Eléctricos y vacilones, Ca7riel y Paco Amoroso se ratifican como superestrellas en Madrid

Javier Herrero.Madrid, 28 may (EFE).- Vacilones, eléctricos, divertidos, transitando entre un sinfín de géneros con una desenvoltura asombrosa en un espectáculo de ritmo intrépido, así han llegado a su concierto más multitudinario en España la gran promesa argentina de Ca7riel y Paco Amoroso, ratificados ahora sí como superestrellas y "supercriminales".

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"¡Estamos demasiado contentos, en serio lo digo! ¡Gracias por recibirnos así! ¡No hay palabras para explicar lo que está pasando, cuando hace 6 meses estábamos tocando en una sala para 1.000 personas!", ha declarado eufórico el menos espigado de este dúo argentino ante las 14.000 personas que han agotado el Movistar Arena de Madrid.

La presencia entre ellos de adultos, jóvenes, abuelos y también niños constataba el alcance de su actual naturaleza de hito musical tras la contagiosa energía y calidad que mostraron en octubre en su concierto de la serie 'Tiny Desk', de la emisora pública estadounidense NPR, convertido en uno de los más vistos de su historia junto a Dua Lipa, Sting o C. Tangana, entre otros.

Llamados en realidad Catriel Guerreiro y Ulises Guerriero, fue una auténtica sorpresa la viralidad que despertó este dúo que se conoce desde la infancia, con carreras paralelas en la música asociada a la escena urbana hasta que en 2018 empezaron a grabar juntos temas como 'A mí no', que ha sonado esta noche.

Hasta en cinco ocasiones habían actuado en la ciudad de Madrid, las últimas en noviembre, solo un mes después del concierto para la NPR en la recoleta sala But, a la que hacía referencia Paco Amoroso en sus palabras al público, y ninguna había tenido el eco de este salto a los grandes espacios.

Ilustra perfectamente el rápido crecimiento en pocos meses de la formación, cuya producción discográfica también se multiplicó desde que en abril de 2024 lanzaron su primer álbum de estudio, 'Baño María', al que siguieron en diciembre un apoteósico disco en directo en Buenos Aires y, este marzo, un EP llamado 'Papota' con varios temas nuevos y algunos de los que tocaron en su 'Tiny Desk'.

Con esas bazas y toda la complicidad del público, que en algunos casos ha entrado caracterizado como sus nuevos ídolos, ha comenzado un "show" que adquiere buena parte de su gracia en el aspecto lúdico y la teatral actitud de los protagonistas.

Buena prueba ha sido el arranque, cuando, con media hora de retraso y dos gigantescos bustos inflables con sus rostros, han llegado ataviados con gafas de sol, trajes de colores espaciales bajo los que simulaban una gran musculatura y se han subido sobre una especie de bote de proteínas para aguantar con pose chulesca un minuto entero de chorros de fuego.

Los asistentes los han aclamado y han dejado claro desde el arranque con 'Dumbai' que sí se saben las canciones de estos dos fenómenos, sentados en sendas banquetas durante buena parte del espectáculo, pero para nada hieráticos, más bien importando la recoleta estructura del mencionado 'Tiny Desk'.

Parapetados por una sólida escuadra de músicos, con dos coristas y siete instrumentistas (entre ellos un trío de viento metal), en menos de 20 minutos ya habían dado pruebas de su capacidad para transitar sin frenos entre el trap, el funk, los soniquetes brasileños, el rock salvaje, el pop y hasta la pista de baile.

Conocen además el lenguaje de los nativos digitales y flirtean y juegan sin parar con la cámara que los sigue, cantando para ella mientras besan lúbricamente el micrófono.

Lo hacen repartiéndose equitativamente los espacios (como las pantallas, una para cada uno), también los tiempos y áreas en los que cada uno se mueve mejor para entender en estos tiempos de solistas por qué su (planificada) complicidad les hace ganar enteros: uno tiene el metal distintivo en su voz rota, el otro un rango vocal que le permite subir y bajar a placer y una corporalidad magnética y ambigua, como una anguila eléctrica.

La mitad del concierto llega tras 40 minutos sin respiro, pero no bajan revoluciones. Sí descienden al escenario para palpar de cerca el clímax con 'La que puede, puede', coreada y brincada por los miles de asistentes contagiados por el verbo ágil y escurridizo de Ca7riel.

Siguen desfilando temas singulares como 'Sheesh' o 'Supercriminal', letras que hablan de OnlyFans, de 'Zoolander' o del culto al ego y al cuerpo del que se ríe todo este espectáculo, cuando, tras lanzar camisetas gratis convertidas en proyectiles, interpretan rodeados de culturistas su '#Tetas'. Ya con 'El único' llega el apoteósico final, pero solo de hoy, porque esto solo ratifica que es el principio.

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