“No es que quiera ser como todo el mundo, me gusta tener mi propio modo de ser. Me encanta ser ruidosa y malhablada con la gente, porque es como soy”, escribe en una de esas reflexiones de juventud expuestas en Amy Winehouse, de su puño y letra.
Son los padres de la artista británica, Janis y Mitch, quienes lo han dotado de forma y contenido, tras llegar a la conclusión de que, "con demasiada frecuencia, se ha relegado a un injusto lugar secundario su genialidad", cuando, "al margen de los consabidos sinsabores de su azarosa vida personal, ella quería ser reconocida como autora y compositora".
"No podemos blanquear la historia de Amy. Sí, era una adicta y, sí, su vida también era un caos. (...) Pero esas son circunstancias e imponderables en los que no es nuestra intención extendernos aquí", subrayan en el prólogo de este libro.
Ciertamente, como señalan los progenitores de la cantante, fallecida en 2011 por una excesiva ingesta de alcohol, “cuesta encontrar siquiera el más leve rastro de ese tormento o de tamaña pesadumbre en cualquiera de sus textos”, salvo en contados fragmentos.
"Odio mi temperamento. A veces llega a apoderarse de mí hasta el punto de que me hace llegar a ser violenta físicamente con aquellos a quien quiero. (...) Ahora mismo estoy escribiendo para liberar toda la rabia contenida", confiesa en uno de esos escritos íntimos.
Revela lo terapéutica que para la artífice de Back to Black era la escritura, como en otro comentario de sus diarios: “He pasado por momentos en los que he estado tan jodida por una situación que he tenido que estamparlo todo por escrito y descubrir así sentimientos que he tenido que asimilar”.
Deseos “desesperados”
Amy Winehouse, de su puño y letra se remonta a su nacimiento, cuatro días después de la fecha prevista: “Bromeábamos alegando que llegaba tarde a todo, incluso a su propio parto”, recuerdan sus padres.
Y, entre abundantes fotografías, algunas de sus vacaciones en Benalmádena (costa sur de España), comparten dibujos y calificaciones escolares que coinciden en mostrar su inteligencia y, a la vez, su carácter alborotador.
"Después del fallecimiento de Amy, empezamos a rebuscar entre los cuadernos y dibujos que atesorábamos desde su más tierna infancia. Y en ese momento comprendimos cómo, tras ese velo de aparente despreocupación, había estado perfeccionado cuidadosamente su arte, a la sombra de su talento, durante años", indican los Winehouse ante textos cada vez más elaborados y personales.
En ellos comenta sus deseos "desesperados" de ser periodista o de ser "muy famosa y trabajar en el escenario". "Quiero que la gente escuche mi voz y olvide sus problemas durante cinco minutos, que me recuerden por ser tan solo como soy", dejó escrito, un objetivo que proyectó hasta en una lista de lo que haría cuando alcanzara tal objetivo.
Ser fotografiada por David Lachapelle, actuar con Michael Madsen o con Steve Buscemi, ser buena amiga de Sarah Jessica Parker o Stella McCartney, hacer una colaboración con Missy Elliot y Timbaland, tener una colección de más de 300 pares de zapatos o “tener el pelo de Marilyn” son algunas de sus curiosos anhelos.
Y, aunque "tampoco puede desprenderse una comprensión cabal de todas las interioridades de la artista" a través del libro, como reconocen los autores, lo más interesante es comprender cómo congelaba en aquellas líneas muchos de sus pensamientos y, tiempo después, ya procesados, los convertía en canciones.
"Embotellaba sus emociones hasta que alguien o algo le daba las llaves para abrirlas", señalan sus padres al recordar que detenía discusiones en seco para tomar apuntes de esos momentos, una muestra más de que "escribía sus letras e hilvanaba sus melodías desde lo más profundo de su corazón".
El ejemplo más claro es la canción Rehab, que nació tras una conversación con su padre a raíz de que se le recomendara someterse a tratamiento por adicción al alcohol. “No quiero ir, papá. ¡No dispongo de noventa días!”, le dijo entonces, y varios años después filtró aquello en su mayor éxito musical.