Sebastián Prada llega a Paraguay con su música como forma de esperanza compartida

Sebastián Prada es cantautor, productor y explorador de sonidos que habitan entre el folclore y el pop. Desde Montevideo ha trazado un recorrido que va de la efervescencia colectiva con la banda Don Nadie a la madurez introspectiva de su carrera solista. Su música late con esperanza y comunidad, mientras abre caminos en escenarios de Uruguay, Argentina y ahora también de Latinoamérica.

Sebastián Prada.
Sebastián Prada.

Montevideo fue la cuna de un músico que aprendió pronto que la canción podía ser un puente entre la intimidad y lo colectivo. En 2001, Seba Prada fundó Don Nadie, una banda que le permitió dar sus primeros pasos como compositor, guitarrista y productor. Más de una década, cinco discos y muchos escenarios después, aquel ciclo se cerró para abrir uno nuevo, más personal y revelador.

Lea más: CRANEAmúsica 2025: tres días de formación, networking y música en Asunción

La aventura en solitario comenzó en 2017 con Desorbitar, un debut que marcó el inicio de un camino donde la voz de Seba se alzó con identidad propia.

Su segundo álbum, Ni solo ni vencido (2024), confirmó que la canción puede abrazar al oyente con ritmos de raíz y melodías populares, siempre con un mensaje de optimismo y resistencia.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

De hecho, en esa línea, ya tenía un antecedente, pues su tema Al mundo lo hacemos todos se transformó en un himno en escuelas uruguayas, llevando su música más allá del escenario.

Hoy, con reconocimientos como el Premio Graffiti junto a Jorge Drexler y presentaciones en mercados internacionales como Circulart y hoy en el Cranea Música, Seba Prada vive un presente de expansión.

Su voz no solo narra historias, sino que teje comunidad: desde la calidez de un pequeño local en Montevideo hasta la energía de un teatro en Medellín, su canto insiste en recordarnos que la música sigue siendo una forma de esperanza compartida.

-Me gustaría saber cómo aparece la música en tu vida, porque sé que corre a borbotones por tu familia.

-Sí, mi conexión con la música viene de mi papá, que es músico y dibujante. De hecho, vino conmigo y quedó seleccionado también en Cranea Música. Crecí viendo a mi viejo y a sus amigos tocando en casa, y yo me sumaba, cantando o tocando un tamborcito. Eso me hizo sentir que, desde muy chico, mi camino sería hacer música.

De niño, me encantaba inventar letras y canciones. Luego, apareció el rock and roll, las bandas, los amigos, y toda esa euforia que te divierte y te absorbe. Empezamos a grabar, a experimentar, y nos metimos de lleno en ese mundo: entendiendo cómo funcionan los instrumentos, el pedal de distorsión, el bajo, la batería... Era algo que nos nutría. De repente, teníamos cinco discos con la banda.

Hace poco, decidí empezar mi carrera solista, con una visión más consciente de la música. Ahora, con más conocimiento técnico, busco decir cosas y mezclar ritmos distintos. Así se fue armando todo.

-¿Hubo un momento decisivo en el que vos te dijiste “quiero ser un músico profesional”, o fue algo que se fue dando de manera natural?

-Hubo un momento en que decidí ser músico. Tuve una reunión con mi padre en un bar. Había un tema con qué iba a ser de mi vida, y mi padre, me acuerdo, me dijo: “Mirá que no es fácil”, porque él es músico. Como que, en realidad, no me tiró la mejor onda (risas).

-¿Pero él te dio un consejo, o solo le informaste que era una decisión?

-Yo le informé que quería hacer eso; tenía toda la euforia del momento. Él me advirtió sobre la situación, pero me dio un montón de consejos para seguir adelante. Y bueno, era muy chico también, podía pasar cualquier cosa y cambiar al mes. Pero sí, seguí el camino que vos decías. De repente, estaba haciendo un montón de cosas.

Era una época en que el rock se movía mucho. Nos contrataban para tocar en el interior del país y pagaban a cualquier banda. Nosotros íbamos a tocar, y eso nos dio mucho escenario. Esas cosas que están buenas y que hoy en día las tenés guardadas, las adquirís.

-Claro. Y de esa etapa con Don Nadie, que fue fundacional y una confirmación de lo que hacías, ¿qué mayores enseñanzas te dejó?

-Un montón de cosas. Me ordenó mucho también. Uno hace eso de forma inconsciente, tironea una cuerda de un barco sin pensarlo. Hoy en día, quizás, se arma un plan, y también se le quita un poco de expectativa. En aquella época, era: “hay que tocar y tenemos que triunfar”, “había que llegar y llenar estadios”. Hoy en día, ese no es mi interés. Mi interés es disfrutar de la música y hacer canciones que digan cosas para la gente. Y eso me lo enseñó la banda: a ordenarme, a producir canciones y a hablar. He laburado con productores y ahora me produzco mis propias canciones. A saber agarrar una computadora o un micrófono, y ponerme a grabar y generar una maqueta. Todas esas cosas me las dio la banda, y muchas cosas más.

-¿Cómo fue la decisión y el salto de dejar la banda?

-Creo que ambas etapas tienen lo suyo. Cuando estaba con la banda, yo era muy mandón y se hacía mucho lo que yo quería (risas). Al final, las canciones siempre fueron mías.

Ahora, escucho mucho más a los músicos con los que laburo y a mis amigos. Me estoy permitiendo más esa apertura que es buenísima y que antes no pasaba tanto con la banda. En ese entonces, era más: “no, no, vamos a hacer esto que está bien”. Yo estaba convencido de que era lo correcto y los músicos estaban atrás mío. Como que la cosa cambió un poco, y eso está bueno también.

Uno se nutre más. Las dos cosas están bien: tener un poco la autoridad en algunas cosas y un poco soltar en otros lados.

-Claro, pero esa es una dinámica que solo se va entendiendo con los años y la madurez.

-Yo creo que sí. Quizás a alguien le llegue al principio, a otros más tarde, pero la experiencia y el tiempo te van dando herramientas diferentes. Está bueno entender los mensajes que llegan y tratar de plasmarlos, no pasarlos por alto.

-¿Y fue un reto para vos buscar otro sonido, otro lenguaje y otro mensaje ahora que sos solista?

-Mi primer disco se llama Desorbitar, y la canción principal habla de eso, de salirme de todo lo que venía antes. Es un tema que está en siete, menos pop y menos rock. Mi primer disco es mucho más experimental para mi gusto, y me encantó esa etapa.

Ahora, este disco nuevo mezcla un poco las dos cosas: el rock de antes con ese sonido más experimental. Creo que es un poquito más representativo, porque no puedo evitar todo lo que tenía antes. A mí me gusta mucho la canción rockera más popera (dice mientras toca la batería en el aire y ríe.)

Hoy siento que esas dos cosas se mezclan. Además, como vengo diciendo hace un rato, agregué un poco el tema folclórico para darle más fuerza. Es algo que siempre tuve, pero ahora le doy más participación porque me parece importante lo regional, lo local.

-¿Y sentís que esta etapa te abre un poco más a las colaboraciones?

-Sí, estoy haciendo más colaboraciones ahora. Para mí, la pandemia fue una ventana que me abrió a estas colaboraciones, creo que eso le pasó a muchos. Ahora se puso más de moda eso de colaborar, y me parece fantástico. Estamos componiendo juntos, y eso también es otro reto para mí.

Quizás este disco, con esta mixtura de ritmos y cosas, es lo que capta la atención y me permite más eso. Y bienvenido sea, por eso te digo, a aceptar estas cosas nuevas que aparecen y tratar de llevarlas lo mejor posible para adelante.

-No quiero dejar de preguntarte por la escena uruguaya, que me gusta mucho. Siento que, como países chiquitos, tenemos mucho arte que a veces no puede ser visto afuera. ¿Cómo ves que está evolucionando y qué podríamos aprender en Paraguay de lo que ustedes hacen?

-Es difícil la pregunta. Allá lo que hay es poca gente, igual que acá, entonces el mercado es chico para tener actividad. Hay muchísimos artistas, gente que hace cosas alucinantes, buenísimas.

Pero claro, allá podés hacer un show, dos o tres al año, a lo sumo, en nuestro nivel. Hay gente más mainstream que ya gira por el mundo. Es lo que pasa, tenés que ir midiendo. Eso complica un poco las cosas, por eso es importante salir al exterior. Este año empecé a moverme y, al hacerlo, me doy cuenta de que hay muchos artistas. Ahora vinimos con Filo, fuimos a Colombia y hay muchísima gente que se está moviendo.

Creo que hay una calidad de música en Paraguay que es alucinante, aunque no conozco mucho todavía, vine a eso.

¿Consejos? No dejar de hacer música. Hoy tengo la camiseta un poco más puesta en lo regional, en que siempre se mantenga el ritmo local. Estuve en Medellín hace poco y fue una explosión de ritmos locales y de gente a la que le gusta lo que hay ahí. Ellos tienen muchísimos, muchísimos ritmos. Nosotros tenemos el candombe, la murga, la chacarera, la zamba y alguna cosita más, pero allá tienen millones de ritmos. Me parece que nosotros tenemos que hacer más eso.

-¿Te han hablado de Paraguay?

-Por ejemplo, Jorge Drexler, que es mi primo, le dijo a mi padre ayer: “Vayan, Paraguay está buenísimo, hay un mercado alucinante". Y recién estamos acá, recién llegamos.

-Decís que este año te toca girar mucho, presentando tu proyecto en otros países. ¿Cómo vivís esa experiencia tan intensa?

-La verdad lo vengo viviendo muy bien, muy lindo. Es muy orgánico, no me complica. Me parecen muy lindos los lugares a los que voy, la gente y las dinámicas. Estoy lleno de mercados, que me parece muy lindo porque la gente va a escuchar. Entonces, ahí te abren el corazón y los brazos. Ahora me voy a México en octubre, a un festival que se llama Otra Dinámica, lo cual salió a raíz de mi viaje a Colombia, y me encanta probarlo. Pero sí, fantástico, fantástico. Nunca pensé que fuera a viajar tan rápido y tanto en un año. Me propuse moverme para ver si podía ir para afuera y ya voy a visitar cuatro países este año. Es un montón, la verdad.

-Al escuchar tu música y leer tus comunicados, veo que buscás transmitir un mensaje esperanzador. ¿De dónde sale esa mirada tan optimista en tiempos tan complicados?

-Creo que tiempos complicados y desesperanzadores hubo siempre. Si miro para atrás, es cada vez peor. El mundo está complicado, siempre hay conflictos e intereses económicos que perjudican a la sociedad. No sé, quizás viene de mi familia.

Tengo un tema que se llama “A ver” que habla un poco de eso, de la utopía, de que yo creo que se puede, creo que se puede. Y creo que se puede estar mejor en el mundo, se puede repartir mejor y estar todos bien. Pero bueno, pasan cosas que no lo permiten. Podríamos estar dos horas charlando de esto, pero lo simplifico a eso: creo que se puede, creo que es re posible. Si todos tuviéramos más empatía, todos, absolutamente todos, sería más fácil.

-Me gustaría profundizar en el tema de las letras. ¿Cambió tu manera de componer ahora? ¿Cómo fuiste moldeando tu cerebro para componer?

-La manera de componer es la misma: tiro el divague, lo grabo y después empiezo a escuchar para ver qué estoy diciendo, y ahí empieza a salir la letra. La temática de las letras creo que es la misma; siempre tuve esta cabeza, pero la manera de decirlo va madurando, así como la forma de jugar con las canciones para poder decirlo.

Ahora tengo una canción que se llama Ganas de verte, que es de amor, pero que dice muchas cositas sobre el mundo. Te engancha porque parece una canción de amor, pero te está diciendo todo lo que está pasando en el mundo también. Se trata de buscar la manera de que sea divertido y que entre, ¿viste?

Hay una canción que le dediqué a mi abuela, que se llama 1141. Cuando la toco, la gente me dice: “me hiciste llorar”, y eso me parece un montón. Hacer llorar a alguien es como llegar a un lugar muy profundo. En un recital, que alguien se quiebre un poquito me parece fantástico. La música no es solo diversión o entretenimiento. Es para interpelarse y pensar un poco lo que pasa, o lo que te pasa. Llegar a ese punto me parece fantástico. Y es sin querer; no es que yo diga: “ay, voy a hacer una canción para que lloren”. Me sale así, y llegar a eso, a conectar, me encanta.

-Decís que la música es más que solo entretenimiento. ¿Hay alguna forma de hacer que la gente lo entienda, o solo hay que seguir haciendo lo que uno hace?

-Por supuesto, la cultura. Primero, que los artistas sigan haciendo eso, y que los Estados lo fomenten. Que se fomente la cultura, que compita con el mainstream, con lo que viene de la industria que tira y tira. No está mal la música de entretenimiento, me encanta ir a bailar, pero que no sea todo.

De hecho, en los shows está bueno que haya las dos cosas: que te puedas divertir y que de repente bajes del escenario y digas: “miren, acuérdense de esto que pasa, que se están muriendo niños en Palestina”, o lo que sea, y a la vez vamos a bailar y a pasarla bien. La vida es todo eso, no es solo una cosa, porque si no, entramos en un mundo muy chato. Entonces, creo que la manera es esa, que los artistas sigan componiendo eso y que se fomente al mismo tiempo, porque lo otro lo fomenta la plata. Si hay políticas que fomentan lo artístico, ambas cosas van a la par.

-Yo creo que la música tiene un rol social y político, o sea es inherente al hecho de hacer arte.

-Sí, tiene un rol social y político, sin duda. Justamente por esto: si hay gente que te hace pensar, que te hace cuestionar, entonces tiene un rol político. Lo otro no, lo otro es entretenimiento. Entonces, sí, claro que sí. Y hay muchos ejemplos. ¡Que sigan creando, por favor! Que hace falta.

Seba Prada se presentará hoy como parte de los showcases del evento CRANEAmúsica. La cita es desde las 21:00 en Jazz Cube (Dr. Morra esq. Guido Spano), donde también se presentarán Los Carapegueños, Enrique Abadie, Trío Blue y Chino Corvalán Trío. Entradas a G. 90.000 en venta por Tuti.

Enlace copiado