El adiós de Costa, una de las máximas exponentes de la Música Popular Brasileña (MPB), ha sobrecogido a un país acostumbrado a la voz poderosa de esta cantora y compositora nacida en la ciudad de Salvador, capital del estado de Bahía.
Con más de 50 años de carrera, la historia de la música brasileña no se entiende sin Costa, que empezó a despuntar en la década de 1960 al lado de otras leyendas del tropicalismo, como Caetano Veloso, Gilberto Gil y Maria Bethânia.
Los tres fueron amigos muy próximos de Costa, todos ellos compartieron escenario en el grupo Doces Bárbaros a finales de los 70 para conmemorar los diez años de la explosión de sus carreras musicales.
"No consigo ver mi vida sin cantar. Es mi proceso de vida, es una misión", decía la conocida como la Musa del Tropicalismo, en una entrevista a la cadena Globo.
Ganadora del Latin Grammy en 2011 por el conjunto de su obra, deja un repertorio con canciones que son himnos nacionales, como "Baby", "Meu Nome é Gal", "Sonho Meu", "Um Dia de Domingo", "Chuva de Prata", "Vapor Barato", "Festa do Interior" o "Não Identificado e Divino", entre tantos otros.
Murió encima de los escenarios, pues estaba en medio de una gira que tuvo que suspender recientemente tras someterse a una cirugía para la extirpación de un nódulo en la nariz.
Tenía previsto reanudar su agenda musical aún este año para continuar con su show "As várias pontas de uma estrela", en el cual rememoraba grandes éxitos de los 80.
ARTISTA ANTES DE NACER
Maria da Graça Costa Penna Burgos nació el 26 de septiembre de 1945. Acostumbraba a contar que absorbió los acordes de la música desde la barriga de su madre, que estando embarazada escuchaba piezas clásicas en el gramófono de casa.
De niña era conocida como "Gracinha" y desde siempre tuvo una voz única, afinada y cristalina que la llevaría al estrellato y que conservó hasta su último día. A los 12 años ya se dio cuenta que su vida estaría marcada por la música cuando en Salvador vio a una artista local repartiendo autógrafos.
Y así ocurrió. El primero de sus más de 40 discos, "Domingo", lo compartió con Veloso en 1967. Antes ya había realizado algunos conciertos al lado del propio Veloso, Gil y Bethânia.
UNA VOZ CONTRA LA DICTADURA
Rebautizada como Gal Costa, revolucionaría a la sociedad brasileña en tiempos de la dictadura militar (1964-1985), muestra de una vida marcada por la provocación.
Con Veloso y Gil en el exilio forzado en Londres, Costa, bisexual, se soltó la melena y adoptó un aire hippie contra el puritarismo y el conservadurismo patrocinado por el régimen militar.
Le costó la censura de algunos de sus trabajos, como ocurrió con la portada de "Índia" (1973), ilustrado con un primer plano de la cadera de Costa con una tanga roja. La dictadura alegó entonces que la imagen "violaba la moral y las buenas costumbres".
Su voz fue un grito certero contra la represión de esa oscura época dictatorial y un halo de esperanza para muchos brasileños, que encontraron en ella una fuente inagotable de energía.
Además del tropicalismo, tocó todos los palos con maestría, desde la Bossa Nova hasta el rock, pasando por el pop, renovando su repertorio, mutando géneros para convertirse en un icono que supo ganarse el corazón de todas las generaciones.
Su último trabajo lo lanzó el año pasado, "Nenhuma Dor", y en él revisita diez temas de su repertorio junto con otros artistas.
Siempre reservada sobre su vida privada, Costa deja un hijo de 17 años, Gabriel, al que adoptó cuando era un niño y que conoció en un albergue de Río de Janeiro, y a 213 millones brasileños sin su talento, pero con un legado eterno.