El reencuentro, tras cinco años de haber subido a un escenario por última vez, no será solo con el público: también será con sus canciones, su historia y con una energía que, lejos de apagarse, parece haber madurado con el tiempo.
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La formación original —Javier Godoy, Gerardo “Minino” González, David Martínez y Sergio “El Negro” Román— regresa con un sonido más firme y más consciente. Esta vez, los acompaña Lolo Ferreira en guitarra, quien suma su impronta a esta nueva etapa de la banda, supliendo a Felipe Vallejos.
De esta manera, el regreso de El Templo obedece a una suma de señales, de contextos y, sobre todo, de un deseo que nunca se apagó del todo. “Ahora hay de nuevo una movida del rock and roll, hay algo que se está moviendo”, reconoció el baterista Sergio Román, en conversación con ABC, como quien observa algo que vuelve a germinar en la tierra fértil de la memoria.
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Pero no duda en señalar un punto de partida esencial también para este retorno: Voudevil. “Especialmente creo que esto surgió con la apertura de este boliche, un lugar ideal para tocar. Entonces decidimos volver y enfocarnos en lo que alguna vez quisimos hacer desde jóvenes: el rock and roll”, señaló.
Ese impulso se transformó en acción, y de a poco fueron retomando el ritmo. La última vez que se presentaron en vivo fue hace cinco años, pero no con repertorio propio. “Fue un homenaje a The Doors. Ahora volvemos al escenario con un concierto con una temática más del Templo y con algunas sorpresas”, dijo.

Canciones como cartas atesoradas
Volver a tocar juntos implicó un reencuentro emocional. No solo con los instrumentos, sino con ellos mismos. “Es una experiencia bastante interesante y nueva”, reflexionó Sergio sobre volver a las canciones. “Cuando éramos más jóvenes, el ensayo era mucho más fácil, teníamos más estado (risas) estábamos con más pilas, como se dice. Ahora es diferente. Pero ese reencuentro con los sentimientos de aquella época nos hace tener una fuerza inesperada que van a ver en el concierto”, resaltó.
Así las canciones volvieron como viejas cartas reencontradas en un cajón. Algunas con letras que aún arden, otras con melodías que maduraron al ritmo de sus vidas. Y si hay algo que no cambió, es el origen de todo: la amistad. “Imaginate que nosotros comenzamos esto a los 13, 14 años. Por eso en primer lugar, esto es reunirnos a hacer música, que es la esencia básica de lo que nos gusta. Y lo que sí es darle al público esa dosis de música y de rock and roll que nos gusta tocar y que queremos que reciban, esa dosis que se puede transmitir también en el espíritu”.
La rebeldía como raíz y como destino
El Templo nació cuando Paraguay comenzaba a escribir su historia democrática. La banda es hija de esa apertura, de ese aire nuevo. Pero la chispa vino incluso de antes, de los pasillos del Salesianito, donde el padre Pedro Viedma —figura fundamental para la educación musical de muchos— encendió una vocación que no dejó de crecer. “Yo fui alumno del coro Arapy y fue con sus enseñanzas que nos surgió el amor a la música”, recordó.
Y al mirar hacia atrás, Sergio sabe bien lo que costaba construir una banda en esos años. “Era muy difícil. La adquisición de instrumentos, los ensayos por las distancias… Y grabar una canción era una odisea. Había que estar uno o dos meses en el estudio. Hoy grabás en unas horas y lanzás a las redes. Antes solo algunos canales de radio o televisión te daban apoyo", indicó.
Sobre Kamikaze Records, el sello donde grabaron sus dos álbumes, recuerda con cariño y gratitud: “Lo hicimos gracias al maestro Willy Suchar y Kamikaze fue un sello que abrió muchas puertas. Fue un despertar para la música rock y otros estilos. Nos dio la facilidad para estar también donde estamos. Fue una base y un cimiento para que hoy existan muchas más bandas”, afirmó.
Pero ese contexto forjó identidad. El Templo encontró su camino y dejó una huella en una época crucial del rock paraguayo. Y los ecos de aquellas canciones todavía resuenan. “Los clásicos siempre van a perdurar. Existen nuevas generaciones que se inspiran en aquellos tiempos”, dijo. Una muestra viva de eso será el propio show en Voudevil, donde bandas como Pornostar —que versionó una canción del grupo— y Válvula compartirán escenario. “Muy bueno el cover, muy bueno”, destacó Sergio con orgullo.
El arte como acto necesario
Lejos de la autocomplacencia, la banda se proyecta hacia el futuro. Hay nuevas composiciones en marcha, temas que verán la luz antes de fin de año, tanto en audio como en video, según confirmó Sergio. Y la motivación no solo está en la nostalgia: “La inspiración está en tocar. En estar. En hacer lo que nos gusta, a pesar de los compromisos y las edades. Ahora hacemos tiempo para eso”, refirió.
Esa insistencia en seguir creando se vincula con una idea de rebeldía que va más allá del cliché. “En la esencia del estilo del rock and roll está el sello, en negrita, subrayado: rebeldía. Eso significa rock and roll. Y esa rebeldía se manifiesta en todas las épocas. Pero la rebeldía tiene que transformarse en construcción. En cosas buenas. En inspiración para los jóvenes. La música es algo bueno. Hay que practicarla, escucharla, sentirla”, consideró.
Por eso mismo, la elección de Voudevil no es casual: responde a una necesidad urgente de espacios culturales reales, donde la música no sea fondo sino protagonista. “Cuando vos te ibas a los boliches, te ibas a tomar algo, comer algo y de fondo a escuchar a una banda. En Voudevil es diferente: vos te vas a escuchar a la banda y quizás a tomar algo”.
La valoración del espacio es total. “Está reservado hasta el año que viene. Faltaba muchísimo ese tipo de lugar. No solo para los músicos. El público también necesitaba ir a ver eso. Eso es cultura. Hoy el paraguayo tiene propuestas de nivel internacional y tiene que sonar impecable. Marcelo Arriola armó algo de primer nivel. Luces, sonido, pantalla, camerinos... todo espectacular”, indicó.
Y aunque el silencio en vivo duró cinco años, la música nunca dejó de sonar entre ellos. “Nunca dejamos del todo. Aunque sea un lunes de cada mes nos encontrábamos a hablar y tocar. Desde que surgió esto del concierto, hace un mes y medio intensificamos los ensayos. No somos jóvenes, tenemos compromisos, pero ahora hacemos tiempo para hacer lo que nos gusta.”
Y lo que les gusta —más allá del aplauso— es tocar con el alma abierta. Reencontrarse con sus canciones, sí, pero sobre todo con lo que esas canciones significaron alguna vez, aún significan, y por las nuevas que vendrán.