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El pasado jueves la fiesta en la primera jornada del festival Asunciónico se centró más en el rock, con actuaciones inolvidables de figuras como Robert Plant y sus Sensational Space Shifters, Jack White, Interpol, The Kooks, The Smashing Pumpkins, Foster the People, alt-J y St. Vincent junto al talento local de Flou y La de Roberto.
Unas 29.000 personas – según cifras de la organización – colmaron ayer el Jockey Club, que el viernoes volvió a vestirse de colores y luces para una segunda jornada de variados géneros, pero que tuvocomo estrella a la música electrónica de artistas como Skrillex y Calvin Harris, y al ecléctico rock de Kasabian o Bastille, entre las muchas otras luminarias que tomarán los dos escenarios del hipódromo.
Si bien en la primera jornada hubo un leve retraso de media hora en el inicio del espectáculo, este viernes la puntualidad fue impecable. Exactamente a las 17:00, como estaba previsto y anunciado, la música comenzó cuando el grupo local Bohemia Urbana saltó a escena.
Con la habitualmente relajada mezcla de jovialidad y ritmos de polca paraguaya mezclados con reggae, bossa, rock y un montón de géneros más, la banda de Jaime Zacher encaró con humor y entusiasmo a la pequeña pero emocionada multitud que se agolpó ante el escenario 1 bajo el intenso sol de la tarde.
Bromeando al decir que cambiaron su horario con Calvin Harris y haciendo sentar a sus fans para generar un ambiente más de peña que de megafestival, la banda dio una nota distendida para poner en marcha la jornada musical, con temas como El ritual del tereré, Ni ahí, Paraguayoite a palos y So tired. Con Neike mita’i y Ombo no faltaron los saltos y los coros.
El ritmo siguió en el Stage 2, cuando la banda liderada por Pedro Lerea hizo bailar a sus fans, que estaban agolpados para divertirse a puro reggae. Pipa Para Tabaco presentó canciones como Mata mi dolor, El duende y Cabezuda, ante un público –especialmente adolescente–, que se agitaba con los temas.
Entre interacciones entre el vocalista y los fans –que empezaban a aumentar–, no faltaron éxitos como La manzana y, por supuesto, Todo biento.
A las 18:00 llegaba el turno de Paiko, sin discusión una de las bandas más exitosas y reconocidas del rock paraguayo contemporáneo, que no perdió tiempo en regalar a su público, cada vez más numeroso a medida que el cielo se oscurecía, con su adictivas tonadas cargadas de variedad y diversión.
Con temas como Si te vas no vuelvas, Dejando huellas, Kurusu vera, Little baby y una muy celebrada versión de Mis noches sin ti, entre otros temas, Paiko recordó a sus fans en el hipódromo por qué siguen siendo, más de una década y media después de su formación, una de las bandas principales del rock local.
Ya pasadas las 18:35, y siguiendo una estricta puntualidad, otra popular agrupación del rock de nuestra tierra tomaba protagonismo en el Stage 2. Desde Ypacaraí, llegaba Salamandra. El cielo se pintaba con los colores del atardecer y, con él, resonaban éxitos como El lugar, La frecuencia, Somnilera y Canción para los amigos, mientras grupos de amigos se abrazaban y pogueaban, como exigía la canción. Para el final, más coros y pogos, al fitmo del frenético El avión y la nostálgica Finnito.
Ante una gran anticipación de un público que volvió apresurado hacia el escenario 1, alrededor de las 19:30 salieron a escena los hermanos sudafricanos Jesse, Dylan, Daniel y Johnny Kongos, hijos del celebrado cantante sudafricano John Kongos que se han hecho un nombre para sí mismos a nivel internacional como una de las bandas del momento.
Con un sonido que desafía las barreras entre el rock y el pop, incorporando elementos como sintetizadores y hasta acordeones a la habitual conformación de batería-bajo-guitarra, el cuarteto sudafricano interpretó temas tan variados como It’s a good life, Take it for me, I want to know y I’m only joking, e incluso colaron en su repertorio una interesante fusión de Come together de The Beatles y Whats the difference de Dr. Dre.
Por supuesto, el punto final de su presentación fue su mayor éxito, Come with me now, con el que se desató una multitudinaria locura.
El ritmo volvía a reinar en la noche del Jockey, cuando el grupo estadounidense formado en Los Angeles, Fitz and The Tantrums, subía al Stage 2 para sacudir las almas que seguían llegando.
La banda liderada por Michael Fitzpatrick (voz y teclados) y Noelle Scaggs (voz y percusión) hizo bailar a todos durante su primera presentación en Sudamérica, con temas como Fools God, Out of my league, y su irresistible hit, The Walker. Una banda que –aún desconocida para el gran público– supo captar la atención, y no pasar desapercibida.
Un veloz éxodo de un escenario al otro tuvo lugar cuando comenzó a sonar la música de Major Lazer, el proyecto del mundialmente famoso DJ Diplo junto a Jillionaire y Walshy Fire, quienes trajeron a Asunción un colorido y pulsante espectáculo de infaltables temas de la movida “dance”, incluyendo títulos como Watch out for this, Turn down for what y I like to move it, entre muchos otros.
Esto, por supuesto, enmarcado en un ocasionalmente segador y ocasionalmente hipnotizante, pero siempre impresionante juego de luces, impresionantes hazañas de las bailarinas que acompañaban a los maestros de ceremonia en el escenario, banderas paraguayas, camisetas de fútbol - Diplo incluso vistió la de Olimpia, generando una reacción... llamémosle "dividida" - y surf sobre el público en una burbuja. Un momento que no daba para aburrirse.
A las 22:15, la banda de indie británica Bastille llegaba al Stage 2 para presentar –por primera vez en Paraguay– su propuesta. Encabezada por el frontman y compositor Dan Smith, la agrupación brilló con una serie de canciones pegadizas y versiones con las que supo conquistar al público.
El cuarteto inglés presentó canciones como Bad Blood, Laura Palmer, No Angels y The Draws. Con momentos como el que ofreció con Pompeii, la banda hizo corear a todo el hipódromo, a la espera de los sonidos electrónicos. Espíritu indie, interacción constante y corpiños voladores.
A la luz del éxodo masivo e instantáneo que siguió al final de la presentación de Bastille, lo evidente quedaba indiscutible: la presentación de Skrillex, el ícono mundial de un genero que lo tiene como principal fuerza impulsora, el dubstep, era uno de los momentos más esperados de esta segunda noche seguida de música en el Jockey Club.
Desde detrás de una consola que se levantaba como un monolito negro en el escenario 1, Sonny John Moore inició alrededor de las 23:20 su presentación. Algo que puede decirse de la mayoría de las presentaciones en vivo de DJs es que más que conciertos son experiencias, y eso se aplica a Skrillex pero de una forma especial. Es difícil entender lo que es un espectáculo de ese tipo mirándolo desde la distancia, desde una perspectiva en la que podría percibirse principalmente como una cacofonía de ruidos distorsionados aderezados con luces e imágenes surreales.
Pero la apreciación es distinta desde dentro, desde el suelo entre miles de cuerpos contorsionándose al sonido de una música que no deja de ser una distorsión, pero que claramente es un caos controlado, canalizado, apuntado y disparado con precisión. Desde dentro de ese caos, el rompecabezas que es la música de Skrillex se va armando, y temas como Make it bun dem, Bangarang y la enorme cantidad de otros temas absorbidos por el remolino de dubstep – entre los que por un momento se incluyeron temas de Kchiporros, para euforia del público – dan sentido a la andanada de géneros revueltos, las imágenes de calaveras y alienígenas en las pantallas gigantes y los lásers.
El show de Skrillex fue una conversación, en la que el hombre en el escenario hablaba en dubstep y la multitud frente a él le respondía dejando que el sonido se apodere de sus cuerpos.
Cuando pasaban las 00:30, la banda británica liderada por Tom Meighan subía al escenario, con la marca 48:13 como leitmotiv principal. Es que ese es, justamente, el nombre del álbum que les trae por primera vez al país.
El carisma y virtuosismo del frontman acompañaron el liderazgo del guitarrista y corista Sergio Piozzorno a lo largo del show. Canciones como bumblebeee, Underdog, Club Foot, Praise You y Stevie llenaron el Jockey de un aura inglés que daba paso al broche final de la noche. Interacción constante, camiseta con un “Jopara” estampado y mucho baile, en la noche en que Kasabian conquistó Paraguay.
La tarea de poner punto final a la celebración, tras dos días de intensa música, cayó en manos del mundialmente famoso DJ Calvin Harris, cuyo impresionante espectáculo dio un imponente desenlace al evento.
Sin escatimar en parafernalia como llamaradas disparándose del escenario, abundantes fuegos artificiales, columnas de humo y lógicamente impactantes juegos de luces, el influyente DJ y productor presentó un repertorio que incluyó algunos de sus más grandes éxitos, himnos “dance” como Thinking about you, I need your love, Blame, Feel so close y Animals para poner al público a gastar las últimas energías que le quedaban.