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Adentro de ella hay varias personas, según expresa al comenzar a pensar en todo lo que le llevó a desembocar en este nuevo trabajo. “Creo que a lo largo de mi carrera traté de darle el gusto a esas Andreas”, piensa Andrea Valobra, quien anteriormente lanzó el álbum “Trece” (2016), el EP “Hybrida” (2018) y otros sencillos y colaboraciones.
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Ahora regresa por la puerta del jazz, con una apuesta a un género que, afirma, siempre le atrajo pero le tenía absoluto respeto. En el año 2011 se cruzó por primera vez con el baterista Víctor S. Morel, grabando para un disco de Ángel “Palito” Miranda, y en aquella ocasión ya le había dicho que pruebe hacer algo ligado al jazz. “Yo no me sentí nunca suficientemente vocalista para cantar jazz”, dijo, recordando nombres que admira como a Esperanza Spalding o Samara Joy. Pero de a poco y gracias a Morel fue ingresando al ámbito, haciendo tributos a Etta James o formando parte de una edición del festival Jazz Day.
Así, luego de tantos años de soñar sin saber que un día pasaría, sale “La chica que grita - Capítulo 1″ con “Juana”, “Poco a poco” y “Algo más”, tres canciones originales escritas y compuestas por Andrea Valobra y Dee Arriola, y tres versiones de temas importantes para ella: “Llorarme un río” (versión en español de “Cry me a river”), “Mis noches sin ti” y “That’s life”.
Un proceso de subidas y bajadas
A través del filtro del jazz, Valobra recorre variantes como el latin jazz, el swing, el bolero, el chachachá y hasta guarania. A su vez, las canciones fueron arropadas por la presencia de The Spirit and Sound Orchestra y la producción de Sergio Cuquejo.
Los arreglos estuvieron a cargo del baterista Víctor S. Morel y el pianista Víctor Scura, quienes junto a la contrabajista Paula Rodríguez le ponen el sello al trío de jazz que realzó la calidad de las obras. Como invitado participó el saxofonista venezolano Ed Calle, mientras que Dee Arriola se encargó de toda la producción artística.
“Es la primera vez que nos sentamos a hacer un material con Sergio”, dijo Andrea con sorpresa, ya que si bien se conocen desde hace tiempo e incluso trabajaron juntos en otras grabaciones y shows, nunca proyectaron algo de ella.
No obstante, el proceso antes de decidir lanzarse a esta aventura fue difícil para Andrea por muchos detonantes emocionales que vinieron desde su familia, como el fallecimiento de su padre y un momento en que su madre pasó por una enfermedad. Andrea vivió el luto de su padre por unos meses pero sentía igualmente paz, sabiendo que hizo mucho por él en vida. “Hasta acá llegué con el bagaje emocional familiar”, fue algo que pensó cuando ya no se estaba dando lugar a sí misma.
Fue entonces un momento en que todo se alineó y ella decidió seguir. “Sergio creyó en el proyecto desde que escuchó la prueba de sonido que estamos haciendo para el ciclo Jazzcional, que fue donde empecé a grabar este estilo. Este proyecto está compuesto netamente por personas que creyeron en mí: Víctor Scura, Paula, Diego (Dee Arriola), gente de vestuario y audiovisual. Esto no iba a pasar si la gente no se ponía la camiseta del proyecto”, remarcó.
Volando con el jazz
“En el jazz vos tenés que fluir. Mientras más fluís dentro de la dinámica, es mejor. Me gustó esa idea de sentirme libre porque no hay un esquema. Dentro de todo es el género más libre”, mencionó a la hora de pensar en lo transformador que fue entregarse del todo a este proyecto, que le sirvió también como catalizador de emociones.
Todo eso sumado a el honor de “tocar con los perros del jazz”, dijo entre risas, ya que le llena de orgullo. “Ellos siempre me decían: queremos escuchar a Andrea haciendo jazz, y qué mejor que tener el respaldo de los exponentes más importantes, eso me daba el aliciente para intentar”.
De esta manera, Andrea recibe lo que para ella es una nueva etapa, ya que venía sobrellevando todas esas cosas a nivel personal. “Llegó un punto en que me senté a pensar qué puedo hacer, a dónde voy a apuntar, porque ya no tengo 20, ya no puedo querer competir en el mercado de gente joven. Pero quería ser honesta con mi situación y quién soy como persona, así que hacer este álbum fue una cuestión personal y artística de madurez, fue volver a lo que siempre me llamó. Entendí que el chiste es siempre ser yo. Yo no quiero ser Diana Krall, yo quiero ser Andrea cantando jazz. Cuando entendí eso dije: hagamos”.
Encontrándose con su voz
Para Andrea todo este proceso fue muy orgánico, en comparación a sus anteriores proyectos. Sobre la elección de las canciones, también explicó que cuadraron de forma natural, desde el concepto que ella quería dar a esta primera parte de un álbum que se completará a fin de año.
“Juana” se adaptó súper bien a esa onda jazz, chachacha, medio oscuro. “Poco a poco” es un blues y súper adaptable a lo que es la corriente del jazz y el swing. “Algo más” era un tema que queríamos que esté. Agarramos esas tres canciones que ya había lanzado antes en otros estilos, porque queríamos reivindicar lo que dijo Sergio: temas propios, cantados en español por una vocalista femenina en clave de jazz. Y elegí temas de antes porque también cierro un ciclo de escritura para dar paso a otros temas que saldrán en el futuro”, detalló.
Por otro lado, puntualizó que “Mis noches sin ti” llegó a este trabajo porque ella cree que es como “un standard de jazz”, es decir una canción ya clásica, además de que este año cumple 80 de su creación y le pareció un lindo tributo a la guarania. “Cry me a river” aparece en español desde una traducción de Andrea, algo que le pareció importante como una sentencia de su idioma.
Finalmente “That’s life” que para ella es “un himno”. “Ese tema demasiado me llega porque habla de levantarse, dice que las veces que me caiga me voy a levantar porque me merezco”, relató sobre un tema que al cantar le “destroza” por lo emotivo.
El aprendizaje de vivir los procesos
Pensando en la Andrea de este nuevo tiempo, ella cree que no es otra pero sí es alguien con mucho aprendizaje. “Pensar así hizo que yo reafirme ciertas convicciones y replantee otras. Eso también es parte de crecer”, señaló.
Al respecto, profundizó en que el disco responde a ese sentir. “Este trabajo es lo que siento de las canciones que yo quiero, cantadas como me nacieron, porque el material se grabó en vivo, quedó lo que se grabó en una primera o segunda toma. Era lo que yo sentía que tenía que hacer. Indistintamente a que sabemos que en el jazz no hay un mercado a nivel mundial”, reconoció.
No obstante, afirmó que esto no significa que se cerrará solo al jazz. “Es difícil que yo me quede quieta, pero de que le voy a hacer caso a mi instinto por sobre lo que dicte la industria a nivel global y en nuestra escena nacional, voy a hacer lo que yo siento. La gente conecta conmigo cuando yo tengo algo que ofrecer y si yo no estoy segura de lo que estoy haciendo, la gente no se va a conectar conmigo. Mi inversión como artista es hacer cosas que conecten con la gente”, planteó.
Para ella “realmente va a haber un antes y un después” con el lanzamiento de este material. “No me sentía más con ganas de hacer cosas, no solamente por las cosas personales que te pesan y que te desgastan, sino que ser, en este país, artista y autogestora de tu carrera es también otro desgaste”.
Al respecto, reflexionó en que por mucho tiempo ella se sintió un poco como la “outkast” (marginada). “Decía ¿por qué no me llaman para cantar? Ahora pienso: si me llaman, bueno, y si no, no importa. Con este material y este género menos me van a llamar”, expresó riendo. Pero esto le hizo notar que ya no se trata de buscar encajar sino de compartir la música.
“Con Diego aprendimos también a dejar de darle la vuelta a las cosas, que ha de ser una cuestión de perfeccionismo. Hay que saber cuándo dejar las cosas. No siempre se consigue lo que uno quiere y si lo que conseguiste está bien, aunque no sea lo que vos querés, hay que dejarlo ser”, subrayó.
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Orgullo propio
“Estoy demasiado orgullosa del material y del equipo que armamos”, dijo Valobra, quien consideró que todo el equipo que formó para este trabajo “es el dream team en todo aspecto”.
Pero también, algo clave que se llevó de todo es el desarrollar una correcta comunicación. “La gente no va a adivinar lo que queremos, lo que nos molesta. Vos te enojás y la otra persona no está ni enterada por qué y nosotros aprendimos eso. Durante todos estos años vinimos remando solos con Diego, pero si queremos llegar más lejos tenemos que trabajar en equipo. Eso significa ceder, dar el brazo a torcer, facilitar la comunicación. Hacer que esto crezca lleva tiempo mental y madurez, pero lo importante es que cuando empezás a decir, rápido podés reconocer las cosas que no están bien de cómo te estás expresando”, indicó.
Curiosamente para ella, sus hijos Tino y Eira sus también sus principales “profesores”. “Imaginate que mis hijos vienen a enseñarme cuestiones muy particulares. Eira, la más chica, es igual a mí, y todo eso que a mí me saca de ella, son cosas mías. Tino es muy distinto y tiene también cosas que me sacan, y es el aprendizaje a convivir en paz y en armonía con las diferencias. Son enseñanzas muy locas porque sirven para mi vida. Me puse a pensar: qué loco que a veces yo no soporte eso que ella está haciendo, pero es algo que yo hice durante 36 años”, señaló.
Además, pudo dilucidar que hay que moldear el carácter para sentarse a hablar con ellos y explicarles cosas. “A veces te das cuenta que no tiene mucho sentido lo que les estás diciendo y decís ¿qué le quiero imponer? Y el ‘porque soy tu mamá' no tiene sentido porque te escudás en eso, así que tenemos que entender siempre qué les estamos enseñando”.
Todos sus procesos de vida, desde el manejar su carrera artística, su pareja, su maternidad, su familia, le hizo entender que “hasta lo malo que pasa tiene una vuelta de tuerca positiva, porque o si no te volvés loco”.
En ese sentido, amplió: “Las cosas externas no van a cambiar, el cambio de actitud es el secreto y cómo enfrentás esas cosas. Hay días en que colapso y no quiero levantarme, pero si vivimos con miedo a hacer las cosas no vamos a hacer nada. Yo antes de grabar o hablar, siempre tengo miedo. El miedo muchas veces me hizo no hacer cosas, pero hay que saber encontrarle el lado y disfrutar”.
La chica que grita
Finalmente, pero no menos importante, explicó que “La chica que grita” es el nombre del álbum porque para ella significa reafirmar su personalidad. Por un tiempo la gente malintencionada quiso usar esa frase como algo despectivo hacia Valobra, pero ella entendió que esa era su principal virtud.
“La chica que grita” es mi marca registrada, literalmente, porque la registré”, contó con una carcajada. “El autobullying hizo que la gente deje de usarlo como algo malo. Ahora ya se me identifica así y para mí es algo bueno. Lo más simpático es que en este material casi no grito porque también está bueno que puedo hacer lo opuesto a lo que la gente espera que haga. Yo canto lo que a mí me pide la canción, uno no puede desambiguarse de lo que uno siente. La voz me ayuda a canalizar y yo encontré en cantar y en proyectar mi voz una terapia”, cerró.
“La chica que grita - Capítulo 1″ es la primera entrega del proyecto compuesto por tres partes. Le seguirá “La chica que grita - Capítulo 2″ y culminará con “La chica que grita - El álbum″, una versión deluxe en formato físico donde convergerán ambos capítulos, nuevas canciones, rarezas, bonus. Todo saldrá en el transcurso de este año.