Guten presenta “Tierra Colorada”: un mapa personal convertido en música

El artista paraguayo Guten presentó su primer álbum Tierra Colorada, ya disponible en todas las plataformas digitales. Tras once años de creación, el músico y realizador audiovisual propone un viaje sonoro que cruza el ruido de la ciudad, el olor al campo y lo ancestral, con una narrativa de realismo mágico. Ahora se prepara para seguir llevando en vivo este relato íntimo y colectivo, donde el folclore se encuentra con el hip hop y la identidad paraguaya late sin clichés.

Guten.
Guten.

La infancia de Guten transcurrió entre ruidos de familia numerosa, viajes de domingo al campo y mesas largas cubiertas de comida. Era parte de una hermandad de seis personas, y con ese lugar venían dos tareas inevitables: encender el fuego para el asado y escuchar, desde temprano, el programa de Juan Cancio Barreto que sonaba en toda la casa. “Siento que esos conceptos son clave en la música que hago ahora. No me considero un folclorista, pero creo que llevo eso dentro y se nota en mi obra”, confesó.

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Aquellos domingos, que podían terminar en una churrasquería con guitarras y polcas en vivo o en el patio de casa con humo de carbón, se grabaron en su memoria como un ritual. A esa experiencia colectiva, muy paraguaya, se sumaba el bullicio de la mesa: “El hecho de ser muchos en la familia, con una mesa grande llena de comida y mucho ruido, también tiene esa sensación muy paraguaya que recuerdo de mi infancia y que se conecta con mi música”.

La vida en su casa no estaba destinada a producir artistas. Su padre, reservado, veía en la música un pasatiempo, nunca una carrera. En ese clima, Guten aprendió a contener el impulso de sobresalir. “Siempre me gustó llamar la atención, pero en mi familia la filosofía era ser discreto. Muchas veces me llamaron la atención por querer sobresalir en espacios donde eso no estaba bien visto”, recordó. Esa discreción, paradójicamente, terminó marcando el tono sobrio y fino de su arte.

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El camino extraño hacia el arte

Su entrada al mundo creativo fue poco lineal, casi accidental. De adolescente tocaba la guitarra en intercolegiales, tenía bandas, pero al salir del colegio esa chispa pareció apagarse. El audiovisual se cruzó en su camino y fue el primer paso real hacia el arte. “Empecé con el audiovisual, algo que tampoco fue muy bien visto por mi familia. Hubo muchos roces. Soy el primer artista en la historia de mi familia. No hay un referente, ni un tío que me comprenda. Todo es nuevo, es como romper una barrera”, explicó.

La música regresó de manera inesperada. En los festivales donde trabajaba como fotógrafo y videasta, empezó a experimentar con sonidos electrónicos desde su computadora, aprendiendo de tutoriales. La casualidad quiso que los chicos de Kchiporros escucharan esas producciones y lo alentaran a grabar. En 2018 lanzó su primera canción, ¿Qué más querés?, producida junto a ellos.

“Es muy loco, porque mi álbum nuevo tiene canciones de esa época que yo ya tenía guardadas. Siempre me lo tomaba como una sesión terapéutica, con un pequeño freno”, contó. Entre esas composiciones estaba Ascenso, una fusión de polca y hip hop que permaneció años en silencio hasta encontrar su lugar en Tierra Colorada. “Considero que en todo este proceso pude madurar muchísimo. No sería lo mismo si hubiera lanzado el álbum hace una década”, señaló.

Tierra Colorada: un disco que es una película

La canción que da título al disco nació de manera espontánea, hace más de una década, como un retrato directo del país. “Siento que siempre busqué ser muy honesto con lo que percibo y lo que veo. A veces me parece que ya existen muchos retratos lindos y alegres. Yo sentí que había un malestar creciente, una mayor conciencia, y quise poner eso ahí”, explicó.

Durante años, las canciones se acumularon sin un hilo conductor. La pandemia fue el punto de quiebre: había que encontrar un concepto. El músico, formado en cine, recurrió al lenguaje cinematográfico. “Yo escribí el disco como si fuera una película, literalmente. Tengo una escaleta, cada canción es una escena, y así fui desarrollando la historia, que se relaciona mucho con mi historia personal”, dijo.

Esa narración, con tintes de realismo mágico, tiene como protagonista a Agustín, un joven que viaja al interior para representar a su familia en el velorio de su bisabuelo. Allí se enfrenta con la tradición, las tensiones familiares y el despertar de su propia vocación. “Para mí, el disco es una forma de autoinvitarme a asumirme como artista. También lo plasmé físicamente con un cambio de look y otras decisiones personales”, afirmó.

El relato mezcla recuerdos familiares y escenas ficticias: voces de sus padres, diálogos inspirados en su madre, una botella de caña heredada y un escrito escondido que simboliza la transmisión de una obra. El resultado es un viaje donde rito, herencia y contemporaneidad se cruzan para encender al artista.

El conflicto y la sanación

Esa transformación no fue sencilla. Sus padres, mayores y del interior, no entendían del todo su camino artístico. “Tuve que hablar de todo esto con mi familia. Les expliqué lo que hago, el porqué, y hablamos. Intercambiamos ideas sobre lo que significa ser un artista, sobre mis ideales, que no creo en la homofobia y rechazo toda forma de violencia. El hecho de pintarme las uñas de negro y contarles todo eso fue muy sanador. No fue fácil y todavía no lo es”, relató.

El disco, en ese sentido, no solo narra un viaje ficticio: también registra el propio proceso de Guten para asumirse en su rol, frente a los suyos y frente a sí mismo. “Al principio pensaba que lanzaría el álbum y sería un éxito mundial. Después creí que nunca podría sacarlo. Pero llegué a un punto donde me dije que no iba a dejar de hacer música. Eso le quitó un poco de presión a la expectativa”, confesó.

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Once años para encender la voz

El proyecto llevó más de una década en completarse. Lo sostuvo el amor por la música, pero también el contacto con otros artistas. Viajar con Purahéi Soul a Japón, trabajar de cerca con Kchiporros, entre otros eventos, fueron hitos que lo convencieron de que su camino tenía sentido. “Ver cómo se esfuerzan y lo consiguen me hizo pensar: ‘Me incluyen por algo, tengo que hacerlo’”, recordó.

Con el paso de los años, entendió que su motor no podía ser la moda ni la expectativa, sino la honestidad. “Lo hago para mí, esperando que eso conecte con la gente. El propio paso del tiempo se convirtió en el combustible para seguir adelante”, explicó, coincidiendo en esta filosofía con Rick Rubin.

En ese mismo proceso, descubrió también la importancia de la performance en su obra. “Me di cuenta de que mi camino va hacia la teatralidad y la corporalidad en la performance. No me veo tocando y quedándome quieto. Me gusta el movimiento y la locura”, dijo. La referencia al teatro no es casual: de niño había participado en obras escolares, y en los escenarios encontró un espacio natural para unir música y dramatización.

Inspirado por artistas como Lenny Kravitz o Nathy Peluso, Guten imagina sus conciertos como experiencias físicas, casi teatrales, donde la música no solo se escucha sino que se encarna. Esa energía, sumada a los once años de elaboración, convierte a Tierra Colorada en un álbum debut que es mucho más que un primer paso: es el lugar donde el artista se encuentra consigo mismo y con el legado de una tierra que lo marcó desde la infancia.

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