Nacido en Perth (centro de Escocia) hace 50 años, McGregor no dudó en abandonar el entorno rural donde vivía con sus padres, ambos maestros, para perseguir sus sueños entre los rascacielos de la City de Londres, en la escuela de música y artes dramáticas Guildhall, donde compartió aula con el actual James Bond, Daniel Craig, antes de graduarse en 1992.
McGregor afianzó su salto a la gran pantalla con Un simple mortal, a la sombra del desaparecido Robin Williams, pero no fue hasta que cruzó caminos con el director Danny Boyle cuando su carrera empezó a tomar impulso.
Bajo su ala, el actor escocés ganó un premio Empire por su interpretación en el thriller Tumba abierta y, más adelante, ya convertido en fetiche de Boyle, compró su billete de ida a la fama como protagonista de Trainspotting, donde se puso en la piel del antihéroe drogadicto Mark Renton.
Fuera de la pantalla, este papel le trajo alguna que otra anécdota que el escocés confesó entre risas años más tarde, como la de aquella vez que en la aduana del aeropuerto de Chicago lo reconocieron y le obligaron a desnudarse para cachearlo, algo que escandalizó a McGregor: “¡Que soy un actor, por Dios! De verdad, no soy heroinómano”.
Hay quien le achaca haber tomado en aquella época una decisión un tanto absurda al truncar su buena racha tras Trainspotting dejándose eclipsar por Michael Caine con un papel secundario en el filme Pequeña voz, pero su carrera pronto recuperó el pulso.
Después del exiguo éxito de Vidas sin reglas, Boyle optó en La playa por sustituir a su actor de cabecera por Leonardo DiCaprio, dejando a McGregor desamparado hasta que cayó en los brazos de George Lucas, que lo nombró en 1999 maestro Jedi de la franquicia Star Wars.
El actor aceptó el papel sin dudarlo porque sentía que se lo debía a su niño interior y, sobre todo, porque quería seguir los pasos de su tío, Denis Lawson, quien dio vida en las tres primeras películas de la saga a Wedge Antilles, un joven y rebelde piloto.
Convertido en el legendario Obi-Wan Kenobi, McGregor llamó a las puertas de Hollywood y se consagró a rebufo de las tres precuelas de “Star Wars” como referente de una generación que creció acompañada de La Fuerza.
UN PALMARÉS CAMALEÓNICO
El escocés no entiende de zonas de confort y prueba de ello es su vasto y premiado palmarés, que incluye desde musicales (Moulin Rouge) hasta películas familiares (El gran pez), pasando por cintas de acción (La caída del Halcón Negro), thrillers (Doctor Sueño) o filmes para el público infantil (Robots, La Bella y la Bestia, Christopher Robin).
En estas idas y venidas, McGregor se ha alejado en numerosas ocasiones del calor de los focos hollywoodienses para participar en obras teatrales y cintas independientes, dirigir y protagonizar la adaptación de American Pastoral y rodar documentales a lomos de su Harley durante largas travesías por el mundo junto con su amigo Charley Boorman.
Atrás quedan los años en que el actor atraía la atención de los tabloides con sus desnudos integrales en varias películas, sus ya superados problemas con la bebida y el tormentoso divorcio de la diseñadora francesa Eve Mavrakis, con la que tiene cuatro hijas.
Ahora, McGregor saca el polvo a su viejo sable de luz de Star Wars para regresar a la galaxia que le hizo ver el estrellato, esta vez de nuevo en la piel de Obi-Wan, protagonista de la futura tercera serie de acción real de la saga.
La producción, cuyo rodaje se ha aplazado en varias ocasiones por la pandemia y la reescritura de guiones, llegará a las pantallas en 2022 de la mano de Disney+.