Mars, de sólo 28 años y sobre quien planeaba la duda de si sería capaz de enfrentarse a un escenario de tal calibre, optó por un show directo y contundente.
Tras una breve introducción a cargo de un coro de niños, un espectacular solo de batería sirvió para abrir el fuego y dar paso rápidamente al gran éxito Locked Out of Heaven.
Impecablemente vestido con una chaqueta dorada, despachó el tema junto a una banda con una amplia sección de viento que se lució en las coreografías. Sin más dilación, Mars descargó su segundo hit, Treasure, y a continuación demostró su capacidad para fusionar el soul, el pop y el rock integrando en su espectáculo a los Red Hot Chili Peppers.
La banda de Anthony Kiedis y Flea puso a saltar a todo el estadio Metlife con su clásico Give it Away. Los rockeros californianos, a pecho descubierto como manda la tradición, solo necesitaron un par de minutos para demostrar que siguen en buena forma y ceder de nuevo el protagonismo a Mars.
El cantante, nacido en Hawai de un padre mitad puertorriqueño, aminoró el paso para cerrar con una sentida balada introducida con un vídeo homenaje a los miembros de las fuerzas armadas desplegados lejos de sus casas.
Mars, que como es habitual no cobró ni un céntimo por la actuación durante el Super Bowl, dejó un buen sabor de boca en un escenario que en años anteriores había ocupado artistas mucho más consagrados como Beyoncé, Madonna o Bruce Springsteen.
La actuación de Mars incluyó un gran despliegue tecnológico, en el que los leds de los gorros de los espectadores ofrecieron un despliegue de luces muy novedoso y que se sumó a los habituales fuegos artificiales que pusieron fin al espectáculo.
Antes del partido, la música corrió a cargo de Queen Latifah, que cantó la patriótica America the Beautiful y de la soprano Renée Fleming, que se ocupó del himno nacional.
La publicidad, que es habitualmente junto a la música el gran atractivo de la retransmisión del Super Bowl más allá de lo deportivo, tampoco defraudó este año. Los más de 100 millones de personas que se sientan ante el televisor para disfrutar del encuentro son el objetivo de las empresas más potentes del mercado, que este año pagaron hasta 4 millones de dólares por 30 segundos en pantalla.
Muchos anunciantes optaron por rostros conocidos, desde la cerveza Bud Light con Arnold Schwarzenegger en una peculiar partida de ping pong, al fabricante de automóviles Chysler con Bob Dylan, pasando por la aparición de Scarlett Johansson promocionando SodaStream, el actor Bruce Willis de la mano de Honda o los irlandeses U2 con una campaña benéfica.
Otros optaron por la nostalgia, como la revisión de los años 80 hecha por la cadena de tiendas de electrónica Radio Shack o la reunión de los actores de la serie Seinfeld utilizada para promocionar un nuevo programa de Jerry Seinfeld. También llamó la atención un anuncio de la Cienciología, que en Estados Unidos es considerada legalmente como una religión.
Ya de por sí inmenso, el circo que rodea al Super Bowl fue aún mayor este año por disputarse en Nueva Jersey, a apenas unos minutos de Nueva York. La combinación entre el mayor espectáculo deportivo de Estados Unidos y la Gran Manzana atrajo a la ciudad a cientos de miles de aficionados y permitió un sinfín de actividades y fiestas paralelas.
En ellas se dejaron ver todo tipo de rostros del mundo del espectáculo, con sonadas apariciones de Justin Bieber y del matrimonio que forman el rapero Jay Z y Beyoncé, que ofrecieron un concierto exclusivo en la víspera. Los famosos también hicieron acto de presencia durante el partido, aunque quien más atención atrajo fue sin duda el exjugador de fútbol americano Joe Namath, que se presentó ataviado con un extravagante abrigo de piel.
El exfubtolista David Beckham, el cantante Paul McCartney o actores como John Travolta, Kevin Costner o Michael Douglas fueron otros de los que vieron el partido desde los palcos VIP del estadio MetLife en East Rutherford (Nueva Jersey), a un paso de la Gran Manzana.