Cuando Chizzo Nápoli atiende el teléfono, su voz llega desde un ensayo. Hay ruido de fondo, voces, guitarras, y ese eco inconfundible de sala de rock. “Estábamos en el ensayo preparando justamente el show de Paraguay”, comienza contando con mucha naturalidad. No hay tono de agenda, sino de quien realmente está metido en la música, en el oficio.
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El regreso tiene peso. La última vez que La Renga tocó en Asunción fue en agosto de 2007, en el Club Sol de América. Desde entonces, generaciones enteras crecieron escuchando sus discos, coreando sus letras y esperando una nueva fecha que, por momentos, parecía no llegar nunca.
“No sé por qué pasó tanto tiempo que no volvimos, pero pasaron como 20 años, la pucha”, se ríe Chizzo, con una mezcla de sorpresa y resignación. “Y claro, uno se pregunta cómo está el rock allá en Paraguay. En Argentina, a pesar de que digan que el rock murió, tiene buena salud. Así que tengo esa intriga, ver cómo está el rock en Paraguay, y si hay chicos nuevos, jóvenes que se acercan. Creo que el rock todavía está encendido en Latinoamérica. Vamos a aportar nuestro granito de arena ahí”.
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En su voz hay una mezcla de curiosidad y afecto. No habla como quien “vuelve a un mercado”, sino como quien retoma un vínculo humano. “Nos cuenta Gaby, nuestro mánager, que el lugar es muy lindo, ahí al lado del río, un espacio al aire libre. Esperamos que sea una noche maravillosa. Seguro que va a ser”, dice.
El Puerto de Asunción, frente al río, será el escenario de ese reencuentro. Un sitio simbólico: el río como metáfora del tiempo que fluye y regresa, como la propia historia de la banda.
La independencia como bandera
La conversación deriva naturalmente hacia el modo en que La Renga ha construido su camino. En un mundo donde las bandas suelen depender de sellos, campañas de prensa y estrategias digitales, ellos eligieron el camino más difícil: hacerlo todo por su cuenta.
“Conducir la forma de trabajar que se nos dio fue algo que apareció cuando acá empezó el auge de la música independiente”, explica Chizzo. “Tomamos referencia de bandas como Los Redondos o M.I.A. (cooperativa Músicos Independientes Asociados), que impulsaron eso de buscar la independencia. Nosotros nunca fuimos mediáticos, la banda creció en el under, con el boca a boca. Llegamos así, sin ser ‘bombeados’ por los medios”.

La palabra “bombeados” —esa jerga tan argentina— condensa una filosofía: no depender del ruido artificial. Lo de La Renga fue un crecimiento orgánico, comunidad mediante. “En algún momento firmamos con una multinacional, pero pronto nos salimos y volvimos a lo que éramos. Hoy seguimos trabajando como una gran familia, en forma cooperativa. Todos aportamos para mejorar la calidad del sonido, de los instrumentos, del arte. Nos adaptamos a lo digital, pero sin perder nuestra esencia. Es una bendición del cielo que se nos haya dado esto, y tenemos que ser respetuosos con eso”.
Le pregunto si esa autogestión puede leerse también como una forma de resistencia. La respuesta llega con pausa, pero con convicción.“Un poco sí. Hoy hay mucho individualismo, mucha obsesión con los números, con los millones, con si estás en todos lados. Pero yo siempre digo: hacé el camino que te convenga mejor a vos. Lo nuestro nos salió porque era lo que teníamos que hacer. No hay una receta. Pero sí es muy valorable seguir sosteniendo la autogestión, eso se transmite”.
Y es cierto: se transmite. En la manera en que organizan sus giras, diseñan sus afiches, manejan sus redes, todo lleva el sello de La Renga. Un proyecto colectivo, pero también espiritual, que se ha mantenido fiel a su raíz incluso cuando el contexto musical cambió por completo.

Canciones de resistencia y esperanza
En la segunda mitad de la charla, el tono se vuelve más introspectivo. Hablamos de las canciones nuevas —“Hay un tirano que es para vos”, “Buena ruta, hermano”, “Ese lugar de ninguna parte”—, todas lanzadas en 2024.
“Sí, se sostiene ese espíritu aún hoy en día”, dice Chizzo. “Las letras muchas veces hablan de no rendirse, de seguir con lo que tengas. Hay un tirano que es para vos tiene algo de eso. Yo soy muy leído de Carlos Castaneda, y en uno de sus libros dice que para ser un guerrero uno necesita un tirano, alguien que te desafíe. Eso te hace fuerte. Es una metáfora del guerrero espiritual, pero también tiene que ver con lo que pasa ahora, con los cambios, con las tormentas. En nuestro país también estamos pasando por una ciclogénesis, como decimos, un cambio complicado. Pero la vida es así, una lucha. Como dice el tango: ‘la lucha es cruel y es mucha’”.
Hablar de lucha con Chizzo no suena a slogan ni a consigna, sino a una forma de mirar la vida. Hay mística, pero también realidad. “La lucha es constante, pero vale la pena mientras uno siga en movimiento”.
De la ruta al cine: “Totalmente Poseídos”
Cuando menciona “Buena ruta hermano”, su tono se vuelve más entusiasta. “Ese tema y los otros surgieron con la gira “Totalmente Poseídos”, después de la pandemia. Salimos en moto de una provincia a otra, con los conciertos montados en el camino. Era una forma de reencontrarnos con la gente después de tanto encierro”, cuenta.
El relato suena cinematográfico, y de hecho lo fue. “Todo eso se filmó y se hizo una película, “Totalmente Poseídos”, que se pasó en los cines. Fue increíble ver las salas llenas de rockeros, con banderas, como si fuera un recital. Ahora queremos subirla a plataformas para que se vea en todos lados”.
La descripción tiene algo de rito pagano, una comunión colectiva. “En esa película están incluidas canciones de los conciertos que tienen la particularidad de tener una extensión, una zapada, una improvisación, y después se van tres canciones grabadas: “Buena ruta hermano”, “Ese lugar de ninguna parte” y “La banquina de algún lado”. Esas hablan del viaje introspectivo, del viaje en moto, del viaje por la ruta, con los sentimientos que trae todo eso”.
Habla de viajes y uno entiende que viajar, para él, es más que moverse: es encontrarse. Con la gente, con la naturaleza, con el tiempo.
Aprender del camino
Hacia el final de la conversación, el tono se vuelve sereno. Le pregunto qué aprendió después de tantos años de música, de giras, de escenarios, de vida.
“Yo creo que, como dijo aquel filósofo, solo sé que no sé nada”, responde entre risas. “Aprendí mucho, incluso de los errores. Cometer errores es parte de la vida. Hemos crecido todos como grupo, somos amigos del barrio, desde la adolescencia, e hicimos este camino juntos. Fueron experiencias maravillosas”.
Su voz se suaviza cuando habla de sus compañeros, de esa hermandad que ha resistido al tiempo. “Eso se transmite también en la música, en la forma de hacer, de proceder, en los conciertos. Es una entrega. Estamos para entregarnos a la vida, así es”.
Es, probablemente, la frase que mejor resume la filosofía de La Renga: entregarse a la vida. Sin discursos grandilocuentes, sin poses, sin artificio. Solo música, ruta y humanidad.

El fuego vuelve a arder
Cuando termina la charla, Chizzo se despide con gratitud. No hay prisa, no hay distancia. Habla con la amabilidad de alguien que, a pesar de los años, sigue disfrutando el diálogo y la simpleza.
Este sábado 18 de octubre, en el Puerto de Asunción, el río volverá a ser testigo de ese fuego colectivo. Miles de personas esperarán a una banda que, sin perder su esencia, sigue sonando tan viva como siempre.
Quizás por eso La Renga no es solo un grupo: es una forma de estar en el mundo. Una ruta que no se detiene, un fogón que nunca se apaga.