En un día soleado y con un aforo menos abarrotado que la víspera, la banda brasileña Raimundos fue uno de los primeros grupos en abrir el festival, que tuvo lugar en el autódromo de Interlagos de Sao Paulo este sábado y domingo.
En el palco Ônix, Johnny Marr, quien casi es baja tras sufrir una fractura en la mano derecha, ofreció un concierto resumido, como el repertorio de su elogiado álbum The Messenger, lanzado el pasado año. Marr también tocó algunos grandes éxitos de The Smiths y homenajeó a la banda Clash con una interpretación de I fought the law and the law won. Fue emocionante el cierre, con There is a Light That Never Goes Out.
La joven Ellie Goulding, por su parte, no paró un minuto durante su actuación, tan sólo para lanzar la camiseta de la selección brasileña, con la que se subió al escenario. Y se justificó: “Hace mucho calor aquí”. Con una presentación repleta de pop y un público básicamente femenino, la autora de I Need Your Love sufrió con el sol del fin de la tarde en la capital paulista.
En el palco principal los veteranos Pixies ofrecieron un concierto, en el que repasaron gran parte de la carrera de la banda. Sin embargo, la ausencia del bajista Kim Deal fue sentida por algunos fans, a pesar de haber sido sustituida por la carismática argentina Paz Lenchanti. Pixies combinó baladas con canciones más animadas, pero el momento estelar llegó con Where's My Mind y Here Comes Your Man.
Durante la jornada del domingo también se pudo escuchar a Jake Bugg, cuya sonoridad folk-rock tiene algo de Bob Dylan y de Johnny Cash.
Al mismo tiempo, y también por primera vez en Brasil, tocaba Soundgarden, quien debía una visita desde hacía mucho tiempo. Chris Cornell dominó el escenario con un desfile de éxitos, como Jesus Christ Pose y Black Hole Sun.
Los últimos conciertos de la noche crearon un dilema para el público de Lollapalooza: a la misma hora que Arcade Fire sonaba New Order.
El concierto de Arcade Fire, gran éxito del festival, fue impecable gracias a un gran espectáculo visual y sonoro, al que hasta los integrantes de New Orden afirmaron que querían asistir. El vocalista Win Butler, cubierto con una máscara, cantó los primeros versos con una bola de espejos en el fondo del escenario.
La banda, formada en Montreal hace poco más de una década, abrió la actuación de forma apoteósica con Reflektor, el sencillo que da nombre a su último disco y que inspiró el espectáculo. El público se rindió a una lista que incluyó además Flashbulb Eyes, Neighborhood #3 (Power Out), Rebellion (Lies), Joan of Arc, The Suburbs, Ready to Start y la asombrosa Neighborhood #1 (Tunnels).
Los doce músicos que se encontraban en el escenario se divirtieron tanto como sus fans, durante la hora y media que duró el concierto, que destacó por su carácter festivo.
Al mismo tiempo, los ingleses de New Order presentaban una actuación nostálgica, pero sin embargo fueron más allá de Joy División, banda de la que, tras disolverse, surgió la formación en 1980.
A pesar de los cambios en el grupo -el más reciente hace tres años, con la polémica salida del bajista Peter Hook-, New Order, cuya música formó el carácter de muchas generaciones, dejó ver que continúa siendo una de las principales referencias del nuevo rock.
Bernard Sumner, Stephen Morris, Gillian Gilbert, Phil Cunningham y Tom Chapman repasaron todas las canciones que dieron identidad a la banda, como Bizarre Love Triangle, Blue Monday, Ceremony y Perfect Kiss. Como en la edición chilena del festival, New Order tocó la inédita Drop the Guitar, su primera canción en nueve años y que irónicamente comienza con un bajo marcado. Sin embargo, el misterio sobre si habrá un nuevo álbum permaneció.
Fue el cierre perfecto para un festival que reunió a más de 150.000 personas durante dos días y que mezcló a veteranos y jóvenes. La única crítica escuchada por el circuito de Interlagos fue respecto al local, que tuvo un acceso más difícil que en ediciones nacionales anteriores, y que exigió algunas peregrinaciones para ir de un escenario al otro.