magik; Californication y Soul to Squeeze. El regalo inesperado llegó, sin embargo, en el bis con uncover de Five Years de David Bowie, en la voz y la guitarra de Klinghoffer.
Entre los grandes ausentes de la grilla estuvieron Under the Bridge; Around The World y Otherside.
No hubo espacio para la rabia teñida de metal de los primeros cuatro álbum.
Durante una hora, cincuenta minutos de show los Red Hot Chili Peppers eligieron, por tanto, hacer un repaso por solo 25 de los 33 años de su rica carrera musical. Pero aún así, hicieron bailar y delirar al público.