Diversidad, pasión, conexión y orgullo: el alma del clarinete latinoamericano en Paraguay

Lucas Andrade, Jonatas Zacarías, José Cabrera y Daniel Oliveira.
Lucas Andrade, Jonatas Zacarías, José Cabrera y Daniel Oliveira.SILVIO ROJAS

Diversidad, pasión, conexión y orgullo. Cuatro palabras que resonaron como notas musicales en la voz de los invitados brasileños y del organizador paraguayo José Cabrera, durante una charla en la que la música fue excusa, pero también lenguaje.

Así se definió el espíritu del Festival Internacional de Clarinetes del Paraguay, que este año celebra esta semana su décima edición, y que más que un encuentro artístico, se siente como una reunión de amigos, de colegas, de almas sonoras.

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El ambiente de esta entrevista lo reflejaba: era distendido, lleno de risas y anécdotas, con ese tono cálido del portuñol que a veces se enreda y otras veces se abraza.

Entre bromas y recuerdos, los músicos compartieron algo más que sus experiencias: compartieron su manera de entender la música y la vida.

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Un puente entre países y personas

Para Jonatas Zacarías, el festival es casi una segunda casa. Con cuatro participaciones a lo largo de los años, habla con la seguridad del que ha visto crecer algo desde adentro:

“Cada edición tiene algo nuevo. He visto una evolución enorme en la Escuela de Clarinetes, en los alumnos, en la dedicación y en el repertorio. Volver siempre es una oportunidad para aprender, para reencontrarme con colegas y amigos. Y cada vez me llevo de aquí algo que me transforma.”

Lo que más destaca en su relato es esa sensación de reciprocidad: enseñar y aprender son gestos inseparables. Su tono es pausado, lleno de admiración por el trabajo de Roser, responsable de traer cada año nuevas propuestas.

Lucas Andrade, espontáneo y risueño, recuerda su primera vez en Paraguay con cierta nostalgia: “Cuando vine la primera vez pensé: ¿por qué no vine antes? Estamos tan cerca… Este festival es un puente. Cabrera construyó ese puente con su invitación, con su energía. Aquí todo favorece el diálogo: la cercanía, el idioma, la música. Nos une mucho más de lo que pensamos.”

Lucas habla de proximidad no solo geográfica, sino también emocional. “Nos quedamos más cerca”, repite, como quien describe algo que ocurre entre notas, en esa complicidad que no necesita traducción.

Y mientras él ríe, Daniel Oliveira asiente con emoción contenida. Para él, el vínculo es también personal: “Mi madre es paraguaya, pero yo nunca había estado aquí. Así que venir fue un reencuentro. Este festival me hizo sentir orgullo, no solo de mi país sino de lo que compartimos. Porque tocamos un instrumento europeo, pero lo hacemos a nuestra manera, con identidad brasileña, con identidad paraguaya. El clarinete ya es nuestro.”

Daniel sonríe al recordar las palabras de un colega portugués, sorprendido por el sonido latino del clarinete: “Nos dijo que nuestra música tiene una fuerza distinta, que emociona de otra forma.” Y añade entre risas: “¡Esto ya parece un Mercosur de clarinetistas!”

Daniel Oliveira.
Daniel Oliveira.

Cuando las raíces dialogan

Más allá del idioma o la técnica, lo que une a Paraguay y Brasil es un modo de sentir. Lo saben bien los tres músicos, que en medio de carcajadas intentan explicar las diferencias rítmicas y los parecidos en la pasión.

Jonatas recuerda su primera sorpresa al tocar con un coro paraguayo: “Era una música sencilla, pero con un ritmo distinto, muy diferente al nuestro. Fue un desafío y un descubrimiento. Desde entonces me fascina ese diálogo cultural. Llevamos música brasileña, traemos música paraguaya, y de esa mezcla siempre nace algo nuevo.”

Lucas, con su mirada más analítica, apunta al detalle rítmico que hermana los estilos: “La síncopa del samba, ese acento brasileño, aquí no suena ajeno. Los músicos paraguayos la entienden con naturalidad. Esa fluidez es hermosa porque muestra que compartimos un mismo pulso latino, una manera de sentir la música que trasciende la técnica.”

Daniel amplía la idea con una reflexión más filosófica: “Cada país tiene una música, una danza, un arte. Pero cuando viajamos y tocamos juntos, aprendemos de las personas, de sus gestos, de su forma de mirar. Viajar es estar dispuesto a cambiar. Y la música nos cambia. Nos hace más humanos.”

Jonatas Zacarías.
Jonatas Zacarías.

Enseñar desde la emoción

Entre risas y complicidades, el tema derivó hacia los jóvenes músicos. ¿Qué buscan transmitirles, más allá de la técnica?

Jonatas responde con convicción: “Queremos dejarles nuestra pasión. Que vean que sí es posible vivir de la música, aunque requiera disciplina, respeto y paciencia. En tiempos tan tecnológicos, donde todo parece inmediato, la música enseña a esperar, a escuchar, a trabajar en equipo.”

Lucas lo complementa desde otra perspectiva: “La música es una forma de comunicación y también una forma de identidad. Enseñamos a los alumnos que tocar es afirmar quiénes somos, defender nuestra cultura, llevar nuestra música a otros países. Es un acto político y también espiritual.”

Daniel, entre bromas y gestos teatrales, aporta un toque de humor: “Siempre digo que el clarinete es un compañero. Hay que divertirse con él. Hacerlo sonar como un pato, un elefante, lo que sea. Si no hay placer en tocar, no hay arte. Y aunque un alumno no sea músico profesional, si toca por alegría, ya es mucho.”

Finalmente, José Cabrera, con la serenidad del anfitrión, cierra el círculo: “El clarinete es una excusa. Lo importante es lo que pasa alrededor: las emociones, la convivencia, el aprendizaje. Este festival busca eso, que cada uno traiga lo mejor de sí para compartir. Y creo que lo estamos logrando.”

Lucas Andrade.
Lucas Andrade.

Diversidad, pasión, conexión y orgullo

Cuando llega el momento de definir con una sola palabra lo que representa el festival, las respuestas se entrelazan como una melodía coral.

Daniel elige diversidad. Jonatas prefiere pasión. Lucas, sin dudar, dice conexión. Y en esa suma de palabras, el festival encuentra su sentido: la diversidad de acentos y estilos, la pasión que mueve a cada músico, la conexión que atraviesa fronteras y el orgullo de saberse parte de algo mayor.

Entre risas, abrazos y promesas de reencuentro, el eco del clarinete sigue resonando en el aire paraguayo, recordando que la música no se enseña ni se toca: se comparte.

José Cabrera.
José Cabrera.