Pablo Alborán mata de amor a Viña del Mar

VIÑA DEL MAR. Pablo Alborán logró esta noche dejar afónicas a las 15.000 personas que ovacionaron, cantaron y se murieron de amor al verlo cantar por tercera vez en su carrera en el Festival de Viña del Mar.

El cantante español Pablo Alborán durante el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.
El cantante español Pablo Alborán durante el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.Alberto Valdes

Ya desde antes de que el protagonista de la noche saliera al escenario, el “monstruo”, como popularmente se conoce al público del certamen, hizo retumbar una y otra vez el anfiteatro de la Quinta Vergara con sus apasionados gritos al ver el rostro del español en las pantallas u oír a los presentadores decir su nombre.

Con No vaya a ser, uno de los temas más enérgicos de su último disco, Prometo (2017), Alborán inició el romántico periplo de canciones que encandiló a un público que más adelante él mismo aseguró que le ha hecho “crecer, soñar” y “estar constantemente en búsqueda, motivación y energía”.

“Desde que vine a Viña la primera vez hicisteis que mi carrera pegara un suelto, que se abrieran las puertas de muchísimos lugares. Viña y Chile es responsable de que yo sea feliz”, dijo el malagueño, que vuelve al festival tras sus presentaciones de 2013 y 2016.

El repertorio no defraudó. Tras Pasos de cero y La escalera, del que fue su tercer disco, Terral, de 2014, una intimista Dónde está el amor, que interpretó ya sin chaqueta y con camiseta de manga corta, fue calentando el ambiente en la cada vez más fría noche de Viña del Mar.

Luego llegaron Quién, con coros del publico en solitario en la parte final, Tanto y Te echado de menos, guitarra en mano, para dar paso a la marea de globos blancos iluminados con los que el público acompañó en Saturno.

“Quién me iba a decir a mí que todo esto existiría”, dice una de las frases de Tu refugio, que al cantar, Alborán no pudo evitar mirar, de forma especialmente cómplice, a su público chileno.

La Gaviota de Plata, la estatuilla con la que el festival honra a los artistas y que el “monstruo” ya había exigido a gritos, se veía llegar. Y llegó.

Ante los presentadores del festival, María Luisa Godoy y Martín Cárcamo, el cantautor, que saltó a la popularidad en 2011 con su primer disco, de título homónimo, insistió en que “siempre es un regalo volver” a este rincón del país chileno.

Una canción improvisada, con una letra dedicada a Viña del Mar al piano, elevó los ánimos hasta el punto de que la Gaviota de Plata se había quedado corta. Pablo merecía también la de oro y la tuvo.

“Gracias, familia. Las gaviotas las pongo siempre cerca de la foto de mi familia, de mis sobrinos. Ese es mi mejor trofeo y estar aquí y poder llevarme esto os juro que es como tener a alguien más de mi familia”, reconoció.

Éxtasis, una de sus canciones más sensuales y Vívela pusieron el broche de oro a la noche, que seguro no será la última de Pablo ante su “monstruo”.

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