“Me importa un pito si alguien me dice que esta versión de Flaca no le gusta. Es inevitable e igual no la escuchó suficiente”, comenta a Efe hoy en Madrid respecto al resultado, no en tono bronco como pudiera parecer por ese pequeño exabrupto, sino en tono suave, con el placer de la pausa en la que se ha gestado también este nuevo álbum.
Calamaro (Buenos Aires, 1961), que se pasó la cuarentena reproduciendo doce veces al día At Fillmore East (1971) de The Allman Brothers, “la forma correcta” de escuchar discos, reclama volver a esas escuchas insistentes para “apreciar” la música “de verdad” y abandonar la “urgencia actual por manifestar lo que no te gusta de algo”.
La génesis de Dios los cría (Warner Music), que ve la luz este viernes, se produjo en un clima atípico en 2016, “en medio de una gira también reposada tanto a nivel personal como musical” llamada “Licencia para cantar” en la que prescindió de las guitarras eléctricas y la batería.
"Tenía la curiosidad de cantar rodeado de silencio", argumenta, un proceso en el que las canciones de este viejo roquero requirieron "reposar un poco el tempo".
Fue posible materializar esas ideas porque Calamaro venía de hacer un disco solo con piano, “un ensayo” que grabó en un estudio de Buenos Aires y que pensaba vender en persona en el Rastro de Madrid, pero que Warner Music publicó de manera oficial en 2016 como Romaphonic Sessions junto a Germán Wiedemer, volumen 3 de sus Grabaciones encontradas.
Previene que no es este un trabajo sencillo, tanto por matices armónicos como por su organización, ya que reclutó a numerosos compañeros de profesión, pero "sin maniobras discográficas", unidos solo "por el respeto, el oficio y la amistad".
En ese sentido, sorprende tanto los que aparecen como los que no. "Si este disco existe es porque primero pensé en Joaquín Sabina, en Willie Nelson y en Diego El Cigala, pero cada uno por sus motivos no están finalmente", reconoce.
Sí figuran en el repertorio artistas como Manolo García y Vicente Amigo (Para no olvidar), León Gieco (Mi Bandera), Carlos Vives (Algún lugar encontraré), Milton Nascimento (En un hotel de mil estrellas), Juanes (Engánchete conmigo), Mon Laferte (Tantas veces) o Lila Downs (Estadio Azteca).
"Sí, y no tanto", responde al preguntarle si buscó un ejercicio de representatividad musical y generacional latinomericana. "Los cantantes se eligieron a sí mismos", cuenta, tras explicar que se barajaron muchas combinaciones sobre las 30 canciones grabadas, a menudo con hasta tres cantantes posibles para cada una de ellas.
A veces no hubo dudas, como es el caso de Jugar con fuego para Raphael o un tema “un poco roquero y porteño” como Bohemio para Julio Iglesias. “A ellos no se les puede dar cualquier texto y yo tengo muchas letras satánicas e inconvenientes en mi repertorio”, bromea ante dos casos de alianzas inesperadas.
“Es el disco en el que más decente he cantado. Es mi grabación más torera, se me escucha templado y eso que son unos mano a mano muy difíciles de remontar, porque cantar con Raphael, Lila Downs, Milton Nascimento o Julio Iglesias...”, dice, tras destacar la labor del productor Carlos Narea y del ingeniero Ángel Martos para que su voz “empaste” con estos “cantantes extraordinarios”.
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Como sencillo de presentación escogió Flaca junto a Alejandro Sanz, del que subraya cómo “acaricia lo que canta” en un arreglo que “no es tan sencillo como parece”.
“No es la grabación formidable hecha en Estados Unidos para el disco Alta suciedad, pero hay muchos detalles, mucha riqueza armónica y es un encanto escuchar el color que tiene Alejandro, la forma de interpretar que tiene tan particular, con un carisma hermoso”, aprecia.
La guinda del álbum es una combinación no menos curiosa: Paloma, un tema muy personal de Calamaro, nunca versionado por otros, junto al joven ídolo colombiano Sebastián Yatra y los españoles Iván Ferreiro y Leiva, “amigos y vecinos” en Madrid.
“No tenía pensado incluirla porque es mucha letra y eso en un mano a mano puede ser espeso para el otro. Fue Yatra quien hace 5 años se propuso para cantarla de una manera muy dulce y humilde. Yo por supuesto le dije que sí y luego le pedí permiso para añadir más mosqueteros”, cuenta sobre cómo se forjó este “toreo al alimón de un miura” entre sus canciones.