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Ella estaba sumergida en las aguas de lo que tenga que pasar, pero a medida que buceaba en las profundidades se conocía más y entendía que dentro de la fragilidad también residen el poder y la fuerza, que esa fragilidad o vulnerabilidad son las cosas que nos hacen más humanos.
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Para Julia Peroni el proceso de este disco empezó a gestarse desde que se descubrió cantando en su proyecto Rafaela Mood, en el año 2017. “Comenzó desde un lugar muy raro para mí”, dice con mucha honestidad la cantante y compositora, quien venía de cantar con el Grupo Sembrador, donde si bien disfrutaba, interpretaba canciones de otros y con estructuras no puestas por ella.
En el camino, junto con Julia, estaban también otros músicos amigos como Ariel Ramírez, Celso Joabe, Giovanni Domínguez o Rolfi Gómez, que aportaron al crecimiento de esa Julia artista. Un concierto en su casa, su lugar seguro, fue un punto de inflexión. “Ahí salió una Julia que yo no conocía. Ahí dije: nunca más quiero cantar una canción que ya está hecha. Hice un encuentro con mi voz. Ese fue el primer momento que dije: yo quiero esto para mi vida y por acá me voy a seguir metiendo”.
Pero con cautela. Julia todo lo hacía con cautela porque había, como siempre, miedo o vértigo. “Pero siempre varía la forma de enfrentar el miedo. Era así, en ciertos momentos estaba fuerte y en otros con miedo. Así me iba atravesando las cosas. Querría decir que este disco fue fácil, pero la verdad no lo fue”, dijo entre sonrisas.
La experimentación durante los ensayos y además en los conciertos fue también clave para la consolidación de sus obras, ya que para Peroni es importante internalizar los errores para que sean parte del aprendizaje. “Las canciones iban cambiando, tomando forma, se iban formando propiamente”.
“Siempre me rodeé de gente muy creativa, con esta fluidez también de experimentar. Fui haciendo el equipo y el equipo sigue mutando también porque creo que es algo todavía muy emocional, yo soy muy emocional, entonces mi banda es muy emocional”, reafirma sin miedos acerca de eso.
Esa fluidez es esencial para Julia, porque para ella “nada se puede mentir, nada se puede forzar, estoy en un lugar muy verdadero, es como un lugar vulnerable para mí y para los otros”, piensa.
Al respecto, profundiza: “La experimentación o el lugar de improvisación es donde sos, en esa perfección siento que hay una entrega total, nosotros somos la música, nos entregamos para que sea”, afirma, además de añadir que igualmente en esta fluidez encuentra una solidez para que el proyecto tenga una base y pueda andar.
En ese fluir ella también siente que cada vez lidera mejor su proyecto. “Yo creo más en lo que estoy haciendo”, confirma, para luego reflexionar sobre los errores, que para ella no son eso en sí sino una desconexión del momento.
“De repente estamos haciendo música y hay un error que al final no existe, todo depende de cuánto creas que es, si encontrás una cosa y sabés que al lado está lo que es, ese error forma parte de un segundo. En cambio, si el error te lleva a desconectarte, ahí sí se arma una bola”, expresa gesticulando con las manos.
El proceso: difícil pero satisfactorio
“El proceso del disco duró tres años y entre medio la pandemia”, recuerda. El plan inicial terminó no sucediendo, como confirmando que a veces las cosas deben pasar como si existiera un destino.
El productor brasileño del álbum, Raúl Misturada, vino a Paraguay a encontrarse con un “algo” en algún ensayo, pero no vio nada. Julia aceptó y dejó que todo siga su curso, esperando igual el momento de ir a grabar a Brasil con él.
Antes de que Julia fuera de viaje comenzó el verdadero viaje, el interno, el de las emociones, y el externo, el de los sonidos creados. Una fiesta de despedida, obviamente con música presente, fue el momento en que la chispa se encendió. “Ahí salió una sonoridad que me hizo decir: esto es lo que yo tanto quería. Así me fui a Brasil, habiendo encontrado el sonido y pensando: tengo que empezar a creer más en lo que yo hago y poder tener un poco más de directivas”.
Una vez en Brasil, Julia entró a estudio a configurar, hacer, deshacer y dar nueva vida a sus canciones. Participaron del álbum músicos brasileños convocados por Raúl Misturada y en una segunda etapa de grabación, músicos paraguayos. “Mi productor fue muy inteligente y contrató personas muy sensibles, buena gente, espirituales, entonces mis músicas nacieron, se encontraron en ellos. Salió algo hermoso”, refiere Peroni.
Además, en esos momentos empezaron a pasarle cosas que pudo ver recién estando allá. “Me pensaba a mí acá, mujer paraguaya, diciendo lo que quiero en el 2019 y era muy diferente que allá, donde las mujeres son parte de la cultura musical, donde es re normal que una mujer diga lo que siente. Yo no tenía esa resistencia para encarar. No tenía toda una resistencia de una sociedad, de un país, entonces dije: me entrego a esta facilidad, a esta cosa más fluida”, acepta.
El álbum se terminó de grabar el año pasado cuando pudo llevar a los músicos paraguayos para que el trabajo cierre como ella quería. “Yo necesitaba expresar esto que estaba adentro porque lo que soy es lo que sueno, por eso gracias a que soy muy afortunada pude tener a mis músicos de Paraguay también allá. Le dije a mi productor: quiero que plasmes lo que somos”.
Así, el disco se grabó con Raúl Misturada (guitarra acústica), Giovanni Domínguez (guitarra elétrica), Conrado Goys (guitarra eléctrica), Celso Joabe (trompeta y piano), Fernando Don Diego (teclas), Adriano Magoo (acordeón y Fender Rhodes), Serginho de Carvalho (bajo eléctrico), Jotaerre (batería y percusión), Ariel Ramírez (bombo legüero y batería), Mestre Dalua (percusión), además de, obviamente, Julia en la voz y en shruti box, un instrumento musical de viento de la India.
El disco fue grabado por Misturada en el estudio Cobogó y en Space Blues por Alexandre Fontanetti. La preparación vocal estuvo a cargo de Mónica Elizeche. La edición fue de Fred Garibaldi, la mezcla de Ricardo Mosca y la masterización de Carlos Freitas.
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Las letras de su alma
En ocho canciones, algunas compuestas en conjunto con Rolfi Gómez, ella plasmó su vida entera. “Estas canciones significan, para mí, por primera vez sentir que soy una artista. Me permití darme ese título. Entonces las letras significan todo un proceso de mucha transformación, de entendimiento, soltar, amar. Todo”, plantea.
Pero esta búsqueda también le hizo entender que “todos somos artistas” porque todos tenemos algo que hace que “nuestra alma se comunique de alguna forma” y uno aprende a expresarlo como mejor puede. “Yo canto”, dice y la sonrisa que la acompaña toda la entrevista brilla aún más. “Yo pude reconocer eso en mí, pero creo que es una búsqueda que la tenemos todos, en realidad. Es una búsqueda del alma expresando sentimientos”, agrega.
Entonces al entregar a la gente estas letras y estas músicas empieza el nuevo vértigo para Julia, el de mostrarse tal cual a través de canciones que hablan de su vida entera hasta este punto. “Ahora las canciones se están expandiendo orgánicamente”, explica sobre la forma en que decidió lanzar su álbum, sin tanto ruido y esperando lentamente alguna que otra devolución.
Y esas opiniones llegaron en diferentes formas, como agradecimiento o incluso con reflexiones y lágrimas. “La gente me dice: me estoy permitiendo llorar con tu música. Y pienso que capaz también están comprendiendo cosas de ellos mismos. O hace poco me dijeron: gracias por ser artífice del perdón ¡Guau! Hay gente a la que le pega fuerte, que puede ver muy profundo todo, le cambia la perspectiva”, expresa y se queda pensando.
Inmediatamente sigue diciendo que para llegar hasta aquí, “con ganas y esperanzas”, ella también tuvo que “perdonar mucho”. “Yo decidí ser cantante en 1997, donde no había casi caminos construidos. Tuve que hacerme desde el ‘no’ y el ‘así no’ a todo. Tuve que romper con todos los ‘no’. Y en ese seguir queriendo y sintiendo que soy parte de este camino hay mucha resiliencia”, señala.
El camino eterno de la música
Julia reflexiona también sobre sus sesiones de terapia, algo que cuenta con la naturalidad que estas cosas merecen. Reflexiona sobre la muerte, en el caso de que esta llegue en este punto. Ella se ríe de eso y piensa que si sucediera, piensa que mucho de lo vivido ya ha valido la pena, y lo que no vivió también.
Pero para Julia está todo por hacerse con este disco nuevo y canciones nuevas que ya brotan fácilmente ahora que “Rafaela” nació. “Me siento feliz de poder plasmar esto que tenía atravesado adentro y que soy yo”.
“Sí, claro que empieza un nuevo capítulo con mis canciones ya sueltas. Igual ellas irán teniendo nuevos ropajes todo el tiempo, ya que son de toda una vida, siempre me van a seguir acompañando. Si bien soy bastante existencialista, en algún momento va a llegar ese disco de tirar todo por la ventana y de hablar de la felicidad plena”, afirma.
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La niña intrépida y su amor
Julia no recuerda esto pero su mamá le contaba que no paraba de cantar “El elefante trompita” mientras movía sus manitos. Ese era su acto cada vez que alguien aparecía. Ella no dudaba en presentarse una y otra vez. Un día ella, pequeñita, tomó un cable pelado que le tiró y le quemó toda la mano. “Me dice mamá: no había caso de hacerte la limpieza porque no abrías la mano, hasta que encontré la fórmula cantándote y empezaste a mover las manitos”.
Este recuerdo es una historia familiar que ella elige contar porque quiere creer que el sonido fue siempre su salvación, su punto de conexión con el bienestar, como cuando estaba en el colegio y la molestaban, o cuando caminaba por la calle y le gritaban cosas. Julia susurraba para sus adentros y no escuchaba el ruido de afuera.
“Tenía tanta fuerza mi ‘hmmm’ que lograba no escucharle a nadie, tenía una conexión con mi sonido. Siempre me acompañó la voz por todas partes. Digamos que encontré un canal por donde empezó a salir letra, música, donde ya no espero que venga otro a descubrirme. Pude encontrar mi propio encuentro”, declara con mucha certeza del camino recorrido y del que recorrerá, con los miedos propios de vivir pero con la plenitud del poder que le da la música.