Nito Mestre en Asunción: una noche donde el tiempo se volvió canción

Anoche la lluvia cedió su turno a la música. En el Teatro del Hotel Guaraní, a sus 72 años, Nito Mestre se paró frente a un teatro repleto de generaciones mezcladas, padres e hijos, jóvenes, y cantó con ternura perenne, como si los años no pesaran, como si cada canción comenzara a nacer.

Nito Mestre durante el show ofrecido anoche en el Teatro del Hotel Guaraní.
Nito Mestre durante el show ofrecido anoche en el Teatro del Hotel Guaraní.gentileza

La cita comenzó unos minutos antes de las 20:00, cuando Nito Mestre apareció en el escenario flanqueado por Julia Horton (guitarra y coros), Fernando Pugliese (piano) y Ernesto Salgueiro (guitarra).

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Irrumpieron con “Aprendizaje”, y lo que siguió fue una clase maestra tanto de música, como de humanidad. “Quizás, porque” desató la primera oleada de emoción: el público cantaba con fuerza, con alegría, con una nostalgia colectiva que parecía aligerar el alma, para recordar y celebrar a Sui Generis, y a toda la historia de Nito, con canciones que se expanden hasta la actualidad.

Con “Hay formas de llegar” y “Distintos”, presentó lo nuevo, lo que aún brota de su voz como manantial persistente. “Hay tanto por decir”, canta. Y sí: lo hay, y él lo dice. Cada verso suyo acaricia como un recuerdo o sacude como una certeza.

Con Susana Zaldívar como invitada, cantando "Rasguña las piedras".
Con Susana Zaldívar como invitada, cantando "Rasguña las piedras".

“El tuerto y los ciegos” despertó ovaciones. Después vino un medley que fue fogón y fue templo: “Dime quién me lo robó”, “Alto en la torre” y “Eiti Leda”, mientras alguien gritaba en guaraní “¡Rohayhu Nito!” y él se reía porque no “leyó los subtítulos”, según dijo con un humor que recorrió la sala toda la noche. Y no hacía falta entender cada palabra, porque el amor no precisa subtítulos.

Nito tomó la guitarra para “Canción para mi muerte” y se hizo el silencio reverente. El embrujo fue instantáneo. Luego, como un suspiro tierno, llegó “Un beso en la nariz”, donde recordó a su autor Adrián Berra, y más tarde “Distinto tiempo”, donde la historia personal se mezcla con la de todos.

Sacó la flauta traversa para “La colina de la vida”, que sonó como un himno. Después con “Hoy tiré viejas hojas” y “Cuando comenzamos a nacer” nos recordó que, aunque el mundo esté patas arriba, siempre se puede volver a empezar... incluso en TikTok, dijo entre risas, donde contó que está incursionando con videos para conectar con los más jóvenes.

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Los temas nuevos como “Cayendo” se entrelazaron con clásicos eternos como “Confesiones de invierno” y “Necesito”, que desataron una fiesta de palmas, gritos, y emoción pura. Mientras uno ve a Nito ahí parado, a sus 72 años, cantando con la energía de alguien que recién comienza, y no se puede explicar más que pensando en el poder de la música. “Estación”, más tarde, fue prueba viva de eso.

Hacia el final, cada canción se volvía más urgente pero también más conmovedora. “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Fabricante de mentiras” y “Bienvenidos al tren” sonaron de seguido y la gente presentía el final, pero nadie quería que terminara. Y aunque dijo que el show acababa, todos sabían que no, incluso él que bromeó con la falsa salida.

Volvió, claro. Con joyas como “El fantasma de Canterville”, “Mr. Jones...”, “Natalio Ruiz, el hombrecito del sombrero gris” y “Lunes otra vez”. Y el cierre, como debía ser, fue ritual: “Rasguña las piedras”, con una emocionada Susan Zaldívar como invitada, quien se sumó al coro susurrado, como una ceremonia de sanación. Un hombre de unos 60 años lloraba en la fila del frente, al lado dos señoras se abrazaban con sus hijas. Porque esas canciones tocan donde no se ve, donde sólo la música alcanza.

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La gente pedía “una más” pero, en los planes, ya no había. Pero Nito pidió que todos se pongan de pie para repetir “Canción para mi muerte”, porque hay canciones que se cantan dos veces o toda la vida.

Y hasta la lluvia pareció detenerse para escuchar, mientras Nito se despedía con dulzura, deseándonos seguridad en el camino. Pero en verdad, todos los corazones ya estaban a salvo.

*Fotos cortesía de la producción, por Tati Lugo.

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