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Habiendo pasado unos pocos minutos de las 21:00, en medio de un SND Arena desbordado de ansiedad por este reencuentro, apareció sin más Andrés Calamaro flanqueado por sus músicos Germán Wiedemer, Julián Kanevsky, Mariano Domínguez, Andrés Litwin y Brian Figueroa.
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Sin préambulos nos introdujeron a un sonido claramente rockero, bien pesado, donde los riffs y las distorsiones estarían muy presentes. Con gran energía, arremetieron con una introducción instrumental de “Kashmir”, de Led Zeppelin. Este tono caracterizaría a toda la velada, pero también aparecerían los homenajes a géneros como el tango, el blues o la bossa nova, como parte de este show con el que se celebraban las canciones del disco “Honestidad brutal” de 1999.
Así empezaron a llegar “El día de la mujer mundial”, “¿Para qué?” y “Cuando te conocí”. “¡Mil gracias, mi adorada Asunción!”, expresaba el cantante, en tanto se mostraba impresionado por cómo la gente cantaba sus canciones a gritos, de principio a fin, muchos entre lágrimas, abrazados entre amigos o generaciones diferentes de una sola familia. Él agradecía y reverenciaba cada tanto, para desatar un griterío infernal.
“A los ojos”, “Más duele” y “Te quiero igual” siguieron en un repertorio de un show que, según él mismo expresó, sería “el más intenso y amoroso que hicimos” hasta ese momento. No se cansaba de repertir “¡mil gracias!” y de tirar besos al público, arrodillarse a besar el escenario y a domar su guitarra endiablada, en tanto paseaba su figura envuelta en pantalones y remera negra, camisa lila, lentes de sol y una pañoleta en la cabeza.
En alocuciones que por momentos duraban mucho más que una canción, expresó también sus disculpas por no saber muchas palabras en guaraní. Alabó al idioma que supo sobrevivir a una guerra. “El idioma guaraní ganó porque se le dio entidad. Digo la verdad, porque nunca miento”, dijo para luego tirar “Una bomba”.
Un largo momento se tomó también para presentar a sus músicos, grandes virtuosos, y hacer un inentendible “chiste de humor negro” sobre la Gestapo, que no se entendió muy bien y eso se tradujo en un raro silencio de la gente. No perdió tampoco oportunidad de hacer que “toreaba” con su camisa, en alusión a las corridas de toros, otro de sus extraños gustos y que no a muchos cae en gracia.
Pero la gente estaba ahí y quería música, pasando por alto cualquier polémico dicho o gusto. Así “el salmón” siguió su paseo río arriba por “Son las nueve“ y “Las heridas”, donde descolló con un Hammond; “Los aviones”, que cantó libre de cualquier instrumento y paseándose por todo el escenario con su andar particular, para terminar en clave de salsa, con todo el público bailando.
Calamaro volvía a las teclas, también agarraba la guitarra, en total estado de éxtasis, entre “All you need is pop”, “No tan Buenos Aires” mechada con “Clonazepán y circo”, “Algún lugar encontraré”, “Cuando no estás” y “Crímenes perfectos”.
“Estos momentos son los que van a quedar”, manifestó Andrés en un momento, afirmando que podían pasar los discos, hasta la familia, pero que lo que verdaderamente recordarían las personas son los momentos como este show, donde una gran masa de gente compartía alrededor del amor por la música. Así lo confirmaba y entregaba luego “hits” de todos los tiempos, como “Tuyo siempre”, “Alta suciedad”, “Flaca”, “Paloma”, para “despedirse” de la gente.
“¡Nos queremos quedar más, Paraguay!”, señaló en otro pasaje y nuevamente pidió muchos aplausos a sus músicos, quienes elevaron la propuesta musical gracias a lo que cada uno aporta. Por supuesto, en varios tramos no faltó el “¡olé, olé, olé, olé, Andrés!” que él respondía con los brazos en alto y con más besos. No obstante, pidió perdón por su “honestidad brutal” y por si alguna de las cosas que dijo en toda la noche haya molestado.
Entonces la despedida se cumplió, en tanto Calamaro ya vestía la camiseta albirroja, con “Estadio Azteca” y “Los chicos”, poniéndole la firma a una gran potencia sonora, a la precisión, a las emociones desmedidas y también a esa honestidad sin pelos en la lengua de un artista dueño de un catálogo lírico descomunal pero también dueño de pensamientos muchas veces controversiales. Calamaro es por todo esto uno de los artistas más llamativos y que no deja a nadie indiferente.