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Dicen que el lograr resistir al paso del tiempo es la prueba de que una creación es buena. También esa resistencia al paso del tiempo puede demostrar qué tan importante ha sido algo para la sociedad, qué tanto ha influenciado o marcado épocas y vidas.
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Anoche, la banda paraguaya Flou congregó a cientos de personas en lo que fue una fecha extra a una primeramente anunciada para la celebración de que hace 20 años salía su álbum debut “Ataraxia”. La segunda cita es esta noche y como ayer, las entradas ya se agotaron.
Pero este es un registro para no olvidar no solo una noche sino un evento que confirma que Flou, ese cuarteto que basa su personalidad no solamente en un poderoso rock sino en la gratitud de sus integrantes para con su público y equipo, salió airoso de esa prueba del tiempo.
La tenida de remeras negras era como una imposición implícita. La emoción en el ambiente, a minutos antes de las 22:00, hora pactada para que Flou salga a escena, era muy evidente. Las bandas Karma y Pornostars, ya habían calentado motores con buen sonido y presencia, para lo que sería el plato fuerte y esperado.
El sitio era el mismo donde en 2003 Flou lanzaba el disco y donde en 2013 celebraba los 10 años, casi como un ritual obligatorio, como una reverencia a esa Manzana que supo ser rockera por muchos años.
Había en el aire una alegría del encuentro sano, del disfrute, de la celebración de un hito, porque no es menor una conquista como esta siendo una banda que sigue vigente, lanzando nuevos discos y continuando con una exploración sonora, en un país donde casi siempre la cultura tiene todo en contra.
Pero Flou ha evolucionado no solo en sonido directo sino en puesta en escena, ya que era imponente el escenario que nos recibía. Al fondo, una “pared” hecha de estructuras metálicas, conteniendo en el corazón de todo ese emblemático logo primero de Flou.
Una comunión llena de épica
Como para hacerse esperar o tal vez resolviendo algún problema, pasaron unos 22 minutos de la hora pactada para el inicio cuando se apagaron todas las luces. Ese track instrumental oculto que se encuentra luego de “Sin salida” en el disco fue la sinfonía elegida para iniciar este trance. Uno a uno empezaron a ingresar Guille Gayo en batería, Fede Wagener en bajo, Bruno Ferreiro en guitarra y Walter Cabrera en la voz.
Fue la introducción perfecta, el plan ideal para sumergirse completamente en esa espiral sonora oscura, un poco densa y llena de matices emocionales plasmados por parte de, en aquel entonces, jóvenes que entre fines de los 90 y comienzos de los 2000 soñaban con ser lo que lograron ser y siguen siendo: la banda más importante del rock nacional. Pero además de eso, lograr atravesar con su música a varias generaciones y sin saberlo, escribir bandas sonoras para miles de historias personales.
Terminó el tic tac para “Dejar morir al tiempo”. Gayo sirvió los cuatro compases de platillos para dejar que todo arremeta con la potencia característica de esta banda y con el toque compacto y pulcro que lograron a través de los años. Al mismo tiempo se desató la locura de la gente que palpaba todo con emoción.
El sonido de aquella grabación primera llegó esta vez revestido de actualidad y con toda la madurez de estos años recorridos, algo que se confirma en la voz de Cabrera, llena de cuerpo y carácter. Tras “Lado oscuro” llegaron los primeros agradecimientos, en una noche que tuvo como principal característica ese sentido de gratitud a “un montón de gente que nos ayudó cuando no entendíamos nada de lo que hacíamos”, según afirmó el vocalista.
“Me imagino que muchos de ustedes no escucharon estos temas en vivo. También hay temas que no tocamos hace 10 años cuando festejamos acá”, comentó Walter, para dar paso a “El recuerdo aquel” y para calzarse luego la guitarra en “Aquí mismo”.
“Esto es de lo primero que compusimos”, dijo mientras seguía recordando y mantendiendo, como siempre en sus shows, una fluida comunicación con la audiencia. “Despertar”, “Delirio” y “Ansias” sonaron en seguidilla, mientras la gente no dejaba de expresarse, saltar, gritar o simplemente contemplar, porque también hubo momentos para cerrar los ojos y dejarse atrapar por sonidos que envolvían.
En varios tramos hubo aclaraciones de temas que no tocaban hace tiempo, algo que da muestra también del amplio catálogo de la banda. Así llegaron “A través de tus ojos” y “Demente”, en tanto el público demostraba su fidelidad cantando algunos a los gritos y otros en susurros.
Una apuesta que valió la pena
En un tramo donde “amenazaban” con el final, Walter agradeció a Kamikaze Records, donde grabaron “Ataraxia”. Destacó a quien fuera fundador del sello, Willy Suchar, “quien sin darse cuenta hizo un montón”.
“Gracias a tanta gente que nos dio todo y sobre todo su amistad. Los primeros años no ganábamos un centavo pero siempre estuvieron ahí, como las familias”, exclamó Cabrera, destacando a los padres, como también a Chil, Tania y Boli, esposas de Bruno, Fede y Guille, respectivamente, y a los hijos, pequeños pero de almas gigantes, con sus remeras de Flou, saltando y cantando más que cualquier otro.
En ese acuerdo tácito que significa una despedida con retorno asegurado, ese pacto ficcional entre banda y público, llegaban los últimos temas del álbum “Amarrame a tu ser”, “Confusión” y “Sin salida”, en lo que fue un repaso brillante, sentido y emotivo.
Hacia nuevos caminos
Claramente la numerosa platea no daría tregua a los sentimientos, ya que todo en el lugar solo crecía y se elevaba traspasando las paredes de la Sala García Lorca. El grupo no dejó el escenario pues siguió entregando temas, en lo que fue una suerte de resumen apretado del resto de la discografía más una perlita.
“Sueño en complicidad”, “Zero”, “Mil años más”, “Toxicity”, brutal versión de System of a Down; “Si pudieras esperar” y “A tu lado”, pusieron el listón de cierre a este recorrido en el que Walter nunca dejó de subrayar el valor de la amistad, porque “en esto se empieza siendo amigos y haciendo las cosas con ganas”.
Además, mirando hacia atrás, Walter expresó entender que donde primero hay que empezar a valorar las cosas es por uno mismo y por lo que hace. Esa confianza entendida es lo que supo llevar al grupo al nivel que cosechó en el tiempo.
“El rock está más fuerte que nunca. Gracias por demostrar la cultura de comprar una puta anticipada”, dijo también Walter, ya que entre ayer y hoy habrán sido más de 1000 personas las que agotaron las entradas.
Así cerró Flou la primera de dos noches de celebrar. Aunque para una banda, o artista en general, el hecho de crear es una celebración cotidiana, porque tienen en sus manos y en su corazón el poder de cambiar vidas, como las suyas primero y luego las de otros.
Este grupo ha creado lo suyo con alma, con tesón y sobre todo siendo reales. Porque a lo largo de más de 20 años, para ellos todo transcurrió desde el deseo de cumplir el sueño y de compartir, como toda la noche lo confirmó Cabrera.
Si el estado de ataraxia es lo que salva un poco al ser humano en este mundo hostil, permitido está dejarse llevar por el territorio de canciones construidas a partir de ese concepto y todo lo que vino después en las páginas de un libro que se sigue escribiendo a pulso de la filosa guitarra de Bruno Ferreiro, la precisión en batería de Guille Gayo, el poderío del bajo de Fede Wagener y el canto de Walter Cabrera que transforma todo silencio en rugido.
* Tres últimas fotografías, gentileza de Patito Patinho.